Entrevista

Isabel Fariñas, neurocientífica de la Universidad de Valencia

«No puede hablarse de fracaso en la investigación con células madre, sino de camino a medio recorrer»
Por Angela Boto 1 de mayo de 2006
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Imagen: ICMAN-CSIC

Isabel Fariñas forma parte de un grupo de neurocientíficos cuya formación y calidad investigadora no tienen nada que envidiar a sus colegas europeos o estadounidenses. Como muestra de ello, la reciente publicación de uno de sus trabajos en el olimpo de la ciencia, la revista Nature. Fariñas y su equipo han encontrado una molécula, denominada PEDF, que podría ser clave para que el empleo de células madre neuronales en el tratamiento de patologías neurodegenerativas como el Parkinson.

¿Qué supone el descubrimiento de la PEDF en las investigaciones sobre células madre neuronales?

Una de las incógnitas a resolver en lo que se refiere al comportamiento de las células madre neuronales es el tipo de señales que reciben a las que responden en su medio natural, el cerebro. Conociendo estas órdenes podremos conseguir aumentar su producción y dirigir su comportamiento en una placa de laboratorio para obtener las células que necesitamos para una patología determinada.

¿Y la PEDF es la respuesta?

Se sabía que las paredes de los vasos sanguíneos que irrigan el cerebro producen señales que hacen que aumente la supervivencia de las células madre neuronales y también que se incremente su producción, es decir que se generen más progenitoras celulares. Lo que todavía no se había encontrado es la señal que los vasos emiten. Nosotros hemos identificado la molécula que hace ese trabajo, la PEDF. Ahora se podría añadir este factor a una placa de cultivo para activar las células madre y de este modo generar más descendencia.

¿Se podría con esta molécula hacer tratamientos directos sobre el cerebro sin necesidad de un trasplante?

«Lo ideal sería administrar directamente en el cerebro moléculas que activen las células madre para que actúen desde dentro»

Siempre he sido muy comedida al respecto porque no podemos decir que estemos en disposición de obtener resultados en ciertas patologías. La realidad, no obstante, es que hemos probado en ratones si la molécula tiene un efecto in vivo. Hemos inyectado PEDF en el cerebro de estos animales y hemos visto que efectivamente aumenta la producción de neuronas. También hemos comprobado que si bloqueamos esta molécula disminuye la neurogénesis. Es decir, que se podría pensar que en vez de sacar células madre del cerebro y cultivarlas in Vitro para después trasplantarlas, en un futuro ideal se podrían administrar directamente en el cerebro moléculas capaces de activar las células madre allí donde están y que hagan el trabajo desde dentro.

Sería un gran paso.

Hoy por hoy es utópico pero sería lo ideal. La terapia celular aspira precisamente a esto, a activar elementos que están en el interior del organismo, pero esta opción está más lejana en el tiempo que el cultivo de células en el exterior para un posterior transplante.

Desde hace años se dice que las células madre son la gran esperanza, pero lo cierto es que todavía no han dado muchas alegrías terapéuticas.

Creo que realmente proporciona unas expectativas extraordinarias, pero al ser un tema de gran interés social muchas veces se habla más de lo que se sabe. Esta actitud genera una sensación de fracaso. Sin embargo, no es tal; simplemente es que estamos en el camino. Y no creo que lleguemos antes de cinco años. En demasiadas ocasiones se vende que en este campo España está muy avanzada, pero no es verdad, estamos aprendiendo. Bien es cierto que el interés social ha hecho que aumente la financiación y eso revertirá de forma positiva, pero no somos la locomotora de nada en este tema.

¿En qué punto del camino hacia el paciente con patologías neurológicas están las investigaciones?

«En el Parkinson no se tardará mucho en aplicar el transplante de células madre neuronales, pero en casos como el Alzheimer es más complicado»

Es difícil hacer pronósticos, pero todo apunta a que en aquellas patologías en las que la muerte neuronal está localizada, como en la enfermedad de Parkinson, no tardará mucho en intentarse el trasplante. En otras donde las neuronas dañadas o muertas se localizan en múltiples puntos, como el Alzheimer o la esclerosis múltiple, lo más importante va a ser el diagnóstico precoz.

¿Sería posible alguna aplicación en prevención de sujetos con predisposición a estas patologías?

Lo cierto es que la molécula PEDF es un factor de protección para neuronas y además es el factor antiangionénico más potente que se conoce. De hecho, ya están haciendo ensayos clínicos para patologías oculares y también se está estudiando como tratamiento para tumores. Vamos a tener que estudiar e interpretar sus funciones de un modo más integrador, desde las distintas áreas, y de este modo delimitar más precisamente su utilidad terapéutica.

Algunos neurocientíficos vaticinan que en un futuro no muy lejano se dispondrá de herramientas para aumentar la capacidad intelectual y cognitiva, puesto que el PEDF favorece la generación de neuronas. ¿No sería un buen candidato para mejorar las facultades?

Una de las grandes preguntas de la neurociencia es si se puede ir más allá de tratar patologías. Lo cierto es que desde que nacemos estamos perdiendo neuronas porque estas células no se dividen. ¿Nos harán más listos las moléculas que favorezcan la neurogéneseis? ¿Pareceremos más jóvenes? ¿Aprenderemos más? Yo lo veo como ciencia ficción, aunque es verdad que una de las dos únicas zonas donde las neuronas se siguen generando a lo largo de la vida está implicada en el aprendizaje. Quizá en este sentido haya una relación, pero es difícil imaginar qué nos aportarían las nuevas neuronas que se incorporasen al cerebro una vez que ya está maduro.

Las dos caras de la misma moneda

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El uso de células madre neuronales como terapia de enfermedades neurodegenerativas debe recorrer todavía un largo camino antes de convertirse en realidad. Y superar, en el trayecto, la opinión contraria de un número nada despreciable de neurocientíficos que entienden que su integración en una red de conexiones tan compleja como es el cerebro, su integración aportaría, a lo sumo, algo parecido a un by pass o un émulo de las funciones perdidas.

Isabel Fariñas es de las que, por el contrario, se muestra moderadamente optimista. En una patología como el Parkinson, señala, su aplicación sería relativamente simple porque se sabe qué tipo de neuronas está afectado y dónde están localizadas. En este caso, dice, «el trasplante de células sería una opción de tratamiento a contemplar». No ocurre lo mismo en el caso de la enfermedad de Alzheimer o de la esclerosis múltiple, puesto que «se mueren neuronas que están dispersas por todo el cerebro». El trasplante resultaría prácticamente «imposible» porque tendrían que injertarse las células «una a una».

Por otra parte, señala la investigadora, el tejido neuronal no favorece la migración y las células transplantadas tienen que ir a reemplazar neuronas perdidas en un circuito muy complejo. Es decir, que aunque en la placa de cultivo se obtengan las neuronas necesarias después es necesario que se integren en una red que funciona de una forma muy precisa. Este, asegura, es el aspecto negativo de trabajar con el cerebro. El positivo es que se está observando que el transplante de células madre tiene un efecto beneficioso que no se debe necesariamente a su acción directa sobre el daño, sino a que pueden producir sustancias que favorecen la recuperación.

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