«Muchas de las enfermedades de los adultos comienzan en la infancia con una inadecuada alimentación». Lo dice Luis Ros Mar, jefe de la sección de Gastroenterología y Nutrición del hospital Miguel Servet de Zaragoza, quien asegura que los niños «comen lo que quieren». Aún así, este experto considera que los padres «se preocupan cada vez más de la alimentación» de sus hijos, incluso tienen muy en cuenta la elección de un determinado colegio en función de la educación alimenticia ofrecida en los comedores. «La comida principal se hace en el colegio y, muchas veces, la madre tampoco puede estar en casa cuando el niño merienda o cena», especifica Ros Mar.
Sin tiempo para guisar
Es un problema que surge y se incrementa al ritmo que lo hace la sociedad actual. La existencia de nuevos modelos familiares en los que los dos miembros de la pareja trabajan imposibilita una alimentación saludable porque, sencillamente, «no hay tiempo para guisar». Así lo dice Federico Soriguer, para quien la mejor educación que puede recibir un niño es la que proviene de sus padres.
Los expertos consideran por ello que los comedores de colegios tienen un papel muy importante que decir en cuanto a la educación de los más pequeños, ya que estos comienzan a adquirir los hábitos alimentarios a partir de los dos años de edad.
La vuelta a la alimentación tradicional, con un mayor consumo de frutas y verduras, es la constante lucha de los expertos nutricionales, ya que «cuando los padres gratifican a un niño lo llevan a una pizzería» y eso sólo sirve para crearle «malos hábitos alimenticios que perduran cuando el niño crece», admite Soriguer.
De la misma opinión es Ros Mar, quien cree que con la comida, «los padres están enseñando a sus hijos muchas cosas, entre ellas unos buenos hábitos. Y si no influyen en ellos, el día de mañana esos niños comerán mal».
«Todos tenemos los sabores de nuestra infancia en la retina». Con esta frase, Federico Soriguer explica que lo idóneo es «familiarizar a los niños con los valores culinarios de la casa, ya que a estos se les seduce y se les enseña con el testimonio a adquirir una buena base alimentaria».
Enfermedades de adultos como la hipertensión, la obesidad, la arterioesclerosis o la diabetes tipo dos están ligadas a una alimentación infantil poco cuidada», admite Ros Mar, quien al igual que Soriguer apuesta por la dieta mediterránea como la más idónea.
«Es mejor que un niño no coma un día que ceder a su chantaje», afirma este especialista, que cree que no se debe castigar al niño retirándoles bollos y chucherías. Y es que éstas, junto a los refrescos, no perjudican el crecimiento de un niño siempre que se les ofrezca en dosis pequeñas y dentro de una dieta equilibrada que incluya leche, fruta, verdura…, en las cantidades necesarias.