Temperaturas cercanas a los 40 grados, que muchas ciudades están experimentado durante este caluroso mes de junio, hacen que nos volvamos irritables, «pegajosos», somnolientos; nos cargan de tensión e incluso acaban con nuestra paciencia, afirman los especialistas. «Es cierto, este tiempo altera el estado de ánimo de las personas. Nos volvemos más irritables y nos enfadamos más porque estamos más incómodos. La gente se vuelve más agresiva», apunta el doctor Ricardo Franco Vicario, miembro de la Academia de Ciencia Médicas. «Hay personas a las que les duele la cabeza, otras que dicen que se sienten más espesas… No les falta razón. ¿Por qué? Primero, se duerme mal. No se descansa… Y si la situación dura varios días, la tensión va en aumento», añade este experto.
Pero además de la incomodidad, patente y generalizada, los servicios médicos han atendido durante estos días a personas que han enfermado de calor. La afección más leve son los calambres musculares: contracturas dolorosas que afectan a deportistas o a trabajadores que realizan sus tareas al aire libre. Ese mecanismo de defensa térmico que es la sudoración hace que el cuerpo pierda sustancias como sodio, cloro, potasio o manganeso. Su ausencia provoca los calambres.
La dolencia más frecuente es el agotamiento. Afecta a cualquier persona que pase demasiado tiempo expuesta al sol. Sus síntomas son debilidad, cansancio, dolor de cabeza, mareos, náuseas, vómitos y jadeos. Una situación que puede desembocar, como asegura Franco Vicario, en «embotamiento mental, confusión, agitación y bajada de tensión que puede provocar un síncope, un desmayo».
El agotamiento afecta también a trabajadores al aire libre, a deportistas y a ancianos que tomen diuréticos o sustancias que bajan su tensión arterial. Si todos esos síntomas se multiplican, nos encontramos ante el llamado golpe de calor, que puede llegar a ser mortal. ¿Cómo detectarlo? La temperatura del cuerpo llega a los 42 grados, los afectados se muestran confusos y dejan de sudar: el sistema de termorregulación falla y el individuo sucumbe.
Asfixia del bochorno
Afortunadamente, esos son casos clínicos. Para la mayoría de la población, estos días de calor se han traducido en algo menos grave: la asfixia del bochorno. El doctor Javier Lavilla, de la Clínica Universitaria de Navarra, habla de falta de confort. El equilibrio térmico (uno de los elementos que hay que tener en cuenta para hablar de salud) ronda los 21 grados y una humedad relativa de menos del 50%.
El mecanismo de defensa natural contra el calor es la sudoración. «El organismo elimina el exceso de calor. ¿Cómo? Dilatando los vasos sanguíneos de la piel e incrementando la sudoración, la evaporación. ¿Problemas? El organismo consume mucha agua en esa tarea. Somos como los radiadores de los coches… Por eso hay que beber. En especial, los niños (que pierden más agua que los adultos) y los ancianos», explica Lavilla.
Esa actividad «sudadora», gran consumidora de energía, provoca un «decaimiento físico», produce bajadas de tensión y esa evidente «sensación de incomodidad» que, a algunos, se les hace «insoportable física y psíquicamente».
En la oficina
Lavilla habla en concreto de las oficinas. 21 grados sería una temperatura correcta. Si se supera y la humedad y el calor aumentan por culpa de los ordenadores, de la actividad física y de los propios trabajadores (al sudar, todos incrementamos la temperatura de nuestro entorno), el puesto de trabajo se puede volver insoportable. «Y como nadie quiere abrir las ventanas, el aire se enrarece y todo empeora. Se llega al agotamiento psíquico: la gente se exaspera, se trabaja peor, todos se levantan del asiento… Durante estos días, el rendimiento de las oficinas baja muchísimo», subraya Javier Lavilla.
Los expertos dan una serie de normas para tratar de mitigar las molestias de estas temperaturas: mostrarse lo menos posible al sol directo, dejar las actividades físicas más pesadas (si es posible) para el atardecer, tomar mucha agua, vigilar la temperatura de la casa subiendo y bajando las persianas, abanicarse o usar ropas ligeras de algodón (aunque sin exponerse a corrientes ni abandonar las camisetas). Y sobre todo, sostiene Lavilla, hay que mentalizarse, tomarse estos días de altas presiones con calma, en la certeza de que es un fenómeno pasajero.