Padres de niños autistas intoxicados con mercurio reclaman más apoyo sanitario y educativo

Los tratamientos, que exigen supervisión médica, carecen del visto bueno de la Sanidad española
Por EROSKI Consumer 25 de marzo de 2002

El drama diario que viven los padres de niños autistas o con síntomas autistas se ve agravado por la situación de incertidumbre en la que muchos de ellos se encuentran cuando se dirigen a la Administración en busca, si no de una solución, sí de alivio para sus problemas. A la falta de medios e interés para determinar una posible intoxicación de los niños por mercurio (una de las causas del autismo) procedente de las vacunas, se une la inexistencia de cobertura sanitaria para recibir tratamientos de desintoxicación y las dificultades con las que se topan a la hora de educar a los niños.

Ninguno de los «protocolos de desintoxicación» -tratamientos que persiguen la eliminación del mercurio adherido al organismo de los pequeños mediante combinados vitamínicos masivos- ha sido aprobado por la Sanidad española, aunque, tal y como sostienen los afectados, «tampoco los han prohibido porque, simplemente, se desconocen».

Para el padre de Fernando F. J., un niño palentino de cuatro años cuya patología aún está por identificar, se trata de un desconocimiento voluntario, «porque aprobar los tratamientos y facilitar el acceso a los mismos sería lo mismo que admitir la responsabilidad de la Administración en la intoxicación de los niños».

El tiomersal, conservante compuesto en un 49,6% por mercurio, continúa utilizándose en algunas de las vacunas de «stocks» almacenadas que se inoculan a los niños, pese a los informes que vinculan la intoxicación con este metal pesado con el incremento de los casos de niños con síntomas autistas y a que, gracias a la presión de los organismos sanitarios internacionales como la Organización Mundial de las Salud (OMS), los laboratorios farmacéuticos han dejado de utilizarlo en sus formulaciones.

Al igual que los de Fernando, muchos padres españoles se topan con un muro de incomprensión cuando buscan un diagnóstico y con un absoluto desconocimiento si demandan un tratamiento que haga descender los niveles de mercurio que presenta su hijo «cuando es muy probable que se deba a las vacunas inoculadas por esas mismas Administraciones». «Además, si el autismo no es «de libro»- añade el padre de Fernando- te hablan de sordera, de disfasia o incluso de retrasos madurativos y te niegan el diagnóstico precoz, tan necesario para conseguir mejorías».

El pasado año, en la Conferencia de Consenso sobre la Desintoxicación de Niños Autistas celebrada en Texas, EE.UU., el Autism Research Institute analizó diez tratamientos diferentes para disminuir los niveles de intoxicación con metales pesados, algunos de ellos, utilizados también en países como Holanda o Reino Unido con resultados avalados por mejorías evidentes en los pacientes.

Análisis previos

El problema en España es que, tal y como explica el presidente de la Asociación para Vencer el Autismo, Ramón Armengou, los llamados «protocolos de desintoxicación» no deben utilizarse sin supervisión médica, entre otras razones, porque requieren comprobar el estado de los riñones del niño y corregir sus disfunciones intestinales y sus trastornos nutricionales ya que, de lo contrario, los efectos secundarios adversos de la terapia podrían magnificarse y no se detectaría mejoría.

«Hemos pedido ayuda económica a Sanidad para poder realizar en el extranjero aquellos análisis para los que los laboratorios españoles no están preparados -comenta Ana Medina, madre de un niño autista de catorce años- Incluso cuando les llevamos los resultados que nos llegan de EE.UU., los facultativos no comprenden muchos de los datos que aparecen en las pruebas analíticas. También hemos pedido subvenciones para poder costearnos los tratamientos y, hasta ahora, no hemos recibido respuesta».

La complejidad de las patologías relacionadas con el autismo, inducido o no por el mercurio de las vacunas, y la escasez de profesionales especializados, dificulta la escolarización de los niños y su integración en centros públicos, mucho más preparados para recibir a paralíticos cerebrales o a afectados por el Síndrome de Down.

Ante la falta de apoyo público, algunos padres han optado por educar a sus hijos en sus propios domicilios, con el coste que eso supone entre profesores y logopedas, pero piden la adopción en todas las comunidades autónomas del modelo del País Vasco, donde la mayoría de los niños están integrados en colegios públicos, con aulas específicas y profesores de apoyo, y reclaman a la Administración que analice por qué el porcentaje de autistas vascos que logran hablar es cuatro veces superior al de, por ejemplo, los andaluces.

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