Aerofagia

Este molesto problema físico produce intensos dolores abdominales y situaciones muy incómodas
Por Yolanda A.C. 10 de diciembre de 2003

Comer deprisa, abusar de las bebidas gaseosas, realizar comidas copiosas con excesivos hidratos de carbono y, especialmente, los estados de nerviosismo y ansiedad acaban originando aerofagia, es decir, la ingesta excesiva de aire que se traduce en gases en el aparato digestivo. Este molesto problema físico produce intensos dolores abdominales, pero, además, genera una enorme tensión a quien lo sufre: los episodios de aerofagia se pueden presentar en el momento más inoportuno y pueden alterar la vida laboral y social de quien padece este trastorno. Para acabar con el problema no es preciso recurrir a medicamentos. La solución es tan sencilla como modificar esos hábitos alimenticios poco saludables y tomarse las cosas con más tranquilidad.

¿Qué es la aerofagia y qué la causa?

El aumento de la ingesta de aire se denomina aerofagia (aeros de aire y fagein de tragar), que se traduce en una presencia excesiva de gases en el aparato digestivo. El gas que hay en el intestino procede del que se ingiere al tragar o deglutir y del que producen normalmente las bacterias de la flora intestinal. Todos sufrimos de gases en mayor o menor grado, aunque algunas personas son mucho más susceptibles que otras.

Con frecuencia el exceso de gas va unido a comer deprisa, dado que entonces se traga demasiado aire. Esto les ocurre especialmente a las personas que atraviesan situaciones de estrés. También puede deberse al consumo excesivo de alimentos ricos en hidratos de carbono (arroz, pasta, patata, pan, cereales…), verduras flatulentas (coliflor, espinacas…), bebidas gaseosas, etcétera.

A pesar de que puede llegar a ser muy molesta, la aerofagia no es una enfermedad. Se trata más bien, como afirma el presidente electo de la Sociedad Española de Patología Digestiva y responsable del Servicio de Aparato Digestivo del Hospital General Universitario Vall d’Hebron de Barcelona, Juan Ramón Malagelada, de “un tic nervioso, que se acentúa comiendo rápido o mascando y tragando continuamente”.

Síntomas

¿En qué síntomas se traduce la aerofagia? Según el representante de la Sociedad Española de Patología Digestiva, en “dolor abdominal y opresión por distensión del estómago”. Pese a poder ser muy molesta, “sólo en casos muy exagerados -señala el doctor- se acude al médico”. Y es que se opta más por tratamientos naturales, como señala el propietario de la herboristería Málaga Natura, Francisco Javier Souvirón, quien asegura que muchas personas se acercan a su establecimiento buscando una solución a los molestos gases, sobre todo en los últimos años en los que el modo de vida se caracteriza más por las prisas.

Cuando los gases aparecen el alivio se logra sólo expulsándolos. Puede hacerse de forma natural -a través del ano o de la boca- y sin ayuda, o recurriendo a algún remedio que facilite la labor. Las infusiones de ciertas plantas, como el hinojo o el anís estrellado, ayudan a ventosear, y los medicamentos que contienen dimeticona, también.

La necesidad de expulsar los gases puede surgir en cualquier momento, dando lugar a situaciones ‘incómodas’, sobre todo si se trabaja en espacios cerrados y rodeado de gente. Si quien padece este trastorno debe recurrir a las infusiones o a las medicinas para eliminar los gases, quizás tras un tiempo de estar tomándolas sepa cuándo le hacen efecto y le sea posible adecuar su ingesta a su vida social.

Bebés

Quienes también sufren con frecuencia aerofagia son los bebés que comen con ansia, especialmente en su primer año de vida y cuando no hay una buena técnica de alimentación, explica Carlos Marina, miembro de la Asociación Española de Pediatría y profesor de la Universidad Europea de Madrid.

Posiblemente este problema se dé más en bebés que no son amamantados por sus madres, ya que si el biberón no se inclina lo suficiente -de modo que la tetina al completo esté llena de leche- el pequeño aspirará más aire de lo debido, que pasará a su aparato digestivo y le ocasionará dolor. En el caso de los que toman leche materna, la relación entre la mujer y su hijo es “más estrecha” y, al succionar, “no aspiran tanto aire”. Pese a esto, se recomienda no tener al niño más de diez minutos en cada pecho, durante la toma colocarlo en vertical ligeramente inclinado hacia atrás y hacia la izquierda, así como que, cuando acabe, tenga lugar la correcta expulsión de eructos.

Si el niño ingiere más aire del debido, llorará al finalizar la toma en lugar de quedarse saciado y relajado, y tendrá distensión abdominal. Marina explica que la aerofagia en bebés suele ser una consulta bastante frecuente entre las madres que acuden al pediatra. De hecho, más del 30% de los menores de un año la padece.

Existen tratamientos farmacológicos para los más pequeños, como gotas de dimeticona, que absorben los gases. Sin descartar su uso, Marina recomienda que los bebés tomen leche materna y que se les facilite el eructo a media toma. Además, aconseja golpearles suavemente en la espalda cuando hayan terminado e incluso darles masajes en la barriga manteniéndolos sentados o inclinarlos boca abajo sobre el brazo del adulto. También sugiere que, entre toma y toma, se le ofrezcan al bebé infusiones de manzanilla -planta que calma los espasmos-, de melisa o de tila, que son reguladores nerviosos. Hasta hace muy poco era habitual que en estos casos los niños tomasen anís estrellado; sin embargo, la proliferación de casos por intoxicación de esta sustancia, que llegaba a provocar convulsiones, ha motivado que los pediatras dejaran de aconsejar su consumo en este caso.

Marina también precisa que la aerofagia se detecta en algunos casos de bebés que padecen el denominado cólico del lactante, un trastorno que aparece durante el primer trimestre de vida y que, a veces, conlleva que el pequeño tenga la tripa distendida. En general, se caracteriza por un llanto incesante, habitualmente tras las tomas y sobre todo por las tardes y las noches, acompañado de encogimiento de piernas y enrojecimiento de la cara y el cuerpo. Su causa exacta no se conoce todavía y se barajan factores digestivos -como la inmadurez del intestino- o alérgicos -como la intolerancia a las proteínas de la leche de vaca-. De todos modos, se trata de un proceso banal y pasajero que, por tanto, no debe preocupar en exceso a los padres.

Para el también profesor de la Universidad Europea de Madrid, lo más importante es que, desde el principio, los padres transmitan al niño “una correcta educación alimenticia”, de modo que “aprenda a masticar y a deglutir adecuadamente”.

Consejos prácticos

Volviendo a los adultos, en opinión de Juan Ramón Malagelada, el mejor tratamiento no es otro que la “reeducación” alimenticia, evitando hábitos que favorecen la ingesta excesiva de aire, como, por ejemplo, comer deprisa. De hecho, aunque existen en el mercado medicamentos con los que se intenta impedir la formación de gases, como los que contienen dimeticona y que en España se comercializa como Aerored, su uso sólo ofrecerá “alivios momentáneos”, matiza el responsable de la herboristería Málaga Natura.

Como complemento a ese cambio de hábitos, Souvirón indica que siempre se puede recurrir a infusiones que faciliten la digestión y que permitan controlar problemas de ansiedad. Así, las plantas antiespasmódicas mejoran la molestia derivada de la distensión del intestino y las sedantes actúan contra el estrés. Combinaciones de hinojo, melisa y milenrama o manzanilla con anís estrellado son sólo algunos ejemplos posibles. Lo ideal es tomarlas tres veces al día: en ayunas y después del almuerzo y tras la cena. Estos preparados pueden encontrarse en cualquier herboristería. Existen, de igual modo, comprimidos de plantas medicinales, pero son más eficaces las infusiones, ya que, en agua caliente y tras un reposo de cinco o diez minutos las hierbas sueltan mejor su esencia. También Marcial Delgado, internista del Hospital de Poniente de Almería, subraya que, en casos de aerofagia, las infusiones son “muy recomendables”.

Los expertos consultados aconsejan que se sigan las siguientes prácticas:

  • Comer y beber despacio, masticando los alimentos y siempre sentado y relajado.
  • No abusar de bebidas con gas.
  • No realizar comidas demasiado copiosas (es preferible fraccionar la alimentación en tomas de pequeño volumen para no sobrecargar el estómago), ni con condimentación fuerte. Por ello, se recomienda emplear hierbas aromáticas que ayuden a la digestión, como romero, salvia, tomillo, semillas de hinojo, toronjil o ajedrea de verano.
  • Evitar los alimentos o platos muy grasos: fritos y rebozados mal elaborados (con exceso de aceite), guisos y estofados grasos, salsas con exceso de grasa (nata, mantequilla, manteca, tocino, quesos fuertes…), pastelería y bollería grasas (de hojaldre, de masa quebrada, con mantequilla, cremas de nata, moca, chocolate…).
  • Cocer bien la pasta para que no dé lugar a molestias digestivas y evitar el pan recién horneado y las verduras flatulentas, así como las legumbres cocinadas enteras con ingredientes grasos de origen animal. Una recomendación: el remojo durante más de ocho horas y romper el hervor a mitad de cocción disminuye la posibilidad de que las legumbres causen flatulencia.
  • Tomar yogures, ya que contienen bacterias que ayudan a equilibrar la flora del intestino y a evitar las fermentaciones intestinales, responsables también, en algunos casos, del exceso de gases.
  • Sustituir el café, el descafeinado y el té por infusiones de plantas digestivas y calmantes de los espasmos, como manzanilla, menta, salvia, hinojo, azahar, etcétera.
  • Relajarse después de las comidas.
  • No masticar chicles, puesto que se traga más aire.
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