El hipo es habitual en lactantes y durante la infancia. Y aunque puede llegar a preocupar a los padres si se da con frecuencia, en muy pocas ocasiones es señal de una enfermedad grave. Sin embargo, si el episodio dura más de 48 horas, se aconseja buscar atención médica para descartar alteraciones digestivas, pulmonares, neurológicas o, incluso, psiquiátricas, entre otras. En este artículo se describe qué es el hipo, cuáles son sus características en niños y lactantes y cuándo es necesario acudir al médico.
El hipo, un sonido peculiar
La literatura médica define al hipo como una serie de contracciones en forma de espasmo, repentinas, involuntarias y entrecortadas del diafragma (el músculo que está situado entre las cavidades torácica y abdominal). Su aparición se relaciona con el cierre anticipado de la glotis, interrumpiendo la inspiración y provocando su sonido característico.
El hipo se clasifica según su duración:
- Agudo, transitorio o autolimitado: cuando dura menos de 48 horas.
- Persistente: cuando se prolonga más allá de las 48 horas hasta un mes.
- Intratable o incoercible: si dura más de un mes (aunque hay autores que no lo consideran como tal hasta que no supera los dos meses).
En el 90% de los casos, la presentación más habitual es la benigna y transitoria, el hipo agudo, en la que, en la mayoría de las veces, no se conoce el motivo que lo provoca. El hipo persistente se asocia con causas digestivas, respiratorias o cardiacas, entre otras. Por su parte, la forma más grave, cuando el hipo supera el mes, se relaciona con alteraciones neurológicas, sobre todo si el afectado es un niño. Este hipo intratable puede encubrir una irritación del nervio frénico o del nervio vago, patologías del sistema nervioso central, trastornos psiquiátricos, el consumo de determinados medicamentos (entre los que se encuentran anestésicos, corticoesteroides, medicamentos utilizados en la enfermedad de Parkinson o quimioterapia) o procesos infecciosos, tóxicos o metabólicos. Este tipo de hipo predomina en varones, sin diferencias significativas en cuanto a la frecuencia según la edad, el grupo étnico o el nivel socioeconómico.
El hipo en la infancia
En niños y lactantes sanos, el hipo agudo no requiere atención médica
A pesar de que por lo general es leve, el hipo, cuando se presenta con frecuencia, es motivo de preocupación para los progenitores. No es raro que en las consultas de pediatría, los padres de niños de cuatro o cinco años pregunten por qué su hijo tiene tanto hipo o si es peligroso que lo sufra tres o cuatro veces al día. «En niños es habitual el hipo de corta duración que no afecta a sus actividades cotidianas. No se conoce la causa concreta de este hipo agudo, que es autolimitado y se resuelve de forma espontánea», explica Anna Soriano, pediatra de atención primaria, quien insiste en que «no reviste gravedad, a no ser que tenga una duración superior a las 24-48 horas y afecte a la alimentación o el sueño».
Por esta razón, cuando persiste más de 24 horas, es necesario acudir al médico para que descarte enfermedades como meningitis, otitis media, bronquitis, asma e, incluso, la presencia de un cuerpo extraño en el oído.
El hipo en el lactante
De la misma manera, el hipo es frecuente en los lactantes y también es habitual que preocupe a los padres. Sin embargo, tal y como informa la Asociación Española de Pediatría, los episodios de hipo en bebés y en niños pequeños sanos en muy pocas ocasiones están relacionados con un problema de salud grave. Así que observar al bebé sin alarmarse y asegurarse de su bienestar es suficiente. No requiere de mayores intervenciones, puesto que no les ocasiona ningún problema. En otras palabras: es inofensivo.
El hipo en los pequeños suele estar provocado por inmadurez del sistema nervioso: cualquier estímulo que irrite al diafragma, como el reflujo fisiológico de la leche del estómago al esófago, por tragar aire -por un inadecuado agarre al pezón mientras mama o por una tetina con agujeros demasiado grandes o demasiado pequeños- y hasta por un cambio brusco de la temperatura ambiental. Sin embargo, no hay por qué preocuparse ya que, a partir de los seis meses, los episodios de hipo empiezan a disminuir.
No es raro que aparezca el hipo en las siguientes circunstancias: después de reírse mucho y con ganas, comer demasiado rápido o mientras se habla animadamente, ingerir bebidas con gas e, incluso, después de haber bebido mucho alcohol. Los métodos tradicionales para frenarlo son muchos y muy variados y, aunque muchos autores los recomiendan -a veces funcionan-, no hay evidencia científica que sustente estas prácticas.
Así, las maniobras que tienen que ver con la respiración (aguantar la respiración extendiendo el cuello, beber agua con rapidez, realizar una espiración forzada sin expulsar aire, con la boca y la nariz tapadas o hacer respiraciones rápidas y cortas), la presión en el puente nasal, la compresión ocular, el masaje rectal digital, la presión en ambos conductos auditivos externos e, incluso, el consabido susto están relacionados con el nervio vago. Por ello, su posible eficacia podría estar vinculada a la sobreestimulación de este nervio, que provocaría el cese del hipo.
No obstante, como en el caso de los niños, si el hipo persiste de manera prolongada o afecta a las actividades de la vida diaria (impide el descanso nocturno o la alimentación) y provoca cansancio o ansiedad, lo mejor es consultar con el médico.