Insomnio: la falta de sueño influye (y mucho) en tu salud

Más de cuatro millones de españoles sufren insomnio de manera crónica y, entre un 20 % y un 48 % de la población, de forma transitoria
Por María Huidobro González 17 de enero de 2023
Insomnio
Imagen: manbob86

El sueño nos sirve como reseteo diario para poder funcionar y mantener un correcto estado de salud física y mental. Por eso, pasamos un tercio de nuestra vida durmiendo. Pero cada vez le dedicamos menos tiempo y, encima, lo hacemos mal. Nos cuesta conciliar el sueño, de madrugada pasamos horas con los ojos como platos y, a veces, ni siquiera nos hace falta el despertador. Y no son pocos los que con frecuencia no pegan ojo por la noche: más de cuatro millones de españoles sufren insomnio crónico.  En las siguientes líneas contamos nuestros hábitos de sueño y las consecuencias que tienen para la salud, además de ahondar en el insomnio crónico, sus causas y la manera de solucionarlo.

Más de la mitad de los españoles (58 %) confiesa que no duerme bien, y un 13 % que no descansa “nada bien”. Lo dice la encuesta «¿Cómo duermen los españoles?», presentada por la Sociedad Española de Sueño (SES) y Philips y realizada el pasado mes de marzo. El sueño medio alcanza las 6,8 horas de lunes a viernes, mientras que, durante el fin de semana, se intenta recuperar el tiempo perdido, aunque, según los expertos de la Cátedra de Investigación del Sueño de la Universidad de Granada, algunas de las consecuencias negativas del dormir poco, como las alteraciones en el estado de ánimo, pueden persistir pese a dormir algunas horas extras los sábados y los domingos. Es decir: no dormimos lo suficiente por la noche y, por el día, notamos cansancio o somnolencia, entre otros efectos.

Pero hay otras consecuencias de las que no somos tan conscientes. Como se recoge en el suplemento ‘Sueño saludable: evidencias y guías de actuación de la SES’, publicado en 2016 en la ‘Revista de Neurología’, cada vez hay más evidencia científica de que “la falta de sueño deriva en intolerancia a la glucosa y diabetes, incremento de la actividad del sistema nervioso simpático e hipertensión, o reducción en la secreción de leptina [hormona que regula el apetito] y obesidad”. También apunta que se asocia con la aparición de enfermedades cardiovasculares, perfil lipídico aterogénico [depósitos de grasas en las paredes de las arterias], calcificaciones en las arterias coronarias o diversos tipos de cáncer. Y no solo eso. Este año, la Sociedad Española de Neurología (SEN) recordaba que “el mal sueño se considera como un desencadenante o riesgo para determinados trastornos neurológicos, como ictus, párkinson, alzhéimer o diversas enfermedades neuromusculares”.

Insomnio: la epidemia nocturna de este siglo

En un entorno agradable (sin ruidos ni luz, y entre 18 y 21 ºC de temperatura), puede que nos resulte complicado iniciar el sueño en menos de 20 o 30 minutos, durmamos a trompicones o hasta nos despertemos antes de la hora. Pero si, además, se ve afectada nuestra calidad de vida y actividad diurna (con somnolencia, fatiga, déficit cognitivo con falta de concentración, de atención o de memoria, cambios de humor, cefaleas, afectación psicomotora…), el diagnóstico clínico será insomnio. Se trata del trastorno del sueño más frecuente. Más de cuatro millones de españoles lo padecen de manera crónica, según la SEN y, entre un 20 y un 48 % de la población, de forma transitoria. En el insomnio crónico, las dificultades con el sueño suceden más de tres veces por semana y, al menos, durante tres meses; en el de corta duración, no llegan a tres meses. Es más común en mujeres y en personas mayores de 65 años.

Insomnio portatil

Imagen: 809499

Las causas de la llamada “epidemia nocturna del siglo XXI” son variadas. Según Odile Romero, jefa de la Unidad del Sueño del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona, el actual estilo de vida occidental tiene mucho que ver: “La crisis, los problemas económicos o de familia, el estrés o una sociedad de consumo cada vez más competitiva no favorecen el cuidado del sueño ni su calidad. Y las redes sociales, los dispositivos móviles o los horarios de la tele tampoco ayudan. Dormir no es perder el tiempo. Hay que cuidar el sueño, igual que, por salud, cuidamos la alimentación, controlamos la tensión o hacemos deporte”.

El insomnio también puede ser causado por el consumo de sustancias estupefacientes (como hachís, cocaína o anfetaminas) y los efectos secundarios de fármacos, otros trastornos del sueño-vigilia (del ritmo circadiano, apneas, piernas inquietas…) y enfermedades médicas (gastrointestinales, reumatológicas…) y psiquiátricas (depresión, ansiedad, trastornos por estrés postraumático…): unos factores que habrá que tratar de manera integral en unidades especializadas. “Los emocionales son muy importantes, porque si estamos ocupados, nerviosos o deprimidos, el ánimo está bajo o el grado de ansiedad es más crónico o prolongado, será más fácil tener problemas para conciliar el sueño”, señala Iván Egusquiza, psicólogo del Instituto de Investigaciones del Sueño de Madrid.

Cómo solucionar el problema

Ante el insomnio, lo conveniente es buscar ayuda profesional; dos tercios de las personas que padecen este tipo de problemas no recurren a ella. Y nada de automedicarse, algo que hace al menos un 5 % de los pacientes, según la SEN. Lo primero que hay que hacer es ir al médico de atención primaria. “No tenemos en nuestro país suficientes unidades para poder abordar este trastorno”, reconoce Romero, por lo que este profesional es el primero al que hay que acudir.

Trasladar unas normas de higiene del sueño y recetar un fármaco hipnótico (somníferos) suelen ser las respuestas. Pero tanto la médica como el psicólogo recelan del abuso de la medicación. “Hay un grave consumo de hipnóticos, sobre todo en gente mayor. La mayoría de las veces cronifican el problema: no lo curan y no tratan la raíz de la cuestión. Y no están exentos de efectos secundarios: crean adicción, tolerancia, insomnio de rebote…”, comenta la experta. “Las benzodiacepinas, tomadas por un tiempo prolongado, suelen producir despertares tempranos, agravar el problema y provocar deterioro cognitivo leve”, sostiene Egusquiza.

Dormir

Imagen: Wokandapix

Terapia personalizada

Si tras uno o dos meses continúa el problema, la experta recomienda pasar a un tratamiento diferente: el médico de cabecera derivará al insomne a unidades de sueño y centros especializados. “Será como un traje a medida de cada paciente, muy personalizado”, define Romero. ¿Caben la aromaterapia, sonidos que duermen, colores que relajan o colchones de última generación que incitan al sueño? “Hay mucha literatura, pero ningún estudio que demuestre que funcionan de forma significativa. Pero si alguien dice que le va bien, adelante”, anima.

Lo que sí se aplica en el insomnio psicofisiológico (relacionado con la ansiedad y el estrés) es la terapia cognitiva-conductual, desarrollada en muchas unidades del sueño, públicas y privadas. Eficaz en el 70 % de los casos, tal y como sostiene la Sociedad Española de Neurología, dura entre 6 y 8 semanas y dota al paciente de las herramientas y técnicas personalizadas para recuperar su sueño. Su coste va a depender del tipo de intervención (si es grupal o individual) y del rango de edad, pero oscila entre 400 y 600 euros.

Se trabajan los niveles de conductas, cuerpo y mente y los factores que influyen en el sueño”, resume Egusquiza. En el primer nivel, el conductual, se utiliza un diario de sueño del paciente, donde se apunta la hora de acostarse, el tiempo que tarda en dormirse, la frecuencia con que se despierta y la hora de levantarse, para ir regulándolo con técnicas nocturnas y diurnas que puedan serle efectivas. El segundo plano se centra en relajar el cuerpo y la mente y prepararlos para la cama y el sueño. Y el tercero es más psicológico y emocional. “Trabajamos con técnicas para el manejo de los pensamientos relacionados y de la regulación de las emociones que pueden estar afectando al sueño”, explica el psicólogo.

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