Entrevista

“Casi todo es reversible en el hígado, salvo cuando hay una cirrosis muy establecida”

Trinidad Serrano, jefa de Hepatología del Hospital Clínico Universitario 'Lozano Blesa' de Zaragoza
Por Francisco Cañizares de Baya 28 de julio de 2022
Trinidad Serrano hematóloga
Los virus de la hepatitis B y C son responsables de la mitad de los casos de cirrosis hepática y ocho de cada diez casos de cáncer primario de hígado en el mundo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). La hepatitis es un problema de salud pública que se agranda en los países pobres, huérfanos muchas veces de tratamientos para hacerle frente o de vacunas para prevenirla, según el tipo de virus. En 2010 la OMS designó el 28 de julio como el Día Mundial contra la Hepatitis, una jornada con la que pretende hacer un llamamiento para la lucha integral contra la enfermedad. Trinidad Serrano, jefa de Hepatología del Hospital Clínico Universitario ‘Lozano Blesa’ de Zaragoza, aborda en esta entrevista la trascendencia de los distintos tipos de hepatitis y la importancia que las vacunas y otros tratamientos han tenido en los países occidentales. Es un modelo que la OMS pretende extender al resto del mundo.

¿Qué ocurre en el cuerpo cuando una persona tiene hepatitis?

La hepatitis aguda y la crónica son dos enfermedades con manifestaciones clínicas distintas. En la aguda se produce una inflamación muy rápida del hígado que hace que declinen un poco las funciones que realiza. Además de inflamación, puede aparecer ictericia, a veces unas décimas de fiebre, molestia abdominal… La mayoría de las hepatitis agudas se curan solas, no necesitan tratamiento. Pero hay algunas en las que no se elimina el virus y cronifican. Los síntomas son mucho más silentes, el paciente no nota nada, a veces solo un poco de cansancio. Casi siempre se diagnostican porque hay una alteración en los niveles de transaminasas. 

¿Cómo es posible que una infección aguda sin resuelva sin más?

Porque, igual que con otros virus, tu propio sistema inmune es capaz de resolver la infección. Hay que precisar que, en algunos casos, muy pocos, el cuadro inflamatorio puede ser tan grave que causa una destrucción prácticamente total del hígado. En esos casos se produce lo que conocemos coloquialmente como hepatitis fulminante y se requiere un trasplante hepático.

Si la hepatitis crónica no suele dar síntomas, ¿cómo se detecta?

La detección suele ser casual. Por unos análisis rutinarios, por ejemplo, como los que se hacen en las empresas. 

¿Qué pronóstico tiene una hepatitis crónica? 

Hay unas más agresivas y otras menos. Evolucionan, van inflamando el hígado y haciendo daño poco a poco. Producen fibrosis (acumulación de tejido cicatricial sin células) y al final acaba en una cirrosis hepática. En ese momento sí pueden aparecer síntomas y, de hecho, hay hepatitis crónicas que se diagnostican en esa fase.

¿Cuáles son los factores que influyen en que un caso leve se convierta en grave?

Unos tienen que ver con el paciente, de lo preparado que esté el organismo para luchar contra el virus, es decir, que tenga mejor o peor inmunidad. Por otra parte, hay virus que de por sí son más agresivos. En algunos casos también es importante la vía de transmisión. Por ejemplo, en algunos países del sudeste asiático o del África subsahariana es frecuente que los niños se contagien de hepatitis B en el momento del nacimiento y acaben teniendo hepatitis crónica. La sufren de manera muy suave, pero cronifica y con el tiempo pueden sufrir un daño hepático importante. 

¿Influye la edad en la que se produce la infección en un pronóstico más o menos grave de la hepatitis crónica?

Sí, y probablemente tiene que ver con la situación del sistema inmunológico. Las personas mayores pueden tenerlo más debilitado. 

En los países occidentales disponemos de tratamientos para algunas hepatitis y de vacunas para otras, pero, ¿cuál es la repercusión de la enfermedad en los países pobres que no tienen acceso a esos recursos? 

Podemos ejemplificar el impacto de un tratamiento hablando de la hepatitis C. No hay vacuna, pero desde 2015 tenemos tratamientos que la curan. Eso ha producido que haya dejado de ser una de las causas más importante de cirrosis (la primera es el alcohol). Ya casi no hay pacientes que entran en lista de espera de trasplante hepático por hepatitis C. Es una enfermedad que se va a eliminar casi seguro. Sin embargo, muchos países no tienen acceso todavía a estos tratamientos, aunque hay algunos, como Egipto o India, que los han fabricado como genéricos. 

¿Qué impacto han tenido los tratamientos en el resto de hepatitis?

La hepatitis A no requiere tratamiento, se cura sola en la mayoría de los casos. En la hepatitis B disponemos de una vacuna y es muy eficaz. Existe un tratamiento que no es óptimo porque inhibe el virus, pero no lo elimina, con lo cual hay que mantenerlo de por vida. En Europa hay muchos menos casos de hepatitis B gracias a la vacuna. Sin embargo, en los países pobres tampoco tienen acceso a ella, que sería una manera de prevenir la infección. 

¿Qué importancia tienen las vacunas en la prevención de los distintos tipos?

Tenemos vacuna de la hepatitis A y la B. La primera se está poniendo ahora en la gente joven porque no ha tenido contacto con el virus y está poco protegida. El impacto ha sido muy grande en la hepatitis B porque es más grave, puede cronificar y producir cirrosis hepática; y también está relacionada con el cáncer de hígado. La vacuna se incorporó hace muchos años a los programas de vacunación y la prevalencia se ha reducido de forma importante.

¿Por qué hay más dificultad para elaborar una vacuna contra la hepatitis C? 

Porque el virus tiene una capacidad de mutación muy importante, y es muy difícil hacer una vacuna que inmunice contra cualquier posible variante. El virus se defiende muy bien contra las vacunas. 

¿Puede sufrir hepatitis una persona vacunada?

Es muy poco probable, pero posible en personas inmunodeprimidas. A veces, aunque se les proporcionen dosis de recuerdo, no se llega a conseguir un buen grado de inmunidad. 

Algunos tipos de hepatitis se transmiten por mantener relaciones sexuales sin protección. ¿Se observa un incremento de casos por este motivo?

La hepatitis B se transmite por vía parenteral (a través de la piel, por inyecciones, etc.), pero de forma muy importante por vía sexual. La hepatitis C es más difícil que se transmita de esta manera, pero ocurre cuando hay prácticas sexuales en las que se dan microrroturas en la mucosa y hay contacto con sangre. Se contagia más entre hombres que tienen sexo con hombres. Y ha habido brotes epidémicos en algunas fiestas de sexo en grupo. Por el mismo motivo también ha habido brotes de hepatitis A, que en principio no se transmite por vía sexual.

Hace unos meses se registró un caso de hepatitis A en EE. UU. y Canadá tras el consumo de fresas procedentes de México, y en Líbano han sufrido también brotes por falta de agua potable. ¿Tan importante es la higiene?

Los contagios se producen por haber existido algún contacto con aguas poco limpias. Por eso, el lavado de manos y la higiene de los alimentos es básica. De ahí que sean tan importantes los consejos que nos dan cuando nos vamos de viaje: no consumir agua del grifo, hielos, etc., cuando no hay garantía de que el agua esté potabilizada. El lavado de manos, lo hemos grabado con sangre con la pandemia y nos tiene que quedar como hábito básico, entre otras cosas, para no contagiarse de este tipo de hepatitis. 

¿Hay personas más vulnerables que otras a la hepatitis?

En las personas inmunodeprimidas, además de ser más vulnerables a infectarse, su cuerpo no resuelve esa infección, se cronifica. Por otra parte, hay muchos factores que inciden en que la velocidad de agresión del virus sea diferente en unas personas que en otras. En algunas, el virus nunca llega a hacer mucho daño y en otras, en 10 o 15 años produce cirrosis. Entre otros factores, está el alcohol, que actúa como acelerador de la hepatitis: hace que el daño se produzca de forma más rápida. El consumo de cannabis y el tabaco también favorecen la fibrosis del hígado, así como tener hígado graso o algún otro tipo de enfermedad hepática, que aumenta ese daño. 

El hígado graso se ha convertido en una epidemia. ¿Es una enfermedad reversible?

Tiene marcha atrás, si se cambian los hábitos alimenticios y se hace ejercicio. Se sabe que perdiendo el 10 % del peso se puede revertir el depósito de grasa y la inflamación que produce. Casi todo es reversible en el hígado, salvo cuando ya hay una cirrosis muy establecida. Tiene una gran capacidad de regeneración, es capaz de aumentar su tamaño, podemos vivir con menos hígado del que tenemos, es un órgano portentoso. A pesar de todo, cuando lo dañas, es un órgano vital y un daño grave es incompatible con la vida. 

¿En ese momento la única solución es el trasplante?

Cuando aparecen complicaciones por la cirrosis, como hemorragias, acúmulo de líquido en la tripa o un tumor, la mejor solución hoy por hoy es un trasplante hepático. Sin embargo, no es posible en todos los casos. 

¿Hay mucha lista de espera?

Se ha reducido mucho gracias al control de la hepatitis C. Hasta hace unos años había una mortalidad en torno al 15 % en los pacientes en lista de espera, pero ha bajado mucho porque ahora ya tenemos cura para la hepatitis C. No obstante, sigue habiendo más pacientes que órganos disponibles. 

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