Trastorno límite de la personalidad

Más del 2% de los españoles sufren problemas de inestabilidad y adaptación debido a una personalidad mal construida
Por José Andrés Rodríguez 30 de mayo de 2010
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Imagen: cararr

Impulsividad, sentimiento de vacío, miedo al abandono real o imaginario, relaciones interpersonales inestables, crisis de identidad e inestabilidad afectiva. Estos son los síntomas más característicos del trastorno límite de la personalidad, que aprisionan a más de un 2% de la población en una vida llena de sufrimiento. Un trastorno límite de la personalidad (conocido en inglés como “borderline”) consiste en un patrón generalizado de inestabilidad en las relaciones personales, la propia imagen y las emociones, así como una intensa impulsividad.

El trastorno límite de la personalidad es una de las enfermedades mentales más frecuentes. Conlleva un importante sufrimiento, no sólo para la persona que lo padece sino también para sus familiares y amigos. Es necesario diagnosticarlo e iniciar un tratamiento para prevenir posibles conductas autolesivas que pueden acabar en un intento de suicidio. Las personas que lo sufren tienen serias dificultades para adaptarse a un trabajo o ser constantes en los estudios, a menudo tienen problemas con las drogas o el sexo compulsivo y sufren ataques de ira, entre otros.

Por todo ello, con frecuencia, se les «tacha» de gamberros o adictos. Este trastorno se reconoció de manera oficial como diagnóstico en 1980 y es difícil de detectar para los especialistas porque se puede confundir con hiperactividad, problema de abuso de sustancias o trastorno de ansiedad.

El problema está en la personalidad

El problema radica en la personalidad, que es la forma de actuar, la manera de relacionarse con el entorno e interpretarlo. De este modo, si no está bien construida, todas las áreas de la vida se ven afectadas y se tambalean. El trastorno límite de la personalidad se puede diagnosticar en la adolescencia, aunque lo más frecuente es detectarlo al inicio de la edad adulta, a partir de los 18 años, cuando la personalidad debería ser más estable. Es más habitual en mujeres (un 70% de los casos) que en hombres.

Sus causas no están definidas por completo. Por un lado, se cree que puede haber una vulnerabilidad biológica o un problema funcional entre las áreas cerebrales que regulan las emociones y las zonas más racionales. Pedro Yscadar, psiquiatra y analista del Hospital Sagrat Cor de Martorell (Barcelona), señala que «además suele haber una historia personal de experiencias traumáticas, padres negligentes o abusos sexuales».

Riesgos del límite

Las personas que sufren este trastorno son muy impulsivas, con gran inestabilidad emocional y que establecen relaciones de muchísima dependencia. Un dato alarmante es que uno de cada diez pacientes con trastorno límite de la personalidad se suicida. «Un intento de suicidio es uno de los principales motivos por los que acuden a urgencias -explica Yscadar-. A un afectado le deja la pareja y, en un impulso, por ser incapaz de controlar la frustación, se autolesiona. La autodestrucción es un peligro real».

Entre los tratamientos indicados destaca la terapia dialéctico-conductual, que busca equilibrio entre la aceptación y el cambio

La dependencia es otra de las señales características de este trastorno. Por eso sufren tanto si se rompe una relación o imaginan que alguien les puede abandonar. «Esa necesidad de los demás, sumada a su impulsividad e inestabilidad, provoca que sus relaciones sean muy conflictivas. Para ellos, todo está afuera. Se quejan de que los demás no les entienden, no les ayudan o no les dan lo que necesitan para estar bien», añade Yscadar. Esta dependencia de los demás lleva a numerosas personas a una búsqueda desesperada de sexo, pero no como un modo de sentir placer, sino para obtener una fusión emocional con el otro.

Psicofármacos y psicoterapia

Los tratamientos que se prescriben para este trastorno son, en su mayoría, una combinación de psicofármacos y psicoterapia. «Los antidepresivos funcionan muy bien, porque les ayudan a regular su estado de ánimo y la impulsividad, que tiene un importante componente biológico», comenta Yscadar. Entre las psicoterapias, algunas de las más empleadas son la cognitivo-conductual o las de corte psicoanalítico. En el psicoanálisis se busca un espacio para la reflexión, para el manejo de la ansiedad y la frustración. La función del psicoanalista es contener la ansiedad y proponer un lugar para la reflexión.

En los últimos años, se ha desarrollado un tratamiento psicoterapéutico específico para el trastorno límite de la personalidad: la terapia dialéctico-conductual, «que se fundamenta en un equilibrio entre la aceptación y el cambio», señala Beatriz López, psicóloga clínica y psicoterapeuta del Centro de Terapia Dialéctico Conductual TLP Tratamientos. «La aceptación de tal como es y se siente el paciente», agrega.

El afectado debe aceptar sus emociones negativas. Si afirma que está loco porque no ha ido a trabajar ya que estaba muy mal, se le dice que, en su situación, quizá es normal no ir al trabajo. Así aprende a aceptarse. También se busca el cambio de conductas que no son adaptativas. Se utilizan técnicas conductuales como la extinción: «Si el paciente está en una sesión de grupo y no deja de molestar, no se le presta la atención que busca. Se fuerza que deje de actuar de este modo».

También se emplean técnicas dialécticas, como la del «abogado del diablo». A menudo, el paciente verbaliza que hace todo mal y que no sirve para nada. Esta técnica consiste en darle la razón. El terapeuta respalda sus quejas y, de este modo, «empieza a ver que tiene cosas positivas, que no lo hace todo mal». La terapia dialéctica-conductual se aplica en muchas de las unidades de tratamiento especializadas en el trastorno límite de la personalidad, en centros públicos y privados de España.

Se combinan las sesiones individuales (1 hora, una vez por semana) y las de grupo (de 1 a 1,5 horas, una vez por semana). En las sesiones de grupo, «se aprenden habilidades sociales, de regulación emocional y de tolerancia al estrés, entre otras», mientras que en las individuales se trabajan aspectos de aceptación, reducción de la ansiedad o las crisis de identidad. Otra opción es la atención telefónica, aunque siempre se plantea de una forma individualizada, ya que el objetivo es reforzar habilidades y no resolver problemas o crisis, aclara la experta.

¿Es posible curarse?

Es difícil decir que una persona con trastorno límite de la personalidad está curada. En muchas ocasiones, el éxito consiste en reducir los síntomas para que la vida diaria del afectado mejore. «Si durante unos cinco años, un individuo no manifiesta síntomas, se puede decir que ya no es está enfermo», explica López. El tratamiento dialéctico-conductual dura un año, como mínimo, aunque la media de los tratamientos acostumbra a ser de dos a tres años.

Resulta más sencillo cambiar las conductas que los sentimientos, como las crisis de identidad o el sentimiento de vacío. Otro aspecto importante de la terapia dialéctico-conductual es que otros profesionales homólogos supervisan a los psicoterapeutas. «Por eso, esta terapia es dialéctica. Muchos pacientes tienen tales problemas de crisis y desrregulación emocional, que el psicoterapeuta necesita a otros profesionales para disponer de un apoyo y otros puntos de vista», indica López.

SENTIMIENTO CRÓNICO DE VACÍO

Uno de los síntomas característicos del trastorno límite de la personalidad es el sentimiento crónico de vacío. Los afectados manifiestan que se sienten perdidos y que no saben quiénes son. Para sus allegados puede ser difícil de entender, sobre todo, en el caso de las personas adultas. Como señala Beatriz López, ese sentimiento de vacío tan angustiante está relacionado con “sus problemas de identidad. El sentimiento de sí mismos es muy inestable. No saben tomar decisiones. Cuando están a punto de conseguir algo, echan a correr”.

No es un problema de baja autoestima o inseguridad, aclara la especialista, sino que no han construido una identidad porque les resulta muy difícil tomar decisiones, saber qué sienten y anticipar cómo se sentirán o construir un proyecto de vida con una pareja. Este síntoma explica, en parte, su gran dependencia de los demás. Les necesitan para sentirse en tierra firme, porque en soledad ese sentimiento de vacío les puede ahogar.

A menudo, intentan llenar ese vacío con sexo, drogas o comida, entre otros. Evitan la soledad y se aburren con facilidad porque nada les llena. Este es el síntoma que menos se beneficia de la medicación, porque no hay pastilla que proporcione la identidad.

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