Un neumólogo aconseja siestas cortas «de 10 minutos o media hora» en los meses de verano

Recuerda que el calor de esta época produce "interrupciones en el sueño haciéndolo superficial"
Por EROSKI Consumer 23 de julio de 2004

Es recomendable durante el verano echarse una siesta corta, «de 10 minutos o media hora», ya que se ha comprobado que es «reparadora, beneficiosa y disminuye el cansancio del individuo, e incluso la incidencia de una patología cardiovascular», señaló hoy el jefe del servicio de Neumología y coordinador de la Unidad de Sueño de la Fundación Jiménez Díaz-UTE, Nicolás González Mangado.

La siesta es «un mecanismo normal y fisiológico del organismo, que tiene una tendencia natural a dormir en esa hora, y no algo impuesto por una costumbre», apuntó este experto. Sobre su duración, recomendó que no exceda de media hora para que «no afecte a la calidad del sueño del resto del día».

Por otro lado, González Mangado recordó que el calor típico de esta época del año produce «interrupciones en el sueño haciéndolo superficial», cuando las personas «necesitan tener un sueño profundo para poder tener la sensación de que se ha descansado y al día siguiente estar despejado y fresco». En cambio, un sueño «muy interrumpido y muy superficial no es reparador».

Sin embargo, subrayó que el calor tiene peores consecuencias en el caso de los cambios bruscos de temperatura, ya que éstos requieren «un tiempo de adaptación y no se trata solamente de la temperatura absoluta». «Si en junio hay un brusco aumento de temperatura, la sensación térmica, la sensación de agotamiento y la calidad del sueño es mucho peor que luego a finales de julio con una temperatura similar», apuntó.

Ante los efectos del calor en el sueño, el neumólogo reconoció que «las personas no pueden hacer mucho» y descartó rotundamente el tomar sedantes, «algo no recomendable porque muchas veces no sólo no se soluciona el problema, sino que incluso lo pueden empeorar, sobre todo en el caso de gente con patologías ocultas».

En estos casos, González Mangado aconsejó tomar «medidas caseras, típicas de los pueblos, como tener las ventanas de la casa cerradas durante el día para que no entre calor en las habitaciones y abrirlas por la noche para que refresque», o recurrir al aire acondicionado, «pero siempre a una temperatura no demasiado fría».

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