Beneficios y riesgos de la lactancia artificial

Por José Juan Rodríguez Jerez 23 de abril de 2003

La práctica totalidad de organismos y sociedades científicas reconocen la lactancia natural como el alimento de elección para los lactantes durante el primer semestre de vida. No obstante, a menudo se hace necesaria la lactancia artificial. Las leches maternizadas suponen una buena opción, pero es preceptivo estimular a la industria para que investigue en mejores fórmulas e informar al consumidor de los riesgos de una manipulación inadecuada.

La composición de la leche materna varía entre las distintas mujeres e incluso en la misma mujer en función de la duración de la lactancia, de la hora del día o de si se trata del momento inicial o final de una tetada. Aunque el régimen alimentario y otros factores maternos influyen en la composición de la leche, distintos estudios han sugerido que en ésta los cambios se adaptan en gran medida a las necesidades y prioridades nutricionales del lactante, sobre todo en los primeros meses de vida. Posteriormente, su composición es más dependiente de la dieta y de la composición corporal de la madre.

Las leches maternizadas deben consumirse tras su preparación, ya que se alteran con facilidad y facilitan la proliferación de microorganismos

El contenido en lactosa y en hidratos de carbono en general es elevado, en particular durante los primeros meses de la lactancia, en comparación con la leche de vaca o las fórmulas infantiles. Los oligosacáridos, prácticamente ausentes en la leche de vaca, tienen un importante papel metabólico e inmunológico como por ejemplo en la síntesis de gangliósidos y esfingolípidos cerebrales, como inhibidores de la adhesión bacteriana a las superficies epiteliales y como favorecedores del crecimiento de bifidobacterias en la flora intestinal.

La grasa constituye el principal aporte energético (aproximadamente el 50%). Los ácidos grasos principales son el oleico, palmítico, linoleico y alfalinolénico, junto a los ácidos grasos de cadena muy larga (más de 20 átomos de carbono), en especial el ácido araquidónico y el ácido docosahexaenoico, imprescindibles para el desarrollo neural y de la retina.

El índice de proteínas séricas/caseína es elevado (90/10) al inicio y desciende rápidamente durante el curso de la lactancia a 60/40 en la leche madura y 50/50 al final de la lactancia. Debe tenerse presente la alta concentración de nitrógeno no proteico, cuyo significado nutricional se desconoce.

Minerales y vitaminasLa diferente concentración de minerales y vitaminas en la leche de mujer y en las fórmulas infantiles debe ser valorada en términos de biodisponibilidad, significativamente mayor en la primera. La fracción absorbida de hierro alcanza el 40-70% del aportado por la leche materna frente al 10-25% del contenido en las fórmulas. Esto hace posible que, siendo baja la concentración del hierro en la leche de mujer, la mayoría de los lactantes alimentados a pecho no presenten deficiencia de hierro durante el primer semestre de vida. El contenido de calcio es relativamente bajo, pero la proporción calcio/fósforo favorece su absorción. Otro ejemplo es el posible aporte deficiente de vitamina D, ya que si bien se ha observado que los valores de 2,5 hidroxivitamina D son significativamente más bajos en los niños alimentados con leche de mujer que en los alimentados con fórmula, no se demuestran diferencias ni en el contenido óseo mineral ni en los valores de osteocalcina, por lo que se especula que esta absorción mineral adecuada podría deberse a la existencia de un mecanismo de transporte pasivo independiente de la vitamina D.

Por otra parte, en la leche humana existen muchos factores funcionales que permiten un mejor desarrollo del niño. Entre ellos, sustancias con acción hormonal o con actividad protectora contra infecciones potenciales, tanto de virus como de bacterias.

Beneficios sobre la salud

La alimentación del lactante con leche humana supone una mejor regulación metabólica, mayor protección inmunológica, y menor riesgo de sensibilidad alérgica, morbilidad infecciosa y muerte súbita y probablemente un mejor desarrollo emocional e intelectual, gracias a una mayor relación con la madre y un mayor sentimiento de protección. Al mismo tiempo se evidencia una menor incidencia de algunas enfermedades a medio y largo plazo, tales como la diabetes mellitus, la enfermedad de Crohn, la obesidad o la enfermedad cardiovascular.

Los beneficios demostrados de la lactancia materna han hecho de su promoción una prioridad pediátrica. Sin embargo, hay situaciones en las que la lactancia materna no es posible. Entre ellas, una insuficiente producción de leche por parte de la madre, algunas enfermedades de tipo infeccioso o adictivo, así como problemas como las grietas, la reincorporación a la actividad laboral a las 16 semanas post-parto, o el cansancio de la madre ante una lactancia continua y dependiente. Estas causas, entre otras, hacen que la lactancia se prolongue sólo durante el primer trimestre.

LACTANCIA ARTIFICIAL

La lactancia artificial, aunque hoy en día no sea idéntica a la natural, no puede ser rechazada de plano. Por el contrario, se debería estimular a la industria para que continúe investigando en el desarrollo de fórmulas cuya composición cualitativa y cuantitativa se aproxime lo más posible a la leche humana, ya que supondría una mejora significativa en la alimentación de los lactantes.

Actualmente, la lactancia artificial se fundamenta principalmente en la mezcla de diferentes componentes como harinas de soja, leche en polvo o parte de los componentes de la misma. Normalmente se fabrican con harinas que deben reconstituirse con agua quedando el conjunto, en las dosis recomendadas, ajustado a las necesidades del recién nacido. En este producto existen una serie de riesgos, que el consumidor normalmente desconoce, y que requieren que sean conocidos y evitados.

De un lado, las materias primas empleadas se comercializan en polvo y sin refrigeración. Por tanto, podría darse una cierta contaminación microbiológica, aunque sin capacidad para multiplicarse en el producto previamente a su reconstitución. En cualquier caso, difícilmente podrá detectarse la presencia de patógenos, ya que se trabaja siempre con producto pasteurizado.

Sin embargo, tras la reconstitución en casa, la leche preparada es tan alterable como pueda serlo la leche cruda, por lo que un mantenimiento del producto a temperatura ambiente conlleva una multiplicación de las bacterias, lo que hace que se pierda calidad nutricional, que el producto se altere, e incluso, que pueda darse la proliferación de patógenos. En este caso es importante destacar que los biberones se han de preparar inmediatamente antes de su consumo. En ningún caso se puede recomendar la preparación del biberón y dejarlo en el frigorífico y menos a temperatura ambiente.

La presencia de patógenos se relaciona habitualmente con una manipulación inadecuada durante la preparación del biberón. Por ello es altamente recomendable que quien efectúe esta preparación mantenga unas mínimas condiciones de higiene personal.

Del mismo modo, si el biberón no se ha lavado, desinfectado o esterilizado adecuadamente, multitud de microorganismos podrán multiplicarse en los restos de la leche, lo que incrementará significativamente el peligro de infección alimentaria.

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