Por qué el yogur no tiene fecha de caducidad

El etiquetado del yogur solo debe indicar la fecha de consumo preferente: aunque la textura o el sabor cambien con el tiempo, es un alimento seguro si se conserva de manera adecuada
Por EROSKI Consumer 21 de mayo de 2021
yogur fecha caducidad
Imagen: Jackie Matthews

Los yogures no tienen fecha de caducidad. Y esto es así desde hace años. En concreto, desde 2014, cuando el entonces Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente (MAGRAMA) estableció que este alimento solo debería indicar una fecha de consumo preferente (no de caducidad), determinada por los fabricantes. La medida, recogida en el Real Decreto 271/2014, pretendía simplificar el etiquetado, adaptar la legislación española a la europea y reducir el desperdicio alimentario. ¿Por qué volvemos a hablar de esto ahora, en pleno 2021?

El etiquetado del yogur, como ocurre con la mayoría de los productos alimentarios, se rige por la normativa horizontal europea sobre higiene de los alimentos. Esto significa que son las industrias alimentarias las que determinan el tipo de fecha para cada producto, así como su límite temporal.

  • Hasta 2013, la normativa para el yogur se basaba en el Real Decreto 179/2003, que obligaba a establecer una fecha de caducidad de 28 días desde su elaboración.
  • En 2014, el Real Decreto 271/2014 sustituyó la fecha de caducidad de las etiquetas por una de consumo preferente, que debía (y debe) fijar el fabricante según estrictos protocolos de calidad y seguridad. La medida se enmarcaba en la campaña ‘Más alimentos, menos desperdicio’, cuyo objetivo para 2025 era reducir a la mitad la comida que se tira.

No todos los productores de yogures recibieron bien el cambio normativo. Algunos sostenían que la fecha de caducidad debía mantenerse, si acaso ampliándola de los 28 días que tenían en ese momento a los 35 días que tienen en la actualidad. De hecho, ese fue uno de los acuerdos a los que se llegó entre la Administración y los fabricantes. Otros productores sí adoptaron la medida y, desde ese momento, empezaron a utilizar una fecha de consumo preferente en lugar de la fecha de caducidad.

Ahora, en 2021, una conocida marca de yogures ha anunciado que suprimirá la fecha de caducidad de sus productos, y el tema vuelve a ponerse de actualidad, aunque, como vemos, no es nuevo. En este artículo te explicamos en qué consiste la fecha de caducidad y la de consumo preferente y hasta cuándo puede ser seguro el yogur.

De fecha de caducidad a fecha de consumo preferente

Tanto la fecha de caducidad como la de consumo preferente son una indicación de que el alimento puede sufrir modificaciones que pueden afectar bien a sus características organolépticas o a su seguridad. Tal y como establece el Reglamento (UE) 1169/2011 sobre la información alimentaria facilitada al consumidor, cada fecha indica aspectos distintos:

La fecha de caducidad

📆  La fecha de caducidad se encuentra sobre todo en alimentos muy perecederos desde el punto de vista microbiológico, como pescado fresco o carne picada. Son productos con una vida útil muy corta que requieren refrigeración. Es muy importante seguir las recomendaciones de conservación para evitar que el alimento se deteriore más rápido. Después de la fecha indicada, su consumo no se considera seguro. En la etiqueta, el día viene precedido por «fecha de caducidad»; día, mes y año (este último opcional); y condiciones de conservación. Cada porción individual lleva la fecha de caducidad.

La fecha de consumo preferente

📆  La fecha de consumo preferente indica a partir de qué fecha los alimentos pueden empezar a perder características como el aroma o la textura. Señala que, tras superar la fecha, el producto no mantiene al 100 % la calidad. Puede haber perdido algunas de sus propiedades, pero es seguro. Viene advertida por «Consumir preferentemente antes del» día, mes y año o día y mes, si es inferior a tres meses; o «Consumir preferentemente antes del fin de» mes y año (3 a 18 meses) o año (más de 18 meses).

¿Hasta cuándo es seguro el yogur?

El yogur se elabora a partir de leche fresca pasteurizada que, después de pasar por un proceso de fermentación, se convierte en un producto ácido. La combinación temperatura-acidez dificulta el crecimiento de microorganismos perjudiciales para la salud, aunque sus características organolépticas pueden verse alteradas. Es decir: a medida que pasa el tiempo, la textura y el sabor pueden cambiar. Los yogures tienden a ser más ácidos y menos consistentes. Pero son seguros.

Por supuesto, para que sean seguros, tanto antes como después de la fecha de caducidad, es imprescindible respetar las condiciones de conservación. Esto es: no romper la cadena de frío en ningún momento del proceso y seguir las recomendaciones de uso. Antes de tomar un yogur, debemos asegurarnos de que se ha conservado a unos 5 ºC (o según las indicaciones del fabricante) y que el envase está bien cerrado y no esté roto o deformado. En el momento de hacer la compra, siempre es conveniente adquirir los productos que tengamos intención de consumir en el plazo indicado, para evitar el desperdicio de alimentos.

¿Se puede poner malo el yogur?

Sí, pero las probabilidades son bajas si respetamos las condiciones de conservación. «El yogur se elabora con leche pasteurizada, tiene un pH bajo, un elevado número de bacterias ácido-lácticas y se conserva a temperatura de refrigeración. Todo eso reduce mucho la probabilidad de encontrar microorganismos patógenos», explica Miguel A. Lurueña, doctor en Ciencia y Tecnología de los Alimentos. «En este aspecto —añade—, el principal riesgo a tener en cuenta es el posible desarrollo de mohos, en caso de que el producto esté contaminado previamente, pero es algo perceptible, muy poco frecuente y se puede solventar con una ‘fecha de consumo preferente’, igual que en un pan de molde».

Despilfarro alimentario, un desafío global

En España el despilfarro alimentario supone 7,7 millones de toneladas de alimentos al año. Según un informe de la Comisión Europea, el 42 % del desperdicio de alimentos en la Unión Europea procede de los hogares, y la mayoría podría evitarse, si se siguieran otros hábitos de consumo, compra y gestión de los alimentos. Somos el séptimo país europeo que más alimentos desecha.

Según un estudio de la Asociación de Fabricantes y Distribuidores (AECOC), solo un 15 % de los hogares españoles asegura no tirar nada de comida a la basura. El 70 % de las familias admite que desecha comida por “descuido y pereza” y son los jóvenes de entre 25 y 34 años —mayoritariamente hombres— los que menos sensibilizados están al respecto. Un 78 % de las familias reconoce que tira fruta a la basura; un 59 % afirma que hace lo mismo con el pan; y un 42 % hace lo propio con los alimentos envasados. En líneas generales, más del 50 % de los consumidores declaran comprar más alimentos de los que debía y casi el 30 % percibe que acaba siempre tirando comida.

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