Conocimiento sobre el riesgo alimentario

El conocimiento de los consumidores estadounidenses del riesgo alimentario es cada vez mayor, aunque existen lagunas sobre cómo manipular un alimento de forma segura
Por Marta Chavarrías 18 de octubre de 2007

El ámbito alimentario cuenta desde hace años con numerosas medidas de acción destinadas a garantizar la inocuidad de los productos. A pesar de los esfuerzos emprendidos en este campo, algunas investigaciones continúan poniendo en evidencia que la información y las advertencias que llegan al consumidor no se perciben en la mayoría de los casos de forma eficaz. Así lo corrobora un estudio estadounidense, según el cual nueve de cada diez consumidores no conocen con exactitud qué alimentos son los que plantean una amenaza frente a brotes de intoxicaciones y cuál es la mejor manera de manipularlos para reducir este riesgo.

La mayoría de los consumidores estadounidenses conocen el riesgo que supone el consumo de alimentos con bacterias patógenas como E.coli o Listeria, la primera de ellas responsable de brotes de intoxicación registrados en al menos diez estados estadounidenses a principios de este mes de octubre. Según una macro-encuesta realizada por expertos del país, la mayoría de los consumidores conocen las fuentes potenciales del riesgo, es decir, son capaces de identificar qué tipo de alimentos son más peligrosos (huevos, carne y productos crudos), pero desconocen cuál es la mejor manera de cocinarlos y de consumirlos para reducir el riesgo. Atendiendo a los datos de los centros estadounidenses para el control y la prevención de las enfermedades (CDC, en sus siglas inglesas) desde 2004 han aumentado en un 50% las infecciones por E.coli, y en un 78% las provocadas por el patógeno Vibrio, causadas sobre todo por el consumo de crustáceos crudos. El centro estima que 76 millones de estadounidenses enferman cada año a causa del consumo de alimentos contaminados.

Localizar el riesgo

Una de las medidas que ya ha emprendido el gobierno estadounidense para poner freno a las consecuencias derivadas de una mala praxis en alimentación ha sido la publicación de la guía Microbiología del producto fresco. En ella se examinan los riesgos de patógenos a lo largo de toda la cadena alimentaria (cultivo, procesamiento, almacenamiento y venta) en productos frescos, asociados en los últimos meses a distintos brotes de intoxicaciones alimentarias en varias zonas del país, como el provocado por la presencia de E.coli en lechugas hace una semana, y que ha llegado a Canadá, o el provocado por el mismo patógeno en espinacas frescas envasadas en bolsas a finales de 2006 y que afectó a cientos de personas.

Con este panorama, la llegada de la guía podría ayudar en la lucha contra la contaminación de productos vegetales, que constituyen una de las principales fuentes de enfermedades producidas por alimentos. Los últimos datos indican que una adecuada manipulación de los productos frescos reduciría los casos de contaminación. Ello obliga a conocer los tipos de microorganismos más implicados, así como los alimentos más susceptibles de ser contaminados.

Más allá de las fronteras estadounidenses

En la misma línea que la estadounidense se manifiestan también los consumidores británicos, el 67% de los cuales aseguran «no entender» la información sobre la seguridad de los alimentos que se les proporciona. Este dato quedaría reflejado en las últimas cifras sobre las infecciones producidas por patógenos en alimentos que, lejos de disminuir, o bien se mantienen o aumentan en algunos casos. Así queda reflejado en el informe Las cuestiones relativas al riesgo, publicado a finales de 2006 en el ámbito comunitario en el que se hace especial hincapié en cómo perciben los consumidores europeos el riesgos alimentario y cómo responden a la información que reciben. En líneas generales, prácticamente la mitad de los consumidores europeos valoran de forma positiva el papel de las autoridades a la hora de informar acerca de los riesgos alimentarios.

CON EL CONSUMIDOR

Img riesgo listado

Las labores para proteger a los consumidores cuentan, desde el pasado mes de julio, con nuevas normas adoptadas por el Codex Alimentarius. El objetivo es claro: fijar principios para que puedan identificarse los principales riesgos alimentarios y que las autoridades competentes puedan actuar de forma eficaz. Reconocidas por el Acuerdo sobre la Aplicación de Medidas Sanitarias y Fitosanitarias de la Organización Mundial del Comercio (OMC), estas normas intentan adaptarse a los cambios en materia de alimentación. Así, algunas de ellas van dirigidas a evaluar ventajas o problemas en campos como el de la nanotecnología, así como a desarrollar líneas específicas para el control de la salmonelosis y la campilobacteriosis en aves.

Desde la Dirección General de Sanidad y Protección del Consumidor (DG Sanco) de la UE, cuya principal misión la seguridad alimentaria, así como la protección de los consumidores, se cuestionan cuáles son los principales desafíos a resolver para el periodo 2009-2014. ¿Confían los consumidores en los alimentos que adquieren? ¿Cuáles son las preferencias a la hora de comprar? Algunas de las acciones ya emprendidas incluyen la armonización de la legislación, la higiene en salud animal y nuevas reglas de bienestar animal. Ahora, los expertos han identificado aspectos fundamentales de cambio como mejorar la confianza del consumidor y respetar los cambios de tendencia en el consumo que se van produciendo.

Los avances en biotecnología, en nanotecnología y en tecnología de la información tienen el potencial de ayudar a mejorar la salud pública, la seguridad de los alimentos y la salud animal. Y la gestión del riesgo alimentario está estrechamente relacionada con estos avances científicos. Pero además, y según el informe Future Challenges Paper: 2009-2014, los riesgos alimentarios no sólo deben relacionarse con la seguridad y la calidad sino también con la «educación de los consumidores». Por ello, insiste en mejorar el «conocimiento» que tiene el consumidor del riesgo.

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