El impacto económico de los sistemas globales de inocuidad

La implementación de sistemas que aseguren la inocuidad a lo largo de la cadena alimentaria requerirá de fuertes inversiones en un mundo cada vez más global
Por José Juan Rodríguez Jerez 30 de septiembre de 2003

La actual tendencia a la mundialización del comercio de alimentos ha llevado a la FAO a replantear los diversos aspectos que atañen a su inocuidad. Para el organismo de Naciones Unidas, la única fórmula posible de limitar el riesgo de transmisión de toxiinfecciones es abordar de forma integral la cadena alimentaria, algo que, además de replantear los vínculos comerciales, obligará a rediseñar los sistemas de producción y distribución con altos costes para los agentes implicados.

En opinión del comité de expertos para la seguridad alimentaria de la FAO, la actual tendencia a la globalización que se vive en el mundo, difícilmente va a tener marcha atrás. Los efectos sobre el comercio, cada vez más transnacional y en manos de un número cada vez más reducido de agentes, aseguran los técnicos, obliga a reflexionar acerca de las consecuencias de la posible transmisión de riesgos a través de los alimentos, también afectados por este fenómeno. Del mismo modo, exige replantear cuestiones que van más allá de lo puramente normativo o de lo ceñido a un país o pequeño grupo de países. Los sistemas de producción, dice la FAO, deben revisarse de acuerdo con una estrategia global que interesa a todas las partes en cualquier rincón del planeta.

La FAO también es de la opinión que a medida que aumente el comercio de alimentos y productos agrícolas, será cada vez más difícil resolver los problemas de inocuidad de forma individual país por país, por lo que va a ser necesario un esfuerzo de colaboración internacional encaminado a elaborar estrategias integrales y preventivas.

Desde esta perspectiva, el aumento del comercio va a implicar costes potencialmente más elevados, sobre todo a medida de que los temores asociados a la seguridad de los alimentos pasen a tener alcance mundial y requieran acciones de control, análisis, verificación y certificación.

Consecuencias económicas

La falta de control en un mundo cada vez más global puede ocasionar pérdidas desorbitadas al sector productivo

Las consecuencias económicas que se derivan de este fenómeno pueden alcanzar proporciones desorbitadas en el caso de que un alimento o una materia prima con destino al sector alimentario resulte contaminada. Por poner un ejemplo reciente, la crisis causada por la encefalopatía espongiforme bovina (EEB) provocó unos costes asociados cercanos a los 6.000 millones de euros sólo en el Reino Unido. Esta cifra no contempla otros costes vinculados con el abordaje de las diferentes crisis relacionadas con este problema.

Al mismo tiempo, la falta de cumplimiento de las normas internacionales de inocuidad puede ocasionar importantes pérdidas financieras a los países exportadores de alimentos. Este es el caso de los países exportadores de cacahuete en los que la falta de controles de verificación de aflatoxina provocó no sólo la pérdida de la oportunidad de negocio: también se resintió la confianza de los importadores y, como consecuencia, de los propios consumidores.

La estrecha relación entre la salud y el desarrollo económico debe tenerse asimismo en cuenta en el contexto de unos sistemas de inocuidad más globalizados. Los alimentos (y el agua utilizada para su producción, elaboración y preparación) constituyen un posible vector de transmisión de numerosos peligros microbiológicos, químicos y físicos.

Enfermedades transmisibles de alcance mundial

Las enfermedades transmitidas por los alimentos, o las afecciones causadas por estos peligros, plantean problemas económicos y de salud pública cada vez mayores, tanto en los países desarrollados como en desarrollo. En este sentido, cabe constatar que la mayor desconfianza se genera en los países desarrollados, importantes consumidores de alimentos. Curiosamente, es en estos mismos países donde en los últimos años se han dado las mayores crisis con alcance mundial, las cuales hay que relacionar con insuficientes controles o incluso con fraudes en algún paso de la larga cadena de producción.

La aparición de la EEB en Europa debe ser considerada, en este contexto, como una enfermedad transmitida por los alimentos, con una repercusión mundial de extraordinaria importancia, surgida gracias a la capacidad de los países del primer mundo para acceder a las grades redes de distribución mundial. Lo mismo ocurre con la contaminación por dioxina, de una única fuente, de piensos para ganado en 1999, que se detectó en todos los continentes en cuestión de semanas. En ambos casos, el riesgo potencial para la salud humana se está viendo que es pequeño, puesto que han afectado a un reducido número de personas. Sin embargo, han tenido una enorme repercusión económica.

La situación en los países en desarrollo, según coinciden la FAO y analistas económicos, es bien distinta. En las áreas más deprimidas del planeta se estima que las enfermedades diarreicas transmitidas por el agua y los alimentos causan la muerte a más de dos millones de personas cada año, en su mayor parte niños menores de cinco años, cifra equiparable al número de muertes atribuibles al paludismo. En este caso, la repercusión sobre la salud pública es terrible, con una pérdida importante de vidas, pero sin repercusiones económicas elevadas, al menos aparentemente.

El análisis de la FAO no hace más que demostrar, de nuevo, el enorme desequilibrio entre países ricos y pobres, evidenciando la importancia que revisten los aspectos preventivos y de integración del enfoque basado en la cadena alimentaria con respecto a las nuevas necesidades de los sistemas de inocuidad de los alimentos. La Declaración de Roma sobre la Seguridad Alimentaria Mundial (1996) afirmó claramente que todas las personas tienen derecho a alimentos inocuos, independientemente del volumen de su demanda real. Sin embargo, para ello, los países en desarrollo necesitan unos recursos financieros de los que no disponen.

En este marco es importante recordar que en los países desarrollados, pese a contar con sistemas de producción agrícola y de alimentos elaborados cuyo control debería asegurar su inocuidad, los brotes de toxiinfección transmitidos a través de la cadena alimentaria continúan estando al orden del día. Es por ello que la FAO insiste en la necesidad de invertir para alcanzar un mayor nivel de eficacia en unos procesos en los que, pese a que han logrado reducir el número de brotes, todavía no son capaces de garantizar la inocuidad que prometen. Para ellos es imprescindible una revisión constante.

LA INOCUIDAD EN EL CONTEXTO MUNDIAL

La inocuidad de los alimentos debe examinarse en un contexto mundial dinámico y en evolución como parte del proceso de mundialización, que se caracteriza por el aumento del comercio internacional, la mayor integración de los mercados, la adopción más rápida de nuevas tecnologías, la mayor concentración de los mercados y la transmisión de información.

Todos estos aspectos tienen consecuencias substanciales, tanto positivas como negativas, con respecto a la inocuidad de los alimentos y a la elaboración de un enfoque que abarque toda la cadena alimentaria. La creciente liberalización del comercio de alimentos y productos agrícolas puede beneficiar tanto a los consumidores como a los productores debido a la mayor variedad de alimentos y productos o a las nuevas oportunidades de obtener ingresos derivados de la exportación.

No obstante, las posibles consecuencias negativas de esta tendencia influyen en la posibilidad de que las enfermedades transmitidas por los alimentos se propaguen más fácilmente, e incluso de forma más rápida, entre los países ocasionando riesgos para la salud a los consumidores y riesgos financieros a los productores y elaboradores de alimentos que no cumplan las rigurosas y cada vez más globalizadas normas de inocuidad.

La mundialización está también cambiando el modo en el que se elaboran y comercializan los alimentos y los productos agrícolas. Los productos elaborados y los productos agrícolas frescos se comercializan cada vez más en el ámbito internacional, con una mayor concentración del poder de mercado en unas pocas empresas alimentarias transnacionales y predominantes. Por lo general, estas empresas tienen la capacidad financiera y tecnológica necesaria para garantizar que sus productos agrícolas y alimenticios frescos sean inocuos y que pueda rastrearse más fácilmente cualquier fuente de contaminación asociada.

Sin embargo, debido a la naturaleza más integrada y mundial de estas empresas, una vez que alimentos contaminados o nocivos entran en la cadena alimentaria, es muy probable que se distribuyan más rápidamente y, por consiguiente, que se exponga a un mayor número de personas a más riesgos.

En el contexto de la inocuidad de los alimentos y de un comercio de alimentos más globalizado, se requerirá, por tanto, que los controles sean desarrollados y pagados por las empresas elaboradoras, pero deberán ser supervisados estrechamente por las autoridades públicas, a fin y efecto de que los peligros se queden en origen y lleguen a ser diseminados a escala mundial.

Bibliografía
  • Anónimo, 2002. Informe del 28º período de sesiones del Comité de Seguridad Alimentaria Mundial, 6-9 de junio de 2002, Roma, CL 123/10.
  • Food Chain 2001 – «Food Safety – a Worldwide Challenge» Dr. Gro Harlem Brundtland, Director General de la OMS, Uppsala, Suecia, marzo de 2001.
  • Fao, 2003. COAG/2003/6 «Buenas prácticas agrícolas».
  • FAO. 2003. COAG/2003/9 «Bioseguridad en los sectores de la alimentación y la agricultura».
  • FAO, 2003. COAG/2003/Inf.3 «Informe resumido de la Consulta de expertos FAO/OMS sobre dieta, nutrición y prevención de enfermedades crónicas».
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