La influencia de la dieta en el deterioro cognitivo

Varios estudios apoyan el papel protector del pescado y marisco frente al deterioro cognitivo
Por Jordi Montaner 15 de noviembre de 2005

Un discreto consumo de pescado, marisco y algo de alcohol puede ayudar a prevenir la demencia. Así se está viendo en diversos estudios en los que la conclusión a la que llegan los expertos es más o menos siempre la misma: comer poco y bien constituyen dos factores esenciales para mantener sanos tanto el cuerpo como la mente.

Seis años de investigación de un equipo de científicos de la Universidad Rush, de Chicago, han servido para llegar a la conclusión que quienes comen pescado al menos una vez por semana presentan un riesgo atenuado de deterioro cognitivo en la vejez. Los resultados de este estudio apuntan a que la tasa de deterioro cognitivo puede llegar a reducirse en un 10-13% en las personas que consumen pescado o marisco más de una vez por semana, frente a quienes prácticamente nunca prueban los frutos del mar.

A una conclusión parecida llegó también un estudio francés, llevado a cabo con 1.670 individuos de edad superior a 68 años, que fueron interrogados con respecto a sus hábitos alimenticios. El grupo que comía pescado por lo menos una vez a la semana (aunque no de forma diaria) fue el que registró las tasas más bajas de demencia senil, lo que los evaluadores adjudicaron a un efecto protector de los ácidos grasos poliinsaturados omega-3 frente al ictus.

Pascale Barberger-Gateau, de la Universidad Victor Segalen, de Burdeos, no dudó en afirmar que el efecto registrado en ese estudio «apoya el papel protector del pescado y los mariscos frente a diversos tipos de demencia, incluyendo la enfermedad de Alzheimer». Por su parte, Harriet Millward, del Alzheimer’s Research Trust del Reino Unido, da crédito a esta hipótesis y asegura que en Japón las tasas de demencia senil son muy inferiores a las de las sociedades occidentales. «Sin embargo, ciudadanos japoneses que emigraron hace años a Europa o América han acabado desarrollando más demencia que sus parientes isleños».

La especialista subraya los resultados preliminares del llamado estudio de Rotterdam, publicado en el British Medical Journal, reiterando que los pacientes ancianos que llevan una dieta rica en pescado o mariscos presentan un riesgo menor de demencia de Alzheimer que quienes optan por otros hábitos dietéticos. No se ha demostrado, en cambio, una relación positiva entre el consumo de carne y el riesgo de Alzheimer.

Consumo moderado de vino

Las personas que llegan a la tercera edad con niveles muy bajos de vitamina B12 y ácido fólico tienen mayor riesgo de sufrir demencia, según un estudio

Si comer pescado es bueno para evitar la demencia, beber alcohol con moderación también lo es. Los investigadores del citado estudio de Rotterdam no sólo hallaron que los individuos que comían pescado con regularidad se protegían frente al deterioro cognitivo, sino que el efecto de un consumo leve-moderado de cualquier tipo de bebida alcohólica puede reforzar más aún el bajo perfil de riesgo.

Una media de uno a tres vasos al día puede llegar a reducir el riesgo de demencia de cualquier tipo en un 42% y el de demencia vascular en un 70%. Los científicos de la Erasmus University (Rotterdam) examinaron nada más y nada menos que a 8.000 pacientes, de los que 197 manifestaron síntomas de demencia, siendo diagnosticados de enfermedad de Alzheimer 146 de estos últimos.

Monique Breteler, coordinadora del estudio, asegura que el hecho de que pescado y alcohol protejan a los ancianos frente a la demencia refuerza la hipótesis de que la mayor parte de las demencias tiene un origen vascular.

El papel de las vitaminas

Hace cuatro años, un artículo publicado en la revista Neurology, firmado por Hui-Xin Wang y su grupo de expertos, cuestionó en EEUU que tanto la llamada demencia vascular (desencadenada a partir de un ictus o microinfartos cerebrales) como la enfermedad de Alzheimer tuvieran su base en una disfunción del torrente sanguíneo. Esta teoría, bautizada como «hipótesis vascular de la demencia», pasaba por alto, según los investigadores, que niveles elevados de homocisteína actúan como un veneno para las células nerviosas y que, en consecuencia, el aporte de vitaminas capaces de poner a raya los niveles corporales de homocisteína, los folatos, podrían salvaguardar de manera eficaz la función cognitiva del cerebro.

Lo que el equipo de Wang averiguó fue que los individuos que llegan a la tercera edad con niveles muy bajos de vitamina B12 y ácido fólico tienen un riesgo aumentado de padecer demencia. Por añadidura, los expertos sostuvieron en su artículo que ambos componentes desempeñan un papel vital en la señalización molecular cerebral. «En ausencia de un nivel apropiado de vitamina B12 o ácido fólico, crecen la homocisteína y el riesgo de disfunción». Wang conminó a neurólogos y geriatras para que presten mayor atención a los niveles vitamínicos en sangre de los pacientes que ingresan en la tercera edad.

Con todo, los científicos reconocen que su estudio no fue diseñado para averiguar si un déficit vitamínico es la causa desencadenante de la enfermedad de Alzheimer y sugieren la puesta en marcha de ensayos clínicos con suplementación vitamínica para pormenorizar la capacidad preventiva de esta estrategia dietética.El caso es que el pescado no solamente es conocido por su valor nutritivo en términos de ácidos grasos omega-3, sino también por su riqueza en vitamina B12.

DIETA HIPOCALÓRICA, CEREBRO JOVEN

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Un nuevo trabajo sobre la enfermedad de Alzheimer, realizado por Richard Weindruch y Tomas Prolla, de la Universidad de Wisconsin, Madison, en EEUU, concluye que comer menos protege más el cerebro.

Para ello examinaron la actividad genética de las dos regiones centrales del cerebro: la corteza (parte implicada en las funciones cognitivas) y el cerebelo (coordinador de las funciones motoras del organismo). Lo hicieron en dos grupos distintos de ratones; uno que seguía una dieta normal y otro con un 24% menos de calorías.

Los expertos descubrieron entonces que el grupo de la dieta hipocalórica desarrollaba menos respuestas de estrés y menos proliferación de radicales libres. Se conoce que estos últimos son causantes de numerosas lesiones celulares y aceleran los procesos de envejecimiento. Los investigadores llegaron a la conclusión de que una dieta hipocalórica ralentiza el envejecimiento cerebral y conserva mejor tanto las funciones cognitivas como las motrices.

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