La mala influencia de las grasas en la memoria

Estudios independientes revelan que un exceso de grasas en la dieta diaria puede conducir a deterioros de la capacidad cognitiva
Por Jordi Montaner 30 de noviembre de 2004

Decir que un consumo elevado de grasas es perjudicial para la salud cardiovascular, el equilibrio hormonal o la estabilidad músculo-esquelética no sorprendería a nadie a estas alturas. La novedad es que investigadores estadounidenses acusan ahora a las grasas de enturbiar también la función cognitiva.

Al protagonista de la popular película Super Size Me, que pasó un mes entero atiborrándose de hamburguesas en un McDonald’s pudieran aparecerle secuelas invisibles e impensadas. Investigadores de la Universidad de Carolina del Sur en Charleston, EEUU, han demostrado en modelos animales que un abuso de grasas en la dieta acaba deteriorando la función cerebral cognitiva y poniendo en peligro las habilidades mentales.

Se trata de una posibilidad ya antes apuntada por hallazgos anecdóticos en estudios clínicos, pero es la primera vez que se demuestra en modelos animales que las capacidades mentales de memoria y aprendizaje se deterioran a medida que la proporción de grasas en la dieta se eleva, y así se dio a conocer en el congreso anual de la Sociedad Americana de Neurociencias, celebrado el pasado octubre en San Diego, California.

Los firmantes del trabajo sometieron unas ratas de laboratorio a un experimento en el que debían recordar la posición de unas plataformas flotantes para cruzar de un lado a otro (algo muy fácil para estos animales, puesto que evitan nadar siempre que pueden). Se formaron dos grupos de animales: uno sometido a dieta normal y otro a dieta rica en grasas por espacio de ocho semanas. Según Ann-Charlotte Granholm, coordinadora del experimento, «las ratas sometidas a la dieta más grasa fueron las que cometieron más equivocaciones, y la diferencia fue estadísticamente significativa».

Triglicéridos en el punto de mira

El exceso de triglicéridos podría estar asociado a la pérdida de memoria y otras funciones cognitivas
En este caso no es el denostado colesterol el que aparece como responsable del deterioro cognitivo, sino los triglicéridos. El investigador John Morley (Universidad de Missouri, Saint Louis) informó en la citada cumbre neurocientífica de otro experimento similar en el que las ratas debían transportar maíz por un laberinto electrificado y recordar los puntos que transmitían descargas eléctricas con el fin de evitarlos. «Las ratas que consumieron una dieta menos grasa fueron las que recordaron con mayor exactitud los puntos de descarga y cometieron menos errores».

Morley, además, sugirió que la porción lipídica causante del deterioro cognitivo es la correspondiente a los triglicéridos. «Cuando las ratas evitaban los triglicéridos, aun sin perder peso no perdían tampoco habilidad mental». El investigador trató incluso a los animales más distorsionados con un fármaco disminuidor de los niveles de triglicéridos y comprobó que al menos los ejercicios de memoria se veían resarcidos de esta manera.

Aun cuando datos clínicos apoyan que muchos diabéticos con niveles elevados de triglicéridos sufren alteraciones de la memoria, tanto Morley como Granholm lamentaron que hasta ahora nadie hubiera estudiado el impacto de la dieta grasa en la función cognitiva. «A la vista de estos datos no nos cabe duda de que las dietas ricas en grasas son perjudiciales para la cognición», refrenda el especialista de la Universidad de Nueva Jersey, Barry Levin, «pero no podemos extrapolar los mismos fenómenos observados en ratas a la mente humana».

Los investigadores alertan especialmente con respecto a los trans-lípidos, presentes en cereales, margarina o pan, que permiten a los industriales de la alimentación una mejor conservación de los productos. Levin, con un juego de palabras, asevera que «recurriendo menos a los alimentos de larga conservación conservaremos las funciones cognitivas por más tiempo».

DETERIORO COGNITIVO Y ALIMENTACIÓN

Img obesidad3Otro de los efectos que los investigadores con ratas engrasadas descubrieron fue que las más despistadas o afectadas, a su vez, acababan por alimentarse peor. Tanto médicos de atención primaria como neurólogos han investigado en nuestro país el efecto de la alimentación en personas afectadas por algún tipo de deterioro cognitivo o demencia. Inicialmente se parte de que los cuidadores debieran proporcionar a estas personas una dieta equilibrada; pero cuesta mucho saber exactamente qué y cómo come cada enfermo por lo que, sobre todo en los casos más graves, se recurre a preparados muy similares a los de nutrición infantil (papillas o potitos).

Un desequilibrio nutricional en los pacientes con demencia puede comportar ciertos riesgos que afectan tanto a la evolución de la enfermedad como a sus complicaciones. Isabel Hernández, neuróloga de la Fundación ACE, asegura que «la evolución clínica muestra más altibajos y fluctuaciones cuando no se garantizan los nutrientes básicos, sobre todo en fases avanzadas».

En los procesos neurodegenerativos se han venido empleando la vitamina E y otros antioxidantes tras observarse los cambios metabólicos producidos en estudios de biología molecular. «Aunque las evidencias todavía son preliminares, los daños originados por mecanismos oxidativos en el cerebro podrían paliarse con suplementos o compensaciones dietéticas correspondientes», señala la experta.

La nutrición ha de adaptarse en tales casos al estado y el tipo de demencia de cada enfermo, modificando la textura y sabor de los alimentos, de modo que sea más sencilla la masticación y se corrijan los posibles excesos de grasas o hidratos de carbono o, por el contrario, carencias de otros nutrientes.

La Fundación ACE se ha especializado en la orientación de cuidadores y profesionales sanitarios a este respecto. Cleofé Pérez, dietista supervisora de la Unidad de Soporte Nutricional del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona denuncia que muchos enfermos de Alzheimer viven una confusión generalizada que les induce a no cocinar, a adoptar dietas inadecuadas o a olvidar tareas básicas en la preparación de cualquier alimento. En los casos complicados se ha de recurrir entonces a dietas blandas, con ingesta de líquidos, y prevenir los atragantamientos, deshidratación o estreñimiento.

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