Lo que piensan los europeos sobre la biotecnología

Por Xavier Pujol Gebellí 27 de marzo de 2003

Lo que piensan los europeos acerca de las aplicaciones de la biotecnología podría resumirse con dos palabras: interés y escepticismo. Por una parte, según resume el Eurobarómetro 2002, dado a conocer este mes de marzo por la Comisión Europea, en la UE no existe tecnofobia. Ello no quita, sin embargo, que en relación con la agricultura y la industria alimentaria, principalmente, la mayor parte de europeos considere que el riesgo supera a los beneficios.

La opinión que tienen los europeos acerca del desarrollo científico y tecnológico en general viene siendo, al menos en los últimos diez años, francamente positiva. Para una gran mayoría, las telecomunicaciones y las tecnologías de la información, representadas ambas por el auge de Internet, así como la telefonía móvil o el avance en la investigación sobre fuentes de energía alternativas, como la solar, principalmente, son vistas como factores que «mejorarán notablemente» la calidad de vida en el Viejo Continente en los próximos 20 años. Pero no ocurre lo mismo con las Ciencias de la Vida y las aplicaciones biotecnológicas. Mientras que alguno de los desarrollos es visto con «sumo interés», como los relativos al ámbito de la salud y al farmacéutico, en el alimentario hay «muchas dudas» y una «gran dosis de escepticismo». Sobretodo los vinculados a los alimentos transgénicos y a la producción de los denominados alimentos tecnológicos.

Los europeos, como viene siendo habitual en el último decenio, distinguen claramente entre aplicaciones médicas y las agroalimentarias. De acuerdo con los resultados del Eurobarómetro 2002, en el que 16.500 ciudadanos de los 15 Estados miembros de la UE fueron consultados sobre seis aplicaciones específicas de la biotecnología, desarrollos biomédicos tan controvertidos como la puesta a punto de tests genéticos para comprobar la existencia de enfermedades hereditarias o la clonación de células y tejidos humanos con fines terapéuticos, se consideran «moralmente aceptables» a pesar de los riesgos éticos que comportan. Por ello, se acepta mayoritariamente en los 15 Estados miembro que se apoye este tipo de investigaciones.

La opinión de la mayoría de los europeos, sin embargo, es bien distinta cuando se habla de alimentos transgénicos. En general, se considera que no son productos útiles y que, en cambio, generan un riesgo excesivo para la sociedad. La opinión parece ligeramente más favorable al uso de semillas transgénicas: a pesar de que los ciudadanos continúan creyendo que su riesgo es alto, al menos se valora su utilidad. El balance general, en cualquier caso, continúa siendo negativo para la mayor parte de los encuestados.

Como en todo, no obstante, también hay excepciones. Los ciudadanos de España, Portugal, Irlanda, Bélgica, Reino Unido, Finlandia Alemania y Holanda, se muestran, de media, partidarios del uso de semillas transgénicas. En lo que refiere a los alimentos transgénicos, tan sólo cuatro países se muestran claramente favorables: España, Portugal, Irlanda y Finlandia.

¿Cambio de tendencia?Todos los países europeos, con la excepción de España y Austria, muestran una tendencia a la baja con respecto a las promesas de la biotecnología a lo largo de los diez años en los que esta encuesta de opinión de la UE viene efectuándose. La tendencia se mantiene para los seis capítulos de la encuesta y se manifiesta especialmente en lo que refiere a alimentos y semillas modificados genéticamente desde 1991 hasta 1999, año de la anterior consulta.

Sin embargo, en este último trienio (1999-2002), salvo en Alemania y Finlandia, países en los que la opinión se mantiene estable, e Italia, Francia y Holanda, donde crece el rechazo, para el resto de los Quince se observa un ligero crecimiento de las actitudes favorables.

De acuerdo con los analistas de la UE, este cambio de tendencia, que habrá que ver si se consolida en los próximos años, tiene mucho que ver con la información que llega al público y con la defensa que desempeñan determinadas organizaciones e instituciones de las distintas aplicaciones biotecnológicas. Así, por ejemplo, la encuesta señala que el 70% de los europeos «confían» en la opinión y posicionamiento de médicos, científicos universitarios, organizaciones de consumidores y asociaciones de pacientes, y que el 55% confía en los científicos que trabajan para la industria, en las informaciones aparecidas en periódicos y revistas, grupos de defensa ambiental, cadenas de venta y distribución y agricultores. Menos del 50% de los encuestados, sin embargo, confía abiertamente en las decisiones de sus gobiernos respectivos y en la actitud de la industria. En este sentido, cerca del 25%, un porcentaje en absoluto desdeñable, «desconfían abiertamente» de agricultores, cadenas de venta y distribución, el gobierno y la industria.

La opinión sobre los alimentos transgénicosMayoritariamente, los europeos prefieren alimentos no transgénicos frente a los modificados genéticamente. Sólo se muestran dispuestos a aceptarlos, según se desprende la encuesta, en el caso que se demuestre claramente que aportan un benéfico claro para la salud, que precisan de un aporte muchísimo menor de pesticidas o tratamientos químicos y que, desde el punto de vista ambiental no sólo no son perjudiciales sino que, en alguna medida, incorporen beneficios netos derivados sobre todo de la preservación de la biodiversidad agrícola o de un mayor respeto al medio ambiente. El precio, contrariamente a lo que cabría esperar, no influye demasiado en la opinión: no por ser más baratos los europeos se muestran más favorables.

En cualquier caso, entre el 30% y el 65% de los encuestados, según el país, rechaza cualquier argumento favorable a la compra o al consumo de alimentos de base biotecnológica. La principal explicación para ello es, probablemente, que el estado de la técnica actual no puede garantizar ninguno de los argumentos que podrían ser favorables. Por este motivo, el etiquetado y la trazabilidad de los productos es considerado un elemento esencial: dado que la opinión está dividida, los europeos consideran que tienen el derecho de escoger libremente y con el máximo de información posible si quieren adquirir o no un producto modificado genéticamente o entre cuyos ingredientes u origen exista un compuesto transgénico.

LOS MIEDOS DE LOS EUROPEOS

Coincidiendo con la encuesta de la Comisión Europea sobre la percepción de la biotecnología entre sus ciudadanos, la compañía consultora Datamonitor acaba de publicar una segunda consulta de opinión relativa a los miedos y temores de los consumidores con respecto a la seguridad alimentaria. De acuerdo con sus principales conclusiones, los alimentos transgénicos, junto con el uso excesivo de pesticidas, la contaminación de productos alimentarios y la aparición de alérgenos, son los aspectos que mayor preocupación genera en el consumidor europeo.

No todo el mundo, sin embargo, tiene la misma percepción. Entre los jóvenes, según Datamonitor, existe una cierta sensación de invulnerabilidad. Entre adultos y mayores, no obstante, la “presión del trabajo”, es decir, el mantenimiento de un cierto estatus socioeconómico, acaba influyendo mucho más que la presencia de una “bacteria invisible” o, lo que es lo mismo, imperceptible hasta que se desencadena una infección. Las mujeres se muestran asimismo mucho más sensibles que los hombres en la percepción de riesgos alimentarios.

En la encuesta destaca de forma clara la actitud de los padres con hijos recién nacidos o de corta edad frente a otros segmentos de población. Por norma general, y en especial las madres, este grupo se muestra claramente partidario de eliminar de sus compras cualquier producto susceptible de incorporar un riesgo alimentario. Los productos de tipo biológico o de origen orgánico forman parte preferente de sus preferencias de compra en detrimento de los transgénicos o de los de base biotecnológica. El comportamiento es paralelo al de las personas de mayor edad, cada vez más preocupados por su salud.

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