Nuevo análisis sobre coexistencia entre cultivos

La UE analiza la convivencia entre cultivos transgénicos y convencionales, y descarta que existan riesgos de contaminación si se respetan las normas de separación
Por Marta Chavarrías 22 de abril de 2009
Img cultivos
Imagen: Philippa Crabbe

Los cultivos transgénicos ocuparon durante el año 2008 una superficie mundial 125 millones de hectáreas. En la Unión Europea este tipo de cultivo llegó a las 100.000 hectáreas, que se concentran sobre todo en seis países, uno de ellos España. Su coexistencia con los cultivos convencionales y ecológicos mantiene abierto un debate desde hace años entre quienes aseguran que no tienen efectos perjudiciales y los que consideran que no es posible una coexistencia sostenible. Fruto de esta controversia, la Comisión Europea acaba de presentar un informe en el que pone sobre la mesa los últimos avances realizados en el campo de la coexistencia, especialmente en materia legislativa y de producción.

El cultivo de organismos modificados genéticamente (OMG), que crece a un ritmo de más del 10% anual, ha estado envuelto, desde sus inicios (a principios de los años 80), en una amplia controversia sobre si es posible que puedan convivir los cultivos convencionales y los ecológicos. El problema radica en que se produzcan contaminaciones cruzadas entre cultivos, es decir, que los genes se «descontrolen», y que los que se han introducido en organismos transgénicos pasen a otros organismos.

Los que se cultivan en mayor cantidad resisten a herbicidas y a insectos, y quienes promulgan sus beneficios aseguran que permiten aumentar la producción agraria, el cultivo en zonas marginales, luchar contra la sequía o reducir el uso de plaguicidas. Sin embargo, son motivo de fuerte polémica, especialmente en la UE, donde su uso es considerado también como perjudicial para el medio ambiente y los modelos de agricultura tradicionales.

Un acercamiento entre países

Uno de los problemas a los que debe hacer frente la UE es que las medidas de coexistencia entre cultivos son distintas en función del país. Esta diversidad se explica por las diferencias de las condiciones de cultivo, como la extensión de las parcelas o el clima. En este sentido, la legislación comunitaria contempla y reconoce el derecho de los agricultores a escoger entre la producción de cultivos convencionales o transgénicos, siempre y cuando se cumplan las normas de etiquetado. ¿Qué pretenden estas normas? En primer lugar, proteger al consumidor. Y para ello, exigen que se especifique si un producto contiene más del 0,9% de transgénicos.

La UE descarta impulsar, por el momento, una regulación sobre coexistencia entre cultivos a escala europea

Pero lo que no está regulado aún, según refleja un informe de la Comisión Europea, es la convivencia de campos de transgénicos con otros cultivos como los convencionales y los ecológicos. Para unificar criterios, la UE ha creado la Oficina Europea de Coexistencia (ECoB), cuya principal misión se sustenta en la creación de directrices técnicas de coexistencia armonizadas.

Algunas de las que ya se cumplen contemplan aspectos como informar a los agricultores vecinos de que se van a cultivar transgénicos o establecer distancias entre cultivos que eviten la contaminación cruzada entre cultivos. Estas medidas, sin embargo, varían en función del país que las aplique. Por ejemplo, las distancias de aislamiento para la producción del maíz van de los 25 metros a los 600 metros con respecto al maíz convencional o de los 50 metros a los 600 si se trata de maíz orgánico.

Desde 2006, los Estados miembros han hecho un importante progreso legislativo sobre coexistencia entre cultivos. Sin embargo, aún son 12 los países comunitarios que no disponen de una normativa nacional sobre este tipo de convivencia. Por el momento, es el maíz MON 810 la única variedad que cuenta con autorización en la UE, en países como España. No lo autorizan otros como Austria, Hungría y Francia, a los que se acaba de sumar Alemania, que acaba de formalizar su rechazo. Las autoridades consideran que no ha habido informes que demuestren que se hayan incumplido algunas de las reglas nacionales sobre coexistencia, un concepto introducido en 2002 en el ámbito comunitario según el cual se hacía necesario empezar a gestionar los posibles problemas que podían surgir de la mezcla de distintos cultivos.

Propuesta nacional de regulación

Coincidiendo con la presentación del informe europeo, en España, la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA) acaba de solicitar al Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino (MARM) que, frente al continuo crecimiento de los cultivos transgénicos, adopte medidas legislativas para minimizar los riesgos de contaminación. Para la organización, la coexistencia de cultivos transgénicos y convencionales obliga a tomar medidas que van dirigidas, sobre todo, a evitar que se produzcan contaminaciones y, en caso de que se produzcan, a fijar las correspondientes responsabilidades. En junio de 2008, un estudio realizado por el Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales (ICTA), de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), concluía que la coexistencia entre estos cultivos es «prácticamente imposible».

La investigación ponía entonces de manifiesto que el concepto de coexistencia y las propuestas que se han ido adoptando no sólo no han puesto fin a la confrontación entre defensores y detractores de los OMG, sino que ha abierto otros frentes nuevos. Transgénicos, convencionales o ecológicos, todo agricultor tiene la posibilidad de elegir el tipo de cultivo que prefiera. Aunque, según UPA, los que optan por lo ecológico están desprotegidos por la falta de estudios que verifiquen, con rigurosidad, cuáles son los riesgos potenciales derivados de los OMG. La línea de trabajo debería recoger, tal y como apunta la organización, medidas de precaución, fortalecidas por el establecimiento de distancias entre cultivos adecuadas.

PASADO Y PRESENTE

ImgUn organismo modificado genéticamente (OMG), o transgénico, es un ser vivo al que se le introduce, o se le eliminan, unos genes específicos y que, por tanto, tiene unas características genéticas concretas. El cruzamiento entre variedades de animales y de plantas no es nuevo, sino que se trata de una práctica utilizada en tiempos remotos para, por ejemplo, mejorar el cultivo de trigo cuya variedad silvestre poco tiene que ver con la que se cultiva. Con la ingeniería genética esto ha ido mucho más lejos, ya que se empezaron a introducir genes entre especies distintas, es decir, en un individuo genes de otras especies.

Buen ejemplo de ello es el maíz, muy utilizado en la industria alimentaria, y que suele ser atacado por las larvas de un insecto denominado taladro, cuyas larvas se alimentan del tejido interno del tronco de la planta. Las pérdidas de producción que ocasiona son muy importantes. Por este motivo, y para acabar con estos efectos, los expertos desarrollaron hace años el maíz Bt, una especie de maíz a la que le han introducido un gen procedente de “Bacillus thuringiensis” (Bt), que produce una proteína insecticida que destruye las larvas del gusano barrenador.

Desde el ámbito científico internacional reclaman que se profundice en la investigación de posibles riesgos asociados a este tipo de cultivo, como la persistencia (en raíces u hojas) de la toxina insecticida en los campos de cultivo.

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