Entrevista

Pedro Luís Rodríguez Egea, biólogo molecular de plantas

Antes de la domesticación, las plantas crecían con la lluvia y no estaban enfrentadas al estrés salino
Por Mercè Fernández 22 de junio de 2007
Img egea
Imagen: Campylobacter

Cuando el consumidor oye hablar de transgénicos, lo primero que le viene a la cabeza es la idea de un alimento o una planta al que se le ha incorporado un nuevo gen. Pero también hay desarrollos en los que no se incorpora nada sino que se suprime un gen o la expresión de un gen de la propia planta. Así que, nos preguntamos, ¿son también transgénicos? Pedro Luís Rodríguez Egea es investigador en el Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas de Valencia, centro del CSIC y de la Universidad Politécnica de Valencia. Su equipo ha desarrollado plantas con mayor resistencia a la sequía y la salinidad con una técnica que no introduce ningún gen foráneo sino que lo que hace es reprimir la expresión de un gen de la propia planta. Lo han hecho trabajando sobre una vía hormonal, la del ácido abscísico. Esta hormona, en situación de sequía y salinidad, se activa y transmite a la planta un mensaje para inhibir su crecimiento en una situación que es poco propicia.

¿En qué se basa su desarrollo?

En la ruta de señalización hormonal del ácido abscísico, hay reguladores positivos y negativos. Lo que hemos hecho es eliminar algunos de los elementos negativos, que frenan el crecimiento de la planta, de forma que no penalizamos el crecimiento de la planta y se incrementa la tolerancia y resistencia de la planta a la sequía y la salinidad.

Al no haberse introducido un gen foráneo ¿puede seguirse diciendo que se trata de una planta transgénica?

Lo que hacemos es inactivar genes endógenos de la planta y eso implica también el uso de técnicas de ingeniería genética. Así que sí, se puede decir que es un transgénico. Yo tengo la misma confianza hacia los transgénicos en ambos casos, pero entiendo que desde un punto de vista general, y sin un análisis muy profundo, pueda parecer más aceptable este caso que en otros.

Si la desconfianza surge por la idea de un gen extraño añadido, es comprensible que una estrategia así pueda inspirar más confianza.

Ahora una parte importante de plantas transgénicas incorporan la proteína de una bacteria, el Bacillus thuringiensis, que es tóxica para determinados insectos sin dañar el resto de fauna. Pero antes de eso, una práctica admitida era la pulverización del cultivo con todo el bacilo. A mi me parece más aceptable que la planta incorpore sólo la proteína tóxica que fumigar la planta con la bacteria.

Aún así, otra crítica es que el gen introducido pueda saltar a otras especies.

“Las plantas tienen unos receptores celulares a través de los cuales los virus entran en la planta; si se eliminaran los receptores, los virus no entrarían”

Se toman medidas para que eso no suceda. De todas formas, estos saltos genéticos están sucediendo todos los días con los cultivos tradicionales. En Valencia, los agricultores no quieren cultivos de mandarinas de diferentes variedades juntos. Los que cultivan variedades de mandarinas sin pepitas siempre han tenido recelo de que haya otras variedades cerca, porque si se cruzan dos variedades distintas aparecen las pepitas.

Como la sandía sin semillas.

Mandarinas, sandías, tomates… son variedades partenocárpicas obtenidas por cruce tradicional. Para que esas plantas den fruto no se necesita fecundación con polen de otras variedades y los frutos no generan semillas.

¿La estrategia de quitar genes en lugar de poner puede tener éxito en más casos? ¿Podría tener efectos inesperados?

Se puede usar en el caso de determinados patógenos, por ejemplo, en el caso de enfermedades víricas. Las plantas tienen unos receptores celulares a través de los cuales los virus entran en la planta; si se eliminaran los receptores, los virus no entrarían. Esa modificación puede ser beneficiosa desde el punto de vista agronómico pero fuera de ahí, no está tan claro.

¿Qué quiere decir?

Esos genes y esos receptores tienen una función. Si se desarrollaron es porque en el mundo ecológico debían suponer para la planta alguna ventaja. Y el entorno ecológico no es el mismo que el entorno agronómico. Antes de la domesticación, las plantas crecían con la lluvia, no eran regadas por nadie y no estaban enfrentadas al estrés salino. Ahora se riegan de forma más intensa y se acaba acumulando al final las sales por las pequeñas cantidades de sodio que va con el agua cada vez que se riega. Se cree que hay civilizaciones de Mesopotamia que por esa razón llevaron a algunas variedades de cereales a la desaparición.

Domesticamos las plantas y las sometemos a situaciones de estrés que no estaban en la naturaleza.

El objetivo de las plantas era sobrevivir ellas mismas, no servirnos de alimento. Con la domesticación las sometemos a estrés. Pero también aparecen nuevos cultivos. Los cítricos, un cultivo domesticado, depende nosotros para existir. Es una auténtica simbiosis.

EN BUSCA DEL «SUPERARROZ»

Una definición extendida es que los transgénicos son organismos a los que se ha incorporado un gen extraño. Pero no siempre es así y sólo el hecho de que una planta modificada no incorpore genes ajenos parece despertar menos recelos. Aún así, un desarrollo así debe avanzar con precaución.

El experimento, explica Rodríguez Egea, se ha realizado sobre Arabidopsis Thaliana, una plantita que se usa habitualmente de modelo experimental en los laboratorios. Y al ir eliminando, uno a uno, los reguladores negativos que frenan el crecimiento de la planta, dice, lo han hecho controlando en cada momento que ni se presentaba ningún cambio en el desarrollo vegetativo de la planta ni la producción de semillas se veía afectada. Cuando se llegaba a ese límite, detalla Rodríguez Egea, “volvíamos un paso atrás”.

De avanzar, la técnica podría aplicarse a plantas como los tomates o el arroz. Los arrozales de humedales que están en los cursos finales de los ríos, cada vez presentan más salinización. Por otro lado, dice Rodríguez Egea, aquí estamos acostumbrados a ver arrozales en zonas humedas pero en Asia, donde tres mil millones de personas dependen del arroz, hay arrozales que dependen exclusivamente del agua de lluvia. “Hace poco vino a visitarnos a España una delegación china”, cuenta. “Tienen interés en conseguir un superarroz“.

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