La pobreza en el mundo es una realidad. Esta circunstancia es ajena a pocos lugares y se repite, incluso, en los entornos más cercanos de los países desarrollados. En el propio barrio hay personas o familias cuya situación denota vulnerabilidad. Los casos más alarmantes coinciden con las tasas de pobreza infantil. España registra un 13,3% de pobreza relativa entre los niños. Uno de cada cuatro se encuentra en situación de desigualdad respecto a otros menores.
Imagen: Bob With
Pobreza y exclusión social van con frecuencia unidas. Aunque la segunda depende de diversos aspectos, la pobreza es el factor desencadenante en la mayoría de los casos. Los últimos datos del Eurobarómetro revelan que el 16% de la población de la Europa de los 27 vive en riesgo de pobreza. Esta cifra supone 80 millones de personas. Sin embargo, se considera que la pobreza es «un fenómeno mal conocido y mal comprendido». Así lo destaca la guía «Claves sobre la pobreza y la exclusión social en España», un proyecto de la Fundación Luis Vives, cofinanciada por el Fondo Social Europeo en el marco del Programa Operativo Lucha contra la Discriminación (2007-2013).
La pobreza es patente en la mayoría del planeta debido a varios factores que, en ocasiones, interactúan entre sí y pueden favorecer tanto una situación de vulnerabilidad como potenciar el efecto contrario. El trabajo asevera que el desconocimiento y la incomprensión disminuyen el desarrollo de iniciativas a favor de la inclusión social o suponen la aprobación de «medidas parciales y poco eficaces».
Perfiles de riesgo
Vivir en situación de pobreza supone no disponer de «los recursos necesarios para satisfacer necesidades consideradas básicas». Esta circunstancia implica, en ocasiones, una falta de integración en la sociedad, relacionada con un entorno personal, familiar, socio-económico o administrativo que destaca por alguna debilidad. De acuerdo a estos parámetros, se establecen cinco perfiles comunes de riesgo: jóvenes extranjeras y cualificadas sin ingresos (42%) o con problemas familiares (35,5%), ciudadanas españolas pensionistas (13,5%), jóvenes extranjeros sin hogar ni recursos (7%) y españoles sin hogar (2%).
Los riesgos se incrementan entre las jóvenes extranjeras, pensionistas o personas sin hogar
Ciertos grupos reúnen una serie de características que aumentan el riesgo de exclusión. Son grupos en desventaja respecto al resto de la población por motivos de racismo y discriminación (inmigrantes o minorías étnicas), el territorio donde viven (zonas desfavorecidas) o la transmisión de la pobreza y la exclusión de generación en generación. Los menores que crecen en entornos desfavorecidos tienen más probabilidad de experimentar dificultades cuando sean adultos.
Desde la Comisión Europea se subraya que las personas «en especial riesgo» son los parados de larga duración, desempleados mayores o con trabajo precario o de baja calidad; las personas con bajas cualificaciones académicas, no escolarizadas o con abandono escolar prematuro; inmigrantes o minorías étnicas; personas sin hogar, que habitan hacinadas o en viviendas precarias; personas con discapacidad o problemas de salud; y quienes tienen a personas dependientes a su cargo.
Por sexos, se detecta una posición de vulnerabilidad mayor en la mujer. Otros factores que afectan de manera negativa son el fracaso escolar, las adicciones, los abusos o el desarraigo. En todo el mundo, el Índice de Desarrollo Humano (IDH) del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) marca también diferencias.
Desde 1995 a 2009, España ha pasado del puesto 9 al 15 en el ranking del Índice de Desarrollo Humano. La elaboración de la guía ha permitido constatar que, en comparación con el conjunto de países de la UE, “España tiene ciertas características que incrementan el riesgo de sus habitantes de padecer exclusión social”.
“España tiene ciertas características que incrementan el riesgo de sus habitantes de padecer exclusión social”
Entre éstas destacan el aumento del empleo precario o de baja calidad, los cambios rápidos en la estructura social debido al envejecimiento de la población o el descenso de la tasa de natalidad, el nivel educativo -uno de los más bajos de Europa-, la brecha tecnológica -considerada una de las más altas-, la falta de desarrollo en algunas regiones, un nivel de protección social insuficiente, el aumento del nivel de endeudamiento de las familias y una alta tasa de pobreza recurrente, referida a quienes han experimentado la pobreza durante más de un año.
Nuestro país está “muy lejos de la UE en protección social”, según datos recogidos por la Red Española de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social (EAPN). En gasto social, ocupa el puesto 16 respecto al resto de países de la UE-27. Dedica el 21,05% del PIB a este apartado. Por debajo se sitúan Irlanda (18,15%), Chipre y países del este como Polonia, Bulgaria, República Checa, Estonia, Letonia, Lituania, Rumanía y Eslovaquia.