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La participación infantil y adolescente facilita espacios adaptados a su edad y grado de madurez, donde ellos y ellas aprenden, reflexionan y comparten sus propias experiencias, haciendo propuestas con el acompañamiento de un equipo experto. De esta manera, generan iniciativas para lograr mejoras que posteriormente presentan, de manera directa, ante administraciones públicas de todos los niveles: local, autonómico, estatal o internacional.
Todo ello fomenta que la sociedad en su conjunto, en especial las personas adultas, comencemos a dejar de pensar en los niños, niñas y adolescentes de una manera pasiva como personas vulnerables que deben ser protegidas, y los veamos como los sujetos activos que realmente son: ciudadanos y ciudadanas de pleno derecho.
¿Qué beneficios tiene la participación infantil y adolescente?
El trabajo que los niños, niñas y adolescentes realizan en sus actividades de participación les reporta enormes beneficios en su desarrollo. Adoptar un rol activo en su comunidad y en su gobernanza les convierte en protagonistas que tienen iniciativa propia y son capaces de generar cambios positivos. Esta escucha y toma en consideración de sus ideas refuerza su autoestima y su confianza, y les aporta una autonomía que resulta vital para trabajar aspectos de la vida en sociedad y los valores democráticos como el pensamiento crítico, la tolerancia y el respeto por los demás.
Además, la participación infantil es un factor que promueve importantes habilidades como la protección, la resiliencia o la comunicación. También fomenta la creatividad o valores como el compromiso y la responsabilidad.
Otro de los aspectos destacables es que favorece la autoprotección, puesto que los niños y niñas se acostumbran a manifestar sus opiniones y a que éstas sean tenidas en cuenta, siendo más propensos a la hora de denunciar malos tratos o abusos. Asimismo, estos procesos de participación también sirven para promover las habilidades de resiliencia necesarias para esquivar la victimización, la pasividad y el silencio.
Por otro lado, estos beneficios también se permean en la sociedad y la comunidad en su conjunto, lo que las convierten en más justas, equitativas e inclusivas. Sus propuestas se transforman en nuevos servicios y políticas públicas que son más efectivas, relevantes y sostenibles con un gran impacto en su calidad de vida.
La participación es un derecho de la infancia y adolescencia

Aunque para muchas personas resulta un tema poco conocido, el derecho a la participación se trata de un derecho humano. Está recogido en la Convención sobre los Derechos del Niño de 1989, el acuerdo internacional más ratificado de la historia y reconocido por 188 países de todo el mundo. De hecho, la participación es uno de sus cuatro principios fundamentales junto a los de no discriminación, el interés superior del menor y el derecho a la vida, la supervivencia y el desarrollo. Se encuentra, además, en igual rango de importancia que el acceso a la educación, a la salud o a tener una identidad.
Pero el reconocimiento de la importancia de la participación infantil y adolescente no acaba aquí. También está presente en otras muchas legislaciones estatales, autonómicas o locales que apuestan por un modo más inclusivo, y destaca la necesidad de contar con niños, niñas y adolescentes al tomar decisiones que les afectan. De hecho, existen multitud de municipios que cuentan con sus propios Grupos y Consejos Locales de Participación Infantil.
Un derecho que logra provocar cambios positivos
Hay diversas maneras y lugares donde niños, niñas y adolescentes pueden ejercer su derecho a participar. Están los grupos y consejos de participación específicos, pero también existen asociaciones, grupos de actividades de tiempo libre o centros escolares donde se puede trabajar y ejercitar este derecho. La participación infantil y adolescente se puede abordar desde cualquier ámbito, incluidos los más cercanos como centros escolares y las propias familias.
Desde UNICEF impulsamos la participación también desde una perspectiva pública y política, con el objetivo de que sus consideraciones se tengan en cuenta en la esfera pública. Y es un objetivo que poco a poco se está cumpliendo.
En la actualidad, gracias al compromiso y trabajo de miles de niños, niñas y adolescentes, las voces de los más jóvenes están siendo recibidas en lugares muy diversos. Así ocurrió en la Cumbre del Futuro que se celebró en la sede de Naciones Unidas en Nueva York el pasado septiembre.
También sucede en entornos más cercanos como Bilbao, que en enero acogió el VIII Encuentro Estatal de Grupos y Consejos de Participación Infantil y Adolescente. Allí 180 niños, niñas y adolescentes de todo el país trabajaron en equipo para elaborar un manifiesto con ideas y propuestas sobre la violencia contra la infancia.
Y hace tan solo unos días, chicos y chicas del Consejo Asesor de Infancia y Adolescencia de UNICEF presentaron ese manifiesto ante Sira Rego, la ministra de Juventud e Infancia, para que haga realidad esas propuestas.
Son solamente tres de los miles de ejemplos que podríamos comentar, pero con ellos queda evidenciado que la participación infantil y adolescente, además de conllevar multitud de beneficios, es una manera justa y eficiente de promover el desarrollo de todas las niñas, niños y adolescentes y defender sus derechos.