Productos financieros con fines sociales

Las tarjetas y fondos de inversión solidarios como herramienta contra las desigualdades sociales
Por Benyi Arregocés Carrere 16 de noviembre de 2006

Los productos financieros con fines sociales aparecen como una iniciativa muy reciente en el panorama bancario español, sobre todo si se compara con países como Reino Unido o Estados Unidos. Este fenómeno se caracteriza porque, en una iniciativa similar a la banca ética, destina parte de los beneficios a proyectos cuyo objetivo es el desarrollo social, pero ajustados a unos determinados productos, como las tarjetas de crédito solidarias o los fondos de inversión éticos. Ante la aparición de estos productos lanzados por la banca tradicional, han surgido recelos motivados por convertir la solidaridad en un bien de consumo. En este sentido, algunos expertos del ámbito académico coinciden en calificar este fenómeno como una estrategia de marketing dirigida a un “segmento de consumidores muy específico que desea tranquilizar su conciencia”. Entonces, ¿son éticos y solidarios los productos de los bancos, aunque no cumplan con todos los preceptos de la banca ética? Los Comités de ética aseguran que sí.

Fenómeno reciente

Los bancos, cajas de ahorro y cooperativas de crédito españolas tienen depósitos financieros por encima del billón de euros, según los últimos datos del Banco de España, correspondientes a junio de 2006. Todo este dinero se invierte para aumentar la rentabilidad tanto de los clientes como de las propias entidades, que, en la mayor parte de los casos, ganan con la operación. Todo perfecto, si no fuera porque vivimos en una sociedad en que la desigualdad es la norma para la mayor parte de la población del planeta, que dispone de muchos menos recursos que los países más desarrollados. Cada vez es mayor la concienciación social sobre este asunto y quizás por esta razón, en los últimos años, los bancos y las cajas de ahorro -que ya de por sí tienen una finalidad social- han vuelto la vista hacia esta realidad.

Desde finales de los años 90 los bancos españoles ofertan productos que destinan parte de sus beneficios a obra social,

Desde finales de los años 90 los bancos españoles ofertan productos que destinan parte de sus beneficios a obra social

en consonancia con lo que se realiza en otros países de Europa y América desde hace unos 20 años. “Comenzó un banco y muchos le siguieron por imitación, porque vieron que había un nicho de mercado y que podía haber clientes interesados en ese tipo de productos”, señala Begoña Gutiérrez Nieto, profesora de contabilidad y finanzas de la Universidad de Zaragoza.

Fenómeno reciente

En este tema se debe diferenciar a los bancos de las cajas de ahorro, cuyo fin es social desde su creación, “aunque algunas vayan asimilándose a la banca tradicional”, critica Carlos Ballesteros, profesor de la Universidad Pontificia de Comillas. Las cajas destinan un porcentaje de los beneficios a obras sociales diversas, entre ellas, proyectos para apoyar a los grupos más desfavorecidos. Por ejemplo, La Caixa ha dedicado alrededor de un 25% a este menester en 2006, lo que ha supuesto más de 300 millones de euros, en lo que desde la entidad catalana denominan un “dividendo social”.

Bonos, libretas y tarjetas de crédito

Gutiérrez Nieto ha realizado una clasificación de los distintos productos financieros con fines sociales que se puede encontrar cualquier ciudadano. A grandes rasgos, sitúa por un lado los alternativos, muy minoritarios y que provienen de organizaciones ajenas a la banca, y las cajas de ahorro. El bono solidario constituye un ejemplo de este tipo. “Funcionan en la red que se encuentra alrededor de las ONG, entre simpatizantes que invierten en bonos solidarios”, explica esta profesora. Por otro lado, se hallan los productos bancarios con contenido social, como las libretas de ahorro solidario, las tarjetas de crédito solidarias y losfondos de inversión éticos y solidarios.

En las libretas de ahorro solidario, el cliente dona a la entidad una parte del interés recibido, que será invertido en diferentes proyectos sociales. Por otra parte, también existen libretas gratuitas, que permiten acceder a los servicios bancarios a personas en grave riesgo de exclusión social y cuyos ingresos son menores a los del salario mínimo interprofesional.

La tarjeta de crédito solidaria quizás sea el producto financiero social más popular entre los bancos y las cajas. Suelen vincularse con diversas ONG

o asociaciones que presten servicios sociales con las que la entidad firma convenios de diferentes maneras. Por ejemplo, en Bancaja un 50% de lo que el banco recauda a los comercios cada vez que cobran con este sistema se dona a dichos organismos sociales, mientras en La Caixa -por medio de la Visa Cruz Roja- se dona el 0,4% de la facturación realizada por el cliente con la tarjeta. Caja Laboral sigue el mismo principio de donar un porcentaje y prevé un fijo por cada tarjeta de este tipo existente en sus acuerdos con médicosmundi, colegios y Cáritas.

En Bancaja, existen diseños genéricos de tarjetas, en las que no aparece ningún logotipo pero que están vinculadas a una ONG que el propio cliente selecciona y otras tienen un estampado elegido por ONG, como Cruz Roja Española

, ACNUR

, Unicef

o Manos Unidas

. Los bancos y cajas se aseguran de que las ONG reúnan una serie de requisitos para formar parte de esta iniciativa. “Se comprueba que tengan certificado de finalidad social, los años de experiencia, etc.” explica Javier Pesquera sobre las tarjetas que ofrece Bancaja. Por otra parte, entidades como BBK o La Caixa permiten canjear por donativos los puntos de los programas de fidelización de sus tarjetas.

¿Estrategia de marketing?

Ante la aparición de estos productos con fines encomiables lanzados por la banca, han surgido recelos motivados por convertir la solidaridad en un bien de consumo. Gutiérrez y Ballesteros coinciden en calificar este fenómeno como una estrategia de marketing. “Los bancos tradicionales aprovechan el tirón de este tipo de productos y, por ejemplo, las tarjetas solidarias se anuncian más durante la Navidad”, indica Gutiérrez. Por su parte, Ballesteros afirma que “la mayoría de los productos financieros sociales de la banca tradicional parecen ser una estrategia de marketing”. Este profesor universitario recalca que se trata de productos de empresas que no tienen un fin social, dirigidos a un “segmento de consumidores muy específico que desea tranquilizar su conciencia y que en realidad constituyen una expresión más de la cesta de productos de consumo”. Es decir, que se vislumbra el negocio ante un público concienciado por los mensajes de las ONG y de los medios de comunicación que revelan la dimensión de la pobreza y la exclusión en el mundo.

Las críticas también provienen del choque del modelo de la banca tradicional con el de la banca ética: una nacida para obtener beneficios económicos y otra para “transformar el mundo”, en palabras de Ballesteros. Sin embargo, David Camino Blasco, catedrático de Economía Financiera y Contabilidad de la Universidad Carlos III de Madrid y experto en microfinanzas, discrepa de este punto de vista y no le parece perjudicial que los bancos promocionen sus productos éticos, sino una cuestión propia de la “lógica del mercado”. “Me parecería mal que lo hicieran si no tuvieran una inversión realmente ética”, destaca.

Comités de ética

¿Realmente son éticos y solidarios los productos de los bancos, aunque no cumplan con todos los preceptos de la banca ética? La respuesta es afirmativa. Los consumidores disponen de bastante información -ofrecida por las propias entidades- acerca de los proyectos a los que contribuyen con estas iniciativas, cuánto dinero supondrá y a qué organizaciones se destinan las inversiones. Además, en las tarjetas solidarias, por ejemplo, se puede elegir a qué ONG se beneficia. En los fondos de inversión existen mecanismos de control, como el Comité de Ética, que puede ser independiente, con personas de las ONG y el mundo social, o interno. Su misión es velar para que sólo se invierta en aquellos productos acordes con el ideario del fondo en cuestión, que es el que ha convencido al consumidor para suscribirlo. De todas maneras, Ballesteros alerta de que se debe tener cuidado porque algunas veces se buscan ONG o movimientos sociales afines a los criterios del banco, de forma que las entidades saben que no les pondrán demasiados problemas en sus decisiones de inversión.

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