Voluntariado en residencias, la importancia de acompañar a los mayores

Algunas personas mayores se sienten solas y aisladas en las residencias, por ello el voluntariado les proporciona una compañía de valor incalculable
Por Azucena García 2 de junio de 2015
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Sentirse solas pese a que están rodeadas de gente. Esta es la situación de algunas personas mayores alojadas en residencias. Y es que no todas tienen familiares que les visiten o que lo hagan con la frecuencia deseable. Por eso Amigos de los Mayores desarrolla desde hace varios años un programa de acompañamiento en residencias. Su ampliación es difícil porque hay que contar con los recursos y los voluntarios necesarios. El objetivo de este artículo es explicar en qué consiste para animar a más personas a apoyarlo y unirse a él. Si en algo coinciden los voluntarios es en que siempre reciben mucho más de lo que dan.

Así se vive la soledad en una residencia

La soledad es una de las principales preocupaciones de las personas mayores, al menos, de una parte de ellas. Por ello, desde hace 11 años, Amigos de los Mayores gestiona un programa de voluntariado a través del cual se les hace compañía en el hogar. Pero este no es el único espacio en el que las personas mayores se sienten solas. En las residencias, donde en apariencia comparten espacio con numerosos compañeros, los mayores también se sienten solos.

«Sobre todo al comienzo de la vida en la residencia, pueden aparecer con mucha frecuencia sentimientos de soledad»

«No es solo en las casas donde una persona puede sentirse sola y aislada. En las residencias también es una realidad, independientemente de la cantidad de profesionales que estén pendientes y de que tengan o no familiares que les visiten», subraya la responsable del programa de voluntariado en residencias de Amigos de los Mayores, Flor Martínez. «Sobre todo al comienzo de la vida en la residencia, con el paso del hogar a una institución, se produce una ruptura con el entorno de la persona mayor y pueden aparecer con mucha frecuencia sentimientos de soledad», añade.

Amigos de los Mayores trabaja desde hace siete en la Residencia de Mayores de Goya, en Madrid, y este año ampliará el programa a dos residencias de Cantoblanco y en la residencia de mayores San Fernando de Henares. Para la primera ya ha comenzado a buscar voluntarios. Pero necesitará más, puesto que quiere desplegar esta atención al menos a otra decena de centros.

Beneficios de acompañar a las personas mayores

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Imagen: Amigos de los Mayores

Cada vez más personas mayores viven en residencias. Por ello preocupan las circunstancias en las que se encuentran y de ahí que Amigos de los Mayores haya hecho este año «una fuerte apuesta por el acompañamiento en residencias de mayores, pretendiendo llegar a más de 150 personas que viven en estos centros». No es sencillo. Estos programas son posibles gracias a la colaboración de Amigos de los Mayores y los equipos de las residencias, lo que exige una coordinación y buena disposición por ambas partes.

El objetivo de este proyecto es reconstruir las redes sociales de los mayores que viven en las residencias y mejorar su estado anímico. «Además, queremos abarcar de forma integral tres ámbitos de la persona mayor: el individual, el grupal y el comunitario», precisa Flor Martínez. Igual que en el programa de acompañamiento en el domicilio, la persona voluntaria visita a la persona mayor que se le asigne -siempre la misma- un día a la semana durante un par de horas, un tiempo muy apreciado por quienes se benefician de él.

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Imagen: Amigos de los Mayores

Estas citas se estructuran en grupos de acompañamiento de entre tres y cuatro voluntarios que visitan a entre seis y ocho personas mayores. La idea es que los grupos sean reducidos para promover que las relaciones sean lo más cercanas posible. «Más allá de las actividades que se realicen en el marco del acompañamiento colectivo, nuestro objetivo principal es mejorar la interrelación entre los propios residentes, la relación de estos con personas de fuera del centro y que las personas que viven en la residencia mejoren a su vez su relación con el entorno», agrega Flor Martínez.

Respecto al personal que trabaja en los centros, Martínez asegura que una de las demandas más frecuentes de los profesionales es dar a los mayores la posibilidad de salir del recinto a pasear para que, acompañados de las personas voluntarias, «les dé el aire, el sol, y sigan en contacto con lo que les rodea». Esto permitiría de manera paralela tejer redes con el entorno de la residencia, «yendo a tomar algo a una cafetería del barrio o acercándonos a un parque», indica Flor Martínez.

Pero además de atender a las personas mayores, no se puede olvidar el papel de las familias. Para Martínez, este es «un ámbito fundamental en la vida de las personas mayores». Por ello, desde que se comienza la actividad de acompañamiento, la residencia informa a las familias de esta acción en la que participan sus parientes y les invita a conocer a los voluntarios. Con este fin, están previstos días de puertas abiertas para que voluntarios y familiares se conozcan. Así se pretende entrelazar las redes de las personas mayores «para que se sientan más acompañadas, queridas y apoyadas», que es el fin último de este programa.

Las personas mayores necesitan cariño

Lorenzo forma parte del programa de acompañamiento en la Residencia de Goya. Allí recibe cada semana la visita de Karem, con quien comparte conversación y risas. Valora mucho el cariño y la compañía que ella le da ya que, asegura, “la indiferencia es lo peor que hay para una persona mayor”. Tiene 82 años y muchas historias que contar, pero hasta ahora no siempre ha podido compartirlas como quería.

Casado con María, no pudieron tener hijos, pese a que lo intentaron. “Un día María comenzó a perder sus recuerdos. El médico le dijo que tenía la enfermedad de Alzheimer. ‘Tete, perdóname porque te voy a hacer mucho sufrir’, me dijo. Empecé a mirar una residencia para irnos los dos, donde la cuidasen y yo pudiese estar con ella”, rememora. Pero María falleció antes del traslado, con 68 años. Lorenzo se mudó solo a la Residencia de Goya. La otra opción, quedarse solo en el piso que había compartido con María, “era dura”.

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