Redes 5G: ¿Mito o realidad?

La Comisión Europea invertirá 700 millones de euros en este protocolo, que podría multiplicar por mil la velocidad teórica de acceso móvil a Internet
Por Jordi Sabaté 13 de noviembre de 2014
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Imagen: Armando Alves

Las redes 5G son cada vez más un motivo de debate frecuente en los círculos de las empresas de telecomunicaciones. ¿Mito o realidad? De momento, grandes compañías como Ericsson, Alcatel Lucent o Samsung han realizado sus primeras pruebas con éxito en una tecnología que podría multiplicar -si bien en el futuro- por mil la velocidad de acceso a la red de datos móvil. Por su parte, la Comisión Europea ha apostado por impulsar la investigación en este campo con una inversión de 700 millones de euros hasta 2020. Sin embargo, algunos expertos dudan de la viabilidad de estas redes, tanto desde el punto de vista técnico como económico.

Primeras pruebas de las redes 5G

En diciembre pasado, la Comisión Europea emitió una nota que pasó ligeramente desapercibida, a pesar de su importancia estratégica. La entonces consejera de la agenda digital, Neelie Kroes, anunció una partida de 700 millones de euros hasta 2020 para el impulso de la investigación en redes 5G, el que se cree que será el siguiente paso en materia de transmisión de datos móviles, lo que se conoce como la Internet móvil. En la misma nota, la Comisión anunciaba que tenía como socios prioritarios en el proyecto a Nokia Networks y a Alcatel Lucent.

La Comisión Europea anunció una partida de 700 millones de euros para el impulso de las redes 5G

Pronto los socios de la Comisión expusieron sus primeras experiencias de laboratorio. Por su parte, la empresa sueca de telecomunicaciones Ericsson desveló, aunque medio año más tarde, que había conseguido una velocidad de descarga de 5 gigabits por segundo (Gbps) en distintas pruebas. No es una cantidad despreciable si se tiene en cuenta que en la actualidad la velocidad teórica máxima que se puede alcanzar en 4G son 100 megabits por segundo (Mbps), el equivalente a un cable de FTTH y cincuenta veces menos que el resultado de Ericsson.

En el otro lado del planeta, la multinacional coreana Samsung se adelantó un año a las pruebas europeas y en mayo de 2013 había conseguido velocidades de un Gbps en fase de pruebas de su propia red 5G. Trabajó en el rango de frecuencias del espectro electromagnético de los 28-26 gigaherzios (Ghz), una frecuencia que se sitúa muy por encima de los 800 megaherzios (Mhz) que ocupará a partir del primero de enero la telefonía móvil 4G europea. Las pruebas europeas, al parecer, se produjeron en rangos de frecuencia similares.

Posibilidades del 5G

En el caso de que las compañías que han realizado las pruebas pudiesen llevar a la práctica doméstica y a la extensión popular este protocolo -que todavía no está aprobado como tal-, la navegación móvil con velocidades de acceso de entre uno y cinco Gbps implicaría una auténtica revolución; tanto o más que la aparición de los smartphones o, incluso, la propia Internet. La razón es que nos permitiría estar en conexión permanente, y desde cualquier posición, a velocidades que posibilitarían el acceso a amplias funciones multimedia. Y no solo a las personas, también mejoraría la conexión entre las máquinas y entre nosotros y estas máquinas.

5G implicaría una revolución mayor que la que supuso la aparición de los smartphones o, incluso, Internet

Para visualizar lo que podría ser un mundo en 5G, imaginemos que vamos a un restaurante con unas Google Glass puestas y un smartwatch con sensores en nuestro brazo. Nos sentaríamos en la mesa e inmediatamente visualizaríamos en la pantalla de las gafas el menú. Podríamos contrastar los platos con las indicaciones de análisis de nuestra sangre -o de nuestro consumo calórico anterior-, realizado por nuestro smartwatch, y después escoger con un guiño de ojos lo más adecuado en el plano nutricional. Nuestra selección la enviaríamos al camarero para que la pasara también desde sus gafas a la cocina o bien directamente a cocina para que la procesaran, con probabilidad, en una impresora digital 3D.

Mientas esperamos el plato, podríamos consultar en las gafas si nos ha llegado un nuevo correo o escoger una lista de reproducción de Spotify para escuchar música en nuestro implante auditivo, que bien podría ser un pinganillo auditivo con conectividad 5G. O bien podríamos hacer una llamada de teléfono. En las visiones más aventuradas, las gafas se podrían sustituir por implantes cerebrales, e incluso lentillas conectadas, desde donde realizaríamos todas nuestras operaciones digitales.

Después de comer, pagaríamos el menú con una orden mental a Apple Pay y similares. Y, por descontado, todos los mandos de la casa los manejaríamos a distancia, al igual que las cámaras de seguridad de nuestro hogar o la posición de nuestros hijos en todo momento. Respecto a la conducción, esta sería automática. Recibiría información del tráfico en tiempo real, así como de los obstáculos que el vehículo debería sortear en su camino.

Problemas del 5G

¿Cómo podríamos controlar nuestra privacidad en un mundo tan hiperconectado?

Al margen de ciertos aspectos más próximos a la ciencia ficción, al menos por el momento, el paisaje de las redes 5G se antoja prometedor. Sin embargo, tiene sus puntos flojos, tanto técnicos como económicos e, incluso, legales. Por un lado, el rango de frecuencias escogido para las primeras pruebas es bastante extremo, lo cual significa que la longitud de las ondas por donde viajarán los datos es muy corta. Se calcula que su alcance es un máximo de dos kilómetros, mientras que una de las grandes ventajas del 4G es que su alcance en los 800 Mghz es de 50 kilómetros.

En términos prácticos, esto significa que habría que colocar antenas cada dos kilómetros para poder rebotar la señal y extender plena cobertura de red. En una ciudad, esto es más o menos posible, pero no en las grandes extensiones rurales ni en zonas con dificultades técnicas u orográficas. Por otro lado, más allá de invertir en nuevas antenas, el coste económico de aumentar su número se dispararía enormemente para unas compañías de telecomunicaciones que ya invirtieron cifras millonarias en las redes 3G y después, en las 4G.

El rango de frecuencias escogido para las primeras pruebas hace que el alcance de las ondas sea demasiado corto

El desarrollo del 5G, por tanto, de no hallar una solución al rango de frecuencias, se vería impedido desde el punto de vista económico. Por otro lado, las ondas de frecuencias de 28 a 26 Ghz, si bien tienen alta capacidad de transmisión energética, son muy inestables dada su corta longitud y funcionan mal en lugares cerrados, debido a su baja capacidad de penetración en interiores. Las redes 4G no tienen ningún problema en este sentido.

Por último, hay un tema moral, o legal, cuanto menos debatible. ¿Estaríamos dispuestos a vivir en un mundo donde sensores, gafas e implantes enviasen continuamente datos personales sobre nuestro estado de salud, nuestras opiniones o nuestra posición a servidores centrales de grandes empresas para que los procesaran mediante big data para su propio beneficio o el de un gobierno? ¿Cómo podríamos controlar nuestra privacidad en un mundo tan hiperconectado?

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