Big data, ¿una amenaza a nuestra intimidad?

El desarrollo de programas capaces de analizar grandes bases de datos pone en creciente peligro la privacidad de los usuarios
Por Jordi Sabaté 6 de diciembre de 2011
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Imagen: Ed Yourdon

Cada vez que navegamos por la Red, dejamos un rastro disperso de nosotros mismos en las páginas que visitamos, las opiniones que vertemos en nuestras redes sociales favoritas, las fotos que subimos a nuestros servicios de almacenamiento o que comentamos de otros, etc… Todos estos datos comprenden un enorme volumen de información de cada usuario que tiene gran valor para las empresas, ya que así perfilan al máximo la oferta de sus productos, aunque por el momento son bases muy difíciles de analizar dado su tamaño: es lo que se conoce como “big data”. Los especialistas creen que su análisis es el gran reto de los próximos años e IBM asegura que en el futuro el 83% de la inversión en innovación se dedicará a su estudio. Ahora bien, ¿qué tienen que decir los usuarios, que verán su intimidad desnudada por grandes ordenadores? Para los organismos y agencias nacionales de protección de datos, “big data” también es un reto que consideran que debe someterse a su control.

El experto en seguridad digital más importante del mundo asegura que el tratamiento de estas bases de datos puede excitar la codicia de las grandes corporaciones

La reciente conferencia internacional de autoridades y agencias nacionales de protección de datos y privacidad de los usuarios, celebrada el pasado noviembre en México, dedicó una buena parte de su temario a debatir el reto de la «big data», los millones de megabytes de información -la empresa IBM asegura que son más de dos quintillones de bites al día- acumulados en grandes bases de datos de las empresas y que estas pretenden utilizar para analizar el comportamiento de los usuarios con el fin de afinar al máximo sus ofertas y los desarrollos de futuros productos. Tal es el nivel de preocupación que genera este nuevo fenómeno.

La próxima gran revolución en análisis de datos

Aunque por el momento son pocos los instrumentos y hardware capaz de procesar esta ingente cantidad de información, y están solo al alcance de las corporaciones más grandes del sector tecnológico, a ningún analista empresarial se le escapa que es una de las grandes apuestas de futuro. Es una potencial fuente de información muy valiosa para mejorar la publicidad, el marketing, e incluso, el diseño de futuros desarrollos.

IBM estima que durante los próximos años se invertirá el 83% de los fondos destinados a innovación tecnológica en la construcción de herramientas capaces de analizar grandes bases de datos

IBM estimaque durante los próximos años se invertirá el 83% de los fondos destinados a innovación tecnológica en la construcción de herramientas capaces de analizar grandes bases de datos y extraer conclusiones entendibles. La consultora Mckinsey lo considera la próxima gran revolución tras la eclosión del cloud computing o nube.

Cuando entramos en un servicio y realizamos alguna actividad en él, dejamos un rastro de nuestra actitud, nuestro ánimo, nuestra visión de los temas más variados o nuestros gustos estéticos, entre otras muchas pistas que perfilan nuestra identidad. En buena lógica, estos datos pueden corresponder a nuestro perfil público en Internet, algo que todos tenemos y que se refiere a nuestra identidad digital.

No se debe olvidar que en la Red las relaciones e interacciones humanas se multiplican, de modo que es mucho más complicado, y en ocasiones incoherente, mantener los niveles de intimidad del mundo físico. Incluso puede ser interesante que las empresas conozcan nuestro perfil público si con ello nos evitan enojosas campañas de productos que no nos interesan. Ahora bien, no es lo mismo el nivel de conocimiento de las identidades de los usuarios que se puede tener con los ordenadores actuales, frente a lo que podría ser un análisis del conjunto de la información que dejamos.

Tráfico ilegal de datos

Analistas como Kenneth Neil Cuckier, colaborador de la revista ‘The economist’, consideranque esta información tendrá un enorme valor monetario cuando pueda analizarse, por lo que nadie nos asegura que no acabe por ser objeto de tráfico ilegal de datos hacia empresas con intenciones deshonestas, de modo que estas bases puedan llegar a ser algo perjudicial para el usuario. El experto en seguridad digital más importante del mundo, Bruce Schneier, en una entrada de su blog, insiste en la misma dirección que Cuckier y asegura que el tratamiento de estas bases de datos puede excitar la codicia de las grandes corporaciones, que hoy acumulan información a marchas forzadas.

Ante este peligro, estos analistas exigen leyes más estrictas en la protección de los usuarios y garantías mayores por parte de los servicios de la Red. Empresas y servicios como Google, Facebook, Microsoft, Apple y muchas otras que almacenan datos de sus usuarios se ven presionadas de modo creciente para que garanticen que sus bases no se liberarán a terceros ni estarán sujetas a ningún tipo de comercio ilegal.

Un dilema ético

La mayoría de estas empresas responden positivamente a las presiones de los gobiernos con el aumento de los niveles de privacidad que puede asumir el usuario, pero el problema es que en ocasiones este prefiere tener muchos de sus datos en perfil público para llegar a más gente y comunicarse con más intensidad. No son pocos los usuarios que no ven ningún mal en que se sepan determinados datos personales y, en realidad, si muchos de estos datos fueran privados, la Red sería mucho más ineficiente como herramienta de información y comunicación.

El peligro no son los datos en sí, sino las herramientas capaces de sumarlos todos, tratarlos de un modo integrado y extraer conclusiones de nuestra personalidad, en principio, impensables

El problema, como indica en esta entrada de su blog el profesor del IE Business School y analista tecnológico Enrique Dans, reside en que el peligro no son los datos en sí, sino las herramientas capaces de sumarlos todos, tratarlos de un modo integrado y extraer conclusiones de nuestra personalidad, en principio, impensables y que quizá no nos guste que conozcan los demás. Y mucho menos que se vendan en un oscuro mercado negro. En otras palabras, el tratamiento de las grandes bases abre un importante dilema ético.

Los analistas de datos Terence Craig y Mary Ludloff publicaron el pasado septiembre el ensayo «Privacy and big data«, donde abundan con ejemplos en la idea de que el análisis de grandes bases de datos de los usuarios ya es objeto de comercio entre empresas como Google, Facebook o Microsoft, que se amparan en las condiciones de uso de los servicios -que casi nadie lee-, en las diferentes políticas y leyes de protección de la privacidad de cada país y en el desconocimiento de muchos usuarios para recolectar y revender datos personales a empresas de marketing y publicidad. Destacan que un problema adicional es que tras esta venta se pierde muchas veces el rastro de las bases, que van a empresas difusas de países del Tercer Mundo donde apenas hay leyes que amparen la intimidad.

En manos del Gran Hermano

En el relato “El informe de la minoría”, de Phillip K. Dick, la policía de una ciudad americana era capaz de predecir qué personas cometerían un delito antes de que lo hicieran y, por tanto, ejecutarlas a tiempo para evitar el crimen. La predicción la realizaban tres medium en estado de coma que vivían en una piscina de suero, cuyos cerebros estaban conectados a unas pantallas que mostraban los sucesos previstos. Sin duda, una alegoría de los ordenadores potentes del futuro, capaces de analizar los “big data”. Tanto en el cuento como en la película que generó, “Minority report”, la policía ejecutaba de manera arbitraria a ciudadanos inocentes a partir de las predicciones de los medium.

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Imagen: Chris Gladis

No es difícil imaginar qué podrían hacer futuros gobiernos dictatoriales, o simplemente celosos del orden, si tuvieran en sus manos ordenadores capaces de integrar y analizar toda la información que los usuarios dejamos en la Red. Podrían ponderar nuestro descontento, predecir nuestros enfados y asesinarnos o encarcelarnos para evitar que nos sublevásemos. También podrían manipular con facilidad a la opinión pública y así ganar elecciones y plebiscitos según su conveniencia. Diversos agentes sociales ya han alertado de que este escenario está menos lejos de la ciencia ficción de lo que pensamos.

En otro orden de cosas, ¿qué sucedería si se pudieran diagnosticar enfermedades, mentales o no, según el comportamiento analizado de las personas en las redes sociales o en los buscadores? ¿Es lícito detectar y comunicar a un usuario que padece un trastorno mental sin que haya percibido los efectos y, por tanto, provocarle sufrimiento?

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