Abuso de psicofármacos y sus consecuencias

Estos medicamentos, que son un buen remedio durante un tiempo determinado y para un problema concreto, deben tomarse siempre bajo prescripción médica
Por José Andrés Rodríguez 4 de julio de 2010
Img psicofarmacos
Imagen: Flora Braz

La adicción a los psicofármacos es un problema grave y cada vez más frecuente. Entre los años 2004 y 2009, el consumo de tranquilizantes había aumentado en un 40% en España. Hay diferentes tipos de psicofármacos, pero los tranquilizantes (como los sedantes, los hipnóticos y los ansiolíticos) generan más problemas de abuso que cualquier otro. Además, su excesivo consumo es un lastre para las arcas del sistema sanitario público. Sólo en tranquilizantes, el Gobierno desembolsa cada año cerca de 231 millones de euros.

Cada vez se atiende a más personas por problemas derivados del abuso de los psicofármacos, una cuestión que afecta más a mujeres que a hombres, porque ellas los consumen en mayor medida. La primera dificultad para solucionar esta adicción es que muchas personas son adictas, pero no son concientes. Además, estos medicamentos son legales, fáciles de conseguir y, sobre todo los tranquilizantes, baratos. Lejos queda del perfil del adicto a drogas ilegales, como la heroína, asociado a población marginal y con mala salud.

Para Blanca Brigos, psicóloga clínica del centro de desintoxicación Instituto Hipócrates, «el factor importante para hablar de una adicción no es el tiempo que dure la toma de psicofármacos, sino la necesidad de tomar más cantidad para conseguir los mismos efectos, la incapacidad de enfrentarse a situaciones de la vida sin tomarse una pastilla, el miedo a quedarse sin ellas…». Es una adicción que afecta a tres niveles: el fisiológico, porque el cuerpo pide más dosis; el cognitivo, pues el pensamiento de la persona está centrado en conseguir o consumir las pastillas; y el conductual, porque algunas personas realizan acciones que nunca harían si no tuvieran la adicción.

Los síntomas más fáciles de detectar por parte de amigos, familiares o compañeros de trabajo son «el aislamiento, los cambios de actitud o de humor, dejar de realizar actividades habituales, la pérdida o deterioro de las relaciones sociales o problemas en el trabajo», apunta Fidel Riba, director médico del Centro Terapéutico Marenostrum.

Combinación habitual

Aislamiento, cambios de humor, abandono de hábitos o el deterioro de las relaciones sociales son algunas de las señales de una adicción

Es infrecuente que una persona sea adicta sólo a estos medicamentos. La combinación más habitual es la adicción al alcohol y los psicofármacos, seguida de alcohol, cocaína y psicofármacos. «Muchas personas llegan a la clínica convencidas de que su problema tiene que ver sólo con un tipo de droga (legal o ilegal) y debemos decirles que también tienen un problema con los tranquilizantes», comenta Brigos.

Los psicofármacos no tienen la mala fama del alcohol, la cocaína, el cannabis o la heroína. Por eso, numerosas personas con problemas de dependencia no son conscientes de ello. «Como se los ha recetado el médico, piensan que no pasa nada. Sin embargo, sólo si se consumen bien no habrá ningún problema», explica José María Vázquez-Roel, psiquiatra especialista en adicciones de la Clínica Capistrano.

No afrontar la ansiedad

Una explicación para el abuso de tranquilizantes es que muchas personas se acostumbran a evitar la ansiedad y las situaciones que la provocan. Prefieren el atajo de la pastilla antes que enfrentarse a los problemas con sus recursos personales y, así, no aprenden a gestionar su ansiedad. Los afectados pueden ser de edades y niveles sociales muy diferentes, pero comparten unos rasgos comunes: sufren miedo, acostumbran a padecer síntomas depresivos, evitan las situaciones que les causan ansiedad y han interiorizado que no pueden resolver sus problemas sin fármacos e, incluso, los toman antes de una situación que, tal vez, les pueda crear ansiedad.

Por otro lado, las personas adictas tienen una predisposición biológica a serlo. No todo el mundo que toma psicofármacos o que no sabe enfrentarse a la ansiedad desarrolla una adicción. Todas las drogas actúan en el sistema de recompensa cerebral. «Cuando un acto es placentero, el cerebro quiere que se repita. Pasa con el sexo, con la comida, con la diversión. Y las drogas en general actúan en este sistema», explica Riba. Los tranquilizantes causan el efecto placentero de reducir la ansiedad. Además, es una adicción que no avisa: poco a poco se aumenta la dosis y llega un día que ya no hay vuelta atrás.

Aparte de los factores biológicos y psicológicos, es necesario señalar otras causas que provocan el continuo aumento de su consumo en España. Vázquez-Roel pone el acento en la saturación del sistema sanitario público, que deja poco tiempo por paciente al profesional y lleva a que éste «saque rápidamente el recetario. Esto origina otro problema, que la factura farmacéutica sea muy elevada». Además, la psicoterapia privada exige un desembolso económico que no todo el mundo está dispuesto a asumir.

El tratamiento

Los expertos recomiendan que, siempre que se quiera reducir o interrumpir el consumo de psicofármacos, se haga bajo control médico. En España hay numerosas clínicas de desintoxicación donde se tratan diferentes adicciones. «Hay que ponerse en manos de un profesional«, indica Riba. «Cuando ingresa alguien, primero se investiga qué consume y en qué cantidad, para calcular cuánto se puede bajar la dosis sin que haya síndrome de abstinencia, que en el caso de los tranquilizantes, es muy duro». Si una persona adicta deja de tomar los tranquilizantes de golpe, sufrirá un síndrome de abstinencia con náuseas, vómitos, mareos, ansiedad y taquicardia.

El ingreso en una clínica de desintoxicación dura entre ocho y diez semanas. La persona sale sin consumir nada y se realiza un seguimiento que puede prolongarse durante varios años. El tratamiento no se centra sólo en eliminar el consumo de psicofármacos, es necesario aprender a afrontar la ansiedad.

«En una segunda fase del tratamiento, cuando la persona está casi desintoxicada en un plano físico, hay que iniciar la fase de deshabituación», comenta Brigos. El individuo sufre menos temores y es el momento en que debe empezar a aprender que no necesita los fármacos. Por tanto, hay que tratar la ansiedad desde un punto de vista psicoterapéutico. Se trabaja el área cognitiva para que modifique pensamientos desadaptativos («no puedo enfrentarme a una reunión en el trabajo si no tomo un tranquilizante»), la emocional con técnicas de relajación y la conductual, para que empiece a aceptar que debe enfrentarse a situaciones sin medicarse.

LA ANSIEDAD MUEVE EL MUNDO

A nadie le gusta sentir ansiedad, pero es necesaria. Es un mecanismo de alerta que avisa de algún peligro, sea real o imaginario. Sentir ansiedad es la forma que tiene el organismo de prepararse para resolver un problema. Es positivo porque permite estar capacitados para afrontar muchas de las situaciones que se dan en la vida: una entrevista de trabajo, un examen, una mala noticia, etc. No obstante, llega un punto en el que, para muchas personas, se vuelve intolerable. Ya no es adaptativa, sino que bloquea. Interfiere en la vida laboral y social y, además, causa malestar. Los síntomas de la ansiedad son muy variados: taquicardia, sudoración, palpitaciones, mareo, temblores y pensamientos obsesivos y negativos, entre otros.

Se calcula que un 20% de las personas sufrirá algún problema de ansiedad durante su vida y los tranquilizantes ayudan a combatirla. Pero no deben convertirse en una solución eterna. Son un buen remedio durante un tiempo determinado y para un problema concreto, siempre bajo prescripción médica. En el caso de que la ansiedad interfiera de manera continua en la vida de una persona, es recomendable iniciar un tratamiento psicoterapéutico. José María Vázquez-Roel recuerda una frase del filósofo Ludwig Wittgenstein: “La ansiedad es la palanca que mueve el mundo”. En su opinión, obliga a resolver los problemas, “pero cuando se borran con psicofármacos, no se resuelven y uno no se adapta a las exigencias de la vida. Es necesario afrontar los problemas, aunque sea con ansiedad, para aprender a superarlos”.

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