Ácido linoleico, de la lista al libro blanco

El ácido linoleico acaba de abandonar la cada vez más larga lista de ingredientes bioactivos de la dieta para apoyar con datos científicos su condición de alimento funcional
Por Jordi Montaner 31 de octubre de 2006

La condición de alimento funcional se consigue tras evidenciar en ensayos clínicos que la sustancia bioactiva en cuestión es capaz de reducir factores de riesgo y prevenir la aparición de enfermedades. El libro blanco sobre ácido linoleico, presentado en el I Congreso Mundial de Nutrición y Salud Pública en Barcelona, ha sido escrito por destacados autores nacionales y cuenta con el aval de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC) y el patrocinio de la empresa Central Lechera Asturiana.

Amalia Lafuente, del Departamento de Farmacología y Química Terapéutica de la Universidad de Barcelona, concluye que al consumir un promedio de 3 g/día de leche enriquecida con CLA las personas con sobrepeso pueden llegar a reducir un 3% su masa grasa corporal (que no su peso). José Antonio Villegas, Cátedra de Fisiología de la Universidad Católica de Murcia, da cuenta en el libro blanco de un ensayo clínico de intervención para el que reclutó a 31 individuos con sobrepeso que realizaban una actividad física moderada y monitorizada, además de dos yogures enriquecidos con CLA al día durante 3 meses. El experto concluye que la reducción del índice de masa corporal (IMC) en los individuos que realizan actividad física y consumen ácido linoleico conjugado (CLA) es «algo más que moderada» (descenso del 4,6% para los hombres y 2,7% para mujeres); «si bien resulta mucho más interesante la reducción de masa grasa corporal medida por densitometría, con un descenso del 13,12% para hombres y 9,7% para mujeres».

El resultado, según Villegas, es muy importante en términos de salud «ya que demuestra que la asociación entre una actividad física moderada y el consumo mantenido de CLA tiene un impacto claro en la pérdida de grasa visceral». Otro ensayo clínico observacional llevado a cabo por la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO) reclutó a 572 personas (69% mujeres) con un IMC medio de 30 que consumieron 2 yogures enriquecidos con CLA (3g de ácido linoleico conjugado) durante 3 meses, manteniendo asimismo una dieta baja en calorías. Las diferencias de masa grasa corporal a lo largo del estudio evidenciaron una reducción media del 7,54%.

Un ácido graso universalmente discreto

El ácido linoleico conjugado es un ácido graso muy frecuente en los aceites vegetales de maíz, soja y girasol
El ácido linoleico conjugado es un ácido graso esencial muy frecuente en los aceites vegetales de maíz, soja y girasol, así como en la grasa animal. Está formado por varios tipos de ácidos grasos todos ellos distintos en su estructura química. El más importante desde una perspectiva fisiológica es el ácido ruménico. En los animales, incluidos los seres humanos, el CLA es producido fisiológicamente por la flora gastrointestinal y en el hígado. Los mamíferos rumiantes, como las vacas, son quienes más ácido linoleico producen y, en consecuencia, su leche es la más rica en esta sustancia.

Paradójicamente, los veterinarios certifican que la leche de las vacas actuales contiene mucho menos ácido linoleico que antaño, por su régimen de estabulación, por lo que los suplementos cumplen con una función reguladora. En una dieta occidental estándar, el consumo de CLA no suele sobrepasar los 1,5 g/día; sin embargo, este promedio es muy variable y depende de los hábitos alimentarios propios de cada país.

Historia reciente

Fue en 1990 cuando Pariza y colaboradores se refirieron por primera vez a los posibles efectos beneficiosos del ácido linoleico conjugado obtenido de la leche de vaca y, desde entonces, son muchas las comunicaciones científicas que se han publicado sobre las propiedades atribuidas a este ácido graso: efectos sobre el peso corporal, reducción de la masa grasa total y efectos beneficiosos sobre el colesterol y los triglicéridos. Se han descrito también efectos sobre el sistema inmunitario y antioxidantes (los CLA poseen una gran capacidad para captar radicales libres). La mayoría de las grasas vegetales son ricas en grasas poliinsaturadas o monoinsaturadas, excepto los aceites de palma y de coco, que son muy saturadas.

En realidad, las grasas saturadas y monoinsaturadas son irrelevantes en la dieta, ya que se producen fisiológicamente por parte del organismo. Pero existen dos ácidos grasos poliinsaturados que el cuerpo necesita en niveles más altos de los que es capaz de producir: el ácido linoleico y el alfa-linolénico. Deben obtenerse, por tanto, de la dieta y en forma de ácidos grasos esenciales. Una vez en el cuerpo, estos ácidos se «reciclan» para formar ácido araquidónico, ácido eicosapentanoico (EPA) o docosahexanoico (DHA). Bajo una perspectiva de salud, los ácidos grasos poliinsaturados son importantes para mantener la estructura de las membranas celulares y producir las prostaglandinas que regulan procesos corporales como la inflamación o la coagulación sanguínea.

Asimismo, las grasas son necesarias en la dieta para que las vitaminas liposolubles de los alimentos (A, D, E y K) puedan ser absorbidas y para regular el metabolismo del colesterol. Numerosos comités de expertos recomiendan que se reduzca en general el consumo de grasas. Normalmente, sólo las dietas vegetarianas cumplen las indicaciones por las que la grasa no debe suponer más del 35% de la ingestión total de energía tanto en adultos como en niños. Las grasas saturadas contribuyen a que haya niveles demasiado elevados de colesterol en la sangre, un factor de riesgo para la arterosclerosis y enfermedades cardiacas, mientras que las grasas poliinsaturadas actúan precisamente en sentido contrario. Las dietas vegetarianas, que no contienen grasas cárnicas ni lácteas, son bajas en ácidos grasos saturados y altas en ácidos grasos poliinsaturados. Los vegetarianos, por lo general, consumen bastante más ácido linoleico que los no vegetarianos.

El ácido eicosapentanoico y el ácido docosahexanoico, sin embargo, son dos ácidos grasos poliinsaturados no esenciales que faltan por completo en las dietas vegetarianas. El cuerpo humano puede convertir el ácido alfa-linolénico en estos ácidos no esenciales pero, aun así, los tejidos corporales de los vegetarianos contienen menos eicosapentanoico y docosahexanoico que los de no vegetarianos. Las consecuencias de esta diferencia, no se conocen. Por otro lado, las leches maternas de mujeres vegetarianas contienen proporciones diferentes de algunos ácidos grados poliinsaturados, y estas diferencias se reflejan en los tejidos de los lactantes. En la actualidad se están investigando las consecuencias que semejante distinción pueden tener en el crecimiento y desarrollo de los bebés.

¿RIESGO DE LITIASIS BILIAR?

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Investigadores del Área de Nutrición y Bromatología de la Facultad de Farmacia en la Universidad del País Vasco (Vitoria) publicaron el año pasado en Nutr. Hosp. un estudio que indagó en los efectos de un isómero del ALC, el trans-10, cis-12, sobre la colesterolemia y el riesgo de litiasis biliar en un modelo animal (hámster) de hipercolesterolemia inducida por dieta.

El ALC no modificó la ingestión energética, el peso corporal final, ni el tamaño y contenido de colesterol del bazo, pero sí produjo una disminución significativa del colesterol sérico total (-18%) a expensas de la fracción c-LDL (-66%); toda vez que redujo significativamente el contenido hepático de colesterol libre (-26%) y sin cambios en el colesterol esterificado.

Por otra parte, el ALC produjo un incremento del 32% de la concentración biliar de colesterol, un aumento del 28% del índice litogénico y una mayor incidencia de litiasis biliar. A la luz de estos datos, los expertos apuntan la posibilidad de que el isómero trans-10, cis-12 del ALC actúe de forma eficaz como hipocolesterolemiante (debido a que aumenta la secreción de colesterol a bilis) si bien, en contrapartida, dicho efecto incrementa el riesgo de litiasis biliar.

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