Desayuno de bufé libre

Sacarle buen provecho es clave para que las vacaciones no arruinen el esfuerzo que supone el cuidado de la salud durante el resto del año
Por Maite Zudaire 10 de junio de 2010
Img desayuno buffet
Imagen: David McKelvey

En esta época del año, cada vez son más los hoteles y complejos donde se pueden contratar pensiones y servicios “todo incluido”, una práctica que pone al alcance de los huéspedes grandes cantidades de alimentos y bebidas a todas horas. Esta oferta, que propone tentaciones difíciles de vencer, puede resultar muy positiva si se aprovechan sus ventajas y se descartan los alimentos innecesarios. La clave es conseguir que el bufé libre se convierta en una opción sana, en lugar de sinónimo de abuso.

Elegir los alimentos sabrosos y diferentes

Huevos fritos, patatas, bacon o panceta, alubias en salsa de tomate, quesos, salchichas. Pasteles, churros, bollos, postres. Tostadas, mantequilla, mermeladas, chocolates y cremas. ¿Qué menú se puede elegir ante semejante escaparate de viandas para un desayuno? No es fácil descartar los alimentos prohibidos durante el resto del año y es difícil no sucumbir al razonamiento de ampliar las vacaciones a la dieta. Pero hay que hacerlo y, además, sin renunciar al sabor ni a su vertiente lúdica.

Hay que partir de un convencimiento: un mal desayuno puede resultar tan excesivo, que represente la mitad de las calorías y el total (o casi) de grasas, azúcares y colesterol recomendados para todo el día. Se altera la dieta de una manera innecesaria, con el agravante de no ser consciente de ello.

Sin mucho apetito y sin quererlo, una persona acostumbrada a desayunar un café con leche con un par de tostadas y un zumo puede terminar por comer un huevo frito, una salchicha, una loncha de bacon, dos lonchas de queso, un par de bollos de pan, un cruasán, dos zumos y un café con leche azucarado. En total: 1.250 calorías, la mitad de las necesarias a diario y a las que se suman las del resto de alimentos que se tiene costumbre de comer durante el día.

Un desayuno de bufé libre puede suponer la mitad de las calorías diarias necesarias

Pero hay otra manera más sabrosa y más sana de beneficiarse de un bufé libre: cambiar todos los días de menú. Aprovechar que no hay que cocinar, sino que la mesa está puesta y los alimentos preparados, y optar, en lugar de por la cantidad, por la variedad. Éstas son algunas sugerencias apetecibles, tan saciantes como saludables, para comenzar el día:

  • Bocadillo de jamón serrano en pan untado con tomate y aceite de oliva virgen.
  • Bocadillo vegetal con pan integral, queso y huevo duro.
  • Sándwich mixto con jamón y queso (opcional, el huevo a la plancha).
  • Sándwich vegetal con atún y un poco de mayonesa.
  • Bol de muesli o copos de avena mezclados con yogur y frutos secos y un tazón con trozos de fruta.
  • Plato combinado: tortilla o huevo a la plancha, jamón york o serrano y pan integral untado con tomate natural y aceite de oliva.
  • Tostadas integrales con queso fresco (en lugar de mantequilla o margarina) y mermelada o unos hilitos de miel.

Descartar comida hipercalórica, hipergrasa e hiperproteica

Sean vacaciones o no, deben consumirse alrededor de 2.000 Kilocalorías diarias como media. Esta cantidad conforma la dieta equilibrada de una persona adulta sana. En proporción a estas calorías, la cantidad diaria orientativa (CDO) de azúcares asciende a 90 gramos. Con un desayuno compuesto por alimentos dulces (azúcar o miel como endulzantes, mermelada, bollería, chocolate, zumos, etc.), es fácil ingerir la mitad de los azúcares recomendados para todo el día, sólo en esta primera comida.

Las CDO para las grasas totales se sitúan en 70 gramos, mientras que para las grasas saturadas se reducen a 20 gramos. El objetivo nutricional para el colesterol es no superar los 300 miligramos diarios. La tendencia de comer el desayuno típico anglosajón durante los días de asueto es un ejemplo de desorden alimentario, por considerarse hiperenergético, hipergraso e hiperproteico, con los efectos perjudiciales que estos excesos tienen en caso de trastornos cardiovasculares, dislipemias, hipertensión, hiperuricemia, sobrepeso y obesidad. Ésta es una razón más que justificada para considerar el desayuno como una oportunidad de comida consistente, que suponga una elección saludable y relegue las comidas abundantes para días concretos u ocasiones especiales.

ImgImagen: CONSUMER EROSKI

EL RINCÓN DIETÉTICO

Desde hace décadas, algunos hoteles se plantean el objetivo de ayudar a perder peso a sus huéspedes. La novedad en este siglo son los establecimientos que no tienen la función de diseñar dietas hipocalóricas para sus clientes, pero que en sus principios de calidad se proponen cartas de menús equilibrados. No buscan poner a dieta a nadie, sino permitir una alimentación saludable. El comensal que llega al salón del desayuno, accede a una oferta de bufé con alimentos, platos y recetas dietéticas y sabrosas, pero con menos calorías, menos grasas y menos azúcares.

El escaparate dietético se compone de leche y lácteos desnatados (yogures, quesos frescos, quesitos), junto con alternativas como la bebida y los postres lácteos de soja, variedad de panes y galletas integrales, mermeladas sin azúcar de multitud de sabores, jamón serrano, jamón cocido bajo en sal y fiambres de pavo, margarinas ligeras o, incluso, margarina enriquecida con esteroles vegetales (para quienes tienen el colesterol elevado).

Esta variedad se completa con una extensa gama de infusiones y fruta fresca que varía según la temporada. Esta práctica, que se sigue en el hotel donde el dietista y cocinero Juan Carlos Fernández dirige el servicio de alimentación, es una tendencia iniciada por pequeños alojamientos que buscaban distinguirse pero que, como toda tendencia que triunfa, cada vez está más presente en cadenas hoteleras internacionales.

Sigue a Consumer en Instagram, X, Threads, Facebook, Linkedin o Youtube