Obesos, pero sanos

Tres de cada diez personas que padecen obesidad no tienen complicaciones metabólicas asociadas al sobrepeso debido a su adecuada condición física
Por Bittor Rodriguez Rivera 5 de marzo de 2013
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Imagen: Colros

La obesidad ocupa el rango de pandemia en los países de Occidente, tal como advierte la Organización Mundial de la Salud (OMS). Por ello -y por las múltiples campañas públicas de alimentación saludable que se han hecho- en la actualidad ya casi nadie pone en duda de que se trata de una “enfermedad” que es necesario combatir. Para muchos ciudadanos, el exceso de peso encarna uno de los “demonios” más populares; uno capaz de adoptar múltiples formas en el medio o largo plazo. A saber: hipertensón, hipercolesterolemia, problemas cardiacos, diabetes y una larga lista de etcéteras. Sin embargo, a la luz de recientes estudios, es posible que los profesionales de la nutrición, los medios de comunicación y las empresas que venden productos asociados al estilo de vida saludable hayan alimentado de más al “monstruo de la obesidad”, enmarcándolo en un escenario no del todo real. El exceso de peso sí aumenta el riesgo de sufrir muchas patologías, pero, ¿es sin duda una enfermedad? Para responder a esta pregunta, el siguiente reportaje expone cuáles son los riesgos del exceso de peso, presenta sus “otras” cifras y explica la paradoja de la obesidad.

Los riesgos de la obesidad

Dos factores -la prevalecia y la evolución- hacen que, en la actualidad, la obesidad sea el problema de salud originado por la alimentación más importante del mundo. En general, se diagnostica mediante el IMC y la composición corporal, y se considera un problema tanto por la merma de esperanza de vida que provocan las patologías que la acompañan (diabetes tipo II, dislipemias, hipertensión, gota, patologías coronarias, ictus y cáncer, entre otras) como por el gasto derivado de la asistencia sanitaria que requiere.

Pero, sin duda, son sobre todo las complicaciones metabólicas asociadas a la obesidad las que influyen de manera directa sobre la calidad y la esperanza de vida de quienes la padecen y, por tanto, hacen de ella un problema de salud de primera magnitud. Si se tiene en cuenta que, según la OMS, en 2015 el planeta ostentará el récord de 2.300 millones de personas adultas con sobrepeso y 700 millones con obesidad, resulta lógico que la lucha contra ella se considere prioritaria.

Las otras cifras de la obesidad

El 80% de la población que decide adelgazar gasta, de media, unos 60 euros al mes

Lejos de las cifras de prevalencia, que la obesidad es un buen negocio no es ninguna novedad. Propuestas a modo de píldoras, sobres, máquinas o libros facturan millones de euros al año y siempre argumentan que previenen o tratan «el drama de la obesidad», al tiempo que dan detalles sobre las patologías asociadas que tanto inquietan a la población. En un intento por esquivar los problemas sociales y de salud asociados al sobrepeso, el 80% de la población que decide adelgazar recurre a toda clase de brebajes y fotocopias antes de ponerse en manos de un dietista-nutricionista, y gasta de media unos 60 euros al mes. Todo sea por evitar esa larga lista de problemas de salud.

Esta dinámica promueve lo que podría considerarse una autentica «invasión de la obesidad» en términos sociales y mediáticos. Basta comprobar que las palabras «obesidad» y «adelgazar» generan 16 millones de entradas en un buscador de Internet, o más de 22.000 entradas si se buscan noticias asociadas. A la población se le habla mucho sobre la obesidad y sus problemas, y la población también conversa al respecto, puesto que las palabras «foro adelgazar» generan 1,5 millones de entradas.

Con este marco, no resulta extraño que muchas de las personas que padecen obesidad estén hartas de un entorno en el que se les recuerda de manera continuada que están muy enfermas y que, con toda probabilidad, morirán de alguno de los episodios de esa más que manida lista de patologías. Tanto es así que, en la actualidad, existen asociaciones para la aceptación de la obesidad conformadas por personas que se sienten maltratadas por la manera y las dimensiones en que se mueve la información y se aborda el tema del sobrepeso. Todo esto, unido a recientes descubrimientos científicos, hace que resulte más que necesario reflexionar no solo sobre las dimensiones, sino sobre el abordaje de este importante problema.

La paradoja de la obesidad

En 2008, algunos investigadores sugerían que, en la personas obesas, el patrón de distribución de la grasa visceral determina el riesgo de padecer o no algunas de las complicaciones de la obesidad (en este caso resistencia a la insulina y arteriosclerosis temprana). Es decir, determinaron una obesidad sin algunas de las más importantes complicaciones metabólicas asociadas y, con ello, se empezó a acuñar la expresión «obeso metabólicamente sano».

Desde entonces se ha profundizado en lo que se denomina la «paradoja de la obesidad» y algunos rigurosos estudios han demostrado que, en efecto, existen individuos «obesos metabólicamente sanos» (sin complicaciones metabólicas asociadas a la obesidad) con nada menos que un 38% menos de riesgo de mortalidad por cualquier causa y un 30-50% menos de riesgo de morir por enfermedades cardiovasculares o cáncer que los obesos «no sanos». Otra de las importantes aportaciones de estos estudios es que demuestran que la clave parece estar en la condición física (masa muscular), y no tanto en el IMC o el porcentaje de grasa corporal.

La clave parece estar en la condición física, y no tanto en el IMC o el porcentaje de grasa corporal

De hecho, también hace tiempo que se conoce que una buena condición física (capacidad aeróbica y cardiorrespiratoria) mejora los perfiles lipídicos plasmáticos y la función hepática y, por tanto, la sensibilidad a la insulina, lo que previene la diabetes tipo II, con independencia del peso corporal. Por el contrario, una pobre condición física, además de perjudicar al individuo obeso, puede incluso determinar que existan individuos con peso normal pero con las clásicas patologías asociadas a la obesidad (diabetes tipo II, dislipemias, etc.). Esta situación es, en sí misma, más peligrosa desde el punto de vista del riesgo cardiometabólico que una obesidad con patologías asociadas.

Los nuevos descubrimientos permiten a los científicos estimar que alrededor del 30% de las personas que padecen obesidad no tienen complicaciones metabólicas asociadas debido a su adecuada condición física. Por tanto, tienen un bajo riesgo de mortalidad por las causas vinculadas de manera clásica a la obesidad y, en consecuencia, pueden considerarse «obesos metabólicamente sanos». Queda por evaluar si una mejor condición física evitaría los otros inconvenientes derivados del exceso de peso como, por ejemplo, los problemas articulares.

Con estos datos, la ciencia abre una perspectiva renovada de la obesidad, mostrándonos quizá la verdadera medida y origen de sus riesgos. Por lo pronto, nos emplaza a realizar un diagnóstico más profundo, a ahondar en el perfil metabólico y la condición física para identificar qué individuos, por ser obesos con complicaciones metabólicas y baja condición física, se beneficiarían más de una reducción de grasa corporal y cuáles son «obesos metabólicamente sanos». En síntesis, no parece correcto ni considerar a todos los obesos tan enfermos como hasta ahora, ni entender la obesidad o a la grasa corporal como el mayor condicionante de las patologías asociadas a una elevada y precoz mortalidad.

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