La pereza, ¿engorda?

El mito de que la pereza engorda está muy arraigado en la sociedad, pero la obesidad no depende de la falta de voluntad de quien la padece
Por Julio Basulto 25 de julio de 2013
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Imagen: Shan213

De entre los muchos estigmas que recaen sobre las personas con exceso de peso, uno de ellos es el que insinúa que son perezosas. No es más que un burdo rumor, que etiqueta a dichas personas como culpables de sus kilos de más; algo tan injusto como insinuar a una persona con sordera que su dolencia es culpa de que no se esfuerza en escuchar. El presente texto aborda la gravedad, el origen y el alcance de dicho prejuicio, los factores que lo alimentan en la actualidad, y subraya la importancia de cambiar estas actitudes personales, mejorar los conocimientos de los profesionales sanitarios, e incluso ejercer un mayor control sobre el papel de los medios de comunicación o la industria que vende productos para adelgazar.

El gordo perezoso: una idea falsa, dañina y cruel

Las personas con exceso de peso no son, de ninguna manera, perezosas. Si bien es cierto que, en general, realizan menos ejercicio, hay que tener en cuenta un par de cuestiones importantes. Por un lado, que cuesta mucho más mover un cuerpo con mayor peso que uno con un peso menor (un mismo esfuerzo en un cuerpo de 90 kilos gasta mucha más energía que en uno de 60). Por otro lado, lo cierto es que la falta de actividad física no es lo que ha generado el exceso de peso, sino que ha sido justo al revés: el exceso de peso produce una lógica disminución del ejercicio que realiza el individuo, algo que confirmó un estudio publicado en 2009 en Archives of Disease in Childhood. Además, la falta de aceptación de la sociedad es una barrera (sobre todo para las mujeres) para que realicen ejercicio en gimnasios o al aire libre.

Es más, una investigación mostró que la motivación y la voluntad de las personas con obesidad es tal que realizan grandes sacrificios de forma habitual, e incluso están dispuestas a sufrir cualquier clase de eventos negativos con tal de eliminar los kilos de más. Un ejemplo: una gran parte de los encuestados se mostró dispuesta a perder un año de vida o a divorciarse con tal de disminuir su peso.

En este sentido, es importante recordar que las diversas causas que contribuyen a la obesidad escapan al control del individuo: se trata de una dolencia multifactorial que no es responsabilidad de quien la padece. Sin embargo, la equivocada percepción de la sociedad acerca de las personas que sufren obesidad revela que hace falta invertir muchísimo en educación (en todos los ámbitos) para revertir la poco halagüeña situación actual. Confundir causa con efecto -es decir, no saber cuál es el orden de los acontecimientos- es un error que se sintetiza en la falacia ‘cum hoc ergo propter hoc‘. Es imprescindible comprender que la menor actividad física de niños o adultos con exceso de peso es la consecuencia lógica de la dificultad que entraña movilizar un cuerpo más pesado, y no la causa.

Pereza y obesidad, ¿dónde nace el mito?

Sawbridge y Fitzgerald, de la Universidad de Edimburgo, evaluaron en 2009 el origen de los estigmas hacia las personas con obesidad. Según su investigación, la concepción de gran parte de la sociedad actual de que el sobrepeso es culpa de quien lo padece surgió del clima social y científico de la Ilustración. En aquella época se originaron tres pensamientos que, combinados, resultaron en la llamada «ideología de la culpa»:

  1. la obesidad es producto del consumo desmesurado de alimentos
  2. las personas con obesidad presentan una moral sospechosa y
  3. el cuerpo es una representación del alma.

En el siglo XVIII, estas percepciones se amplificaron y difundieron a través del boom literario y los medios de comunicación y crearon el actual estigma que sufren muchas personas con exceso de peso.

Nadie es inmune al mito de la pereza

El estereotipo de la pereza asociada al exceso de peso es omnipresente. Muchísimos niños y adolescentes valoran de forma más negativa a sus compañeros con obesidad en aspectos como su aplicación o laboriosidad. Estudios publicados en 2002, 2004, 2007 y 2008 confirman que es un prejuicio habitual en adultos. También es frecuente en las propias personas que padecen obesidad según investigaciones aparecidas en 2004 y 2006, e incluso en las personas más cercanas a quien sufre de exceso de peso: pareja, padres, hijos o amigos íntimos, algo muy dañino, sin lugar a dudas, para el afectado.

El prejuicio también afecta a estudiantes universitarios, a estudiantes de la carrera de medicina, e incluso a profesionales sanitarios. En 1987, un estudio evaluó las actitudes de los médicos con respecto a sus pacientes con exceso de peso, y observó que un alto número de médicos tenía actitudes negativas o estereotipadas hacia dichos pacientes, como que no tienen autocontrol y que son perezosos. Veinticinco años después, la situación no ha cambiado mucho: una revisión sistemática de la literatura publicada en 2012 por Teixeira y colaboradores observó que los profesionales sanitarios suelen describir a las personas con obesidad como poco motivadas, perezosas y sin autocontrol.

Para los autores, estas injustas actitudes negativas y ambivalentes reflejan una clara falta de conocimientos y competencias en relación a la obesidad. Tal y como ha detallado el recién publicado ‘Libro blanco de la nutrición en España’, la formación en nutrición en las carreras sanitarias «ha sido y sigue siendo, dentro de los nuevos planes de grado, muy deficitaria». Asimismo, se detalla que «la falta de dietistas-nutricionistas en las instituciones sanitarias, tanto de atención primaria como hospitalaria, o en la Salud Pública, tiene consecuencias muy perjudiciales para la salud de la población y aumenta los costes sanitarios».

No obstante incluso los profesionales en cuyas carreras se enfatiza la investigación o el tratamiento clínico de la obesidad muestran un fuerte sesgo (aunque mucho menor que el resto de profesionales, y que disminuye con sus años de experiencia) hacia las personas con obesidad, según estudios publicados en 2001 y 2003, lo que indica que el estigma es generalizado y de gran alcance: nadie es inmune. Es necesario recordar que uno de los derechos de los pacientes con exceso de peso es ser tratados con respeto y dignidad en todo momento.

Mensajes y anuncios que alimentan el mito de la obesidad

Uno de los factores que más contribuye a perpetuar el prejuicio (y a amplificar su daño) es su presencia constante en los medios de comunicación, que enfatizan la apariencia exterior y que subrayan de forma constante un erróneo mensaje: el que insinúa que la delgadez es sinónimo de atractivo físico. Es un prejuicio conocido como «lo bello es bueno» -o «lo feo es malo»-, una idea contra la que arremetió Víctor Hugo en su novela ‘Nuestra Señora de París’, más conocida por su protagonista, el ‘jorobado’ de Notre Dame, aunque sigue tan vigente ahora como entonces.

Por una parte, un análisis publicado en 2010, que evaluó quince años de investigaciones relacionadas con la estigmatización de las personas con sobrepeso en los medios de comunicación, concluyó que un amplio rango de medios (radio, televisión, periódicos, Internet, etc.) «retrata a las personas con sobrepeso y obesidad de manera estigmatizante». Por otra parte, un estudio recién publicado (julio de 2013) confirma que los medios de comunicación propician las actitudes negativas de la sociedad hacia las personas con obesidad. De entre los mensajes que aparecen en dichos medios, influyen de forma notable los que se incluyen de forma explícita o implícita en la publicidad.

En este sentido, dos investigadores del Centro Médico Erasmus, de Rotterdam, publicaron en marzo de 2008 en Medicine and Law una interesante visión sobre la publicidad que hacen las empresas que comercializan con productos destinados a perder peso. Dicha publicidad refuerza una infortunada tesis: las personas obesas no tienen fuerza de voluntad. Los autores consideran que explotar a personas vulnerables, como es el caso de los pacientes con problemas de peso, diciéndoles que son vagas, insanas y feas es antiético y estigmatizante.

Razonan, además, que como las personas con sobrepeso son muy receptivas a las promesas de la industria alimentaria, los argumentos de salud que esgriman estas empresas deberían tener una rigurosidad impecable. Concluyen con la siguiente reflexión: se debe ser muy crítico con la publicidad de productos adelgazantes. De hecho, en opinión de uno de los mayores expertos mundiales en el ámbito de la investigación científica, el Profesor Edzard Ernst (quien tiene centenares de publicaciones a sus espaldas), las «ayudas alternativas para adelgazar son fraudulentas».

Consecuencias de creer que la obesidad es una elección

Cualquier estigma es peligroso, y un valor social que categoriza (de forma injusta) como falta de voluntad a una persona víctima de una dolencia no lo es menos. Tanto en la infancia como en la edad adulta una persona con exceso de peso tiene más posibilidades de sufrir exclusión social o discriminación, algo que produce un “extraordinario sufrimiento”, según detallaron investigadores de la Universidad de Arizona en agosto de 2011. Algunos autores consideran que el perjuicio emocional que sufren las personas con obesidad es el aspecto más doloroso de la enfermedad.

Aunque el prejuicio y el estigma es omnipresente, el mayor daño lo ejercen las personas más cercanas a quien padece exceso de peso (pareja, familiares, amigos, hijos, padres, etc.), algo que debería considerar no solo el entorno del implicado, sino también todo profesional sanitario que trate a individuos con sobrepeso u obesidad. Estas reflexiones nos llevan a la conocida frase de Cicerón: “de hombres es equivocarse; de locos persistir en el error”.

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