El niño que no hace deporte

La inactividad favorece la tendencia a ganar kilos y, en niños con sobrepeso, agrava aún más su problema de salud
Por EROSKI Consumer 11 de abril de 2007

ImgImagen: ZacSi en algo están de acuerdo los expertos es que la reducción de los niveles de actividad física en niños y niñas ha sido uno de los detonantes más relevantes en relación con el aumento de la prevalencia de sobrepeso y obesidad en España. El sedentarismo infantil tiene su origen en motivos muy diversos, y la solución radica en el empeño de educadores y familia por transmitir buenos hábitos a los más pequeños. Está claro que las dos horas de educación física que realizan en el colegio no son suficientes. Además, si un niño no realiza más esfuerzo físico que el de la escuela, es muy probable que siga siendo sedentario en el futuro.

¿Por qué no hace ejercicio? Puede ser porque no tiene con quien hacer deporte, porque las actividades extraescolares no le dejan tiempo libre o porque tiene un sobrepeso que le limita su movilidad. Quizás es sencillamente porque no le gustan las actividades que se le ofrecen, lo que agrava cada vez más el problema.

Diez claves para mejorar su alimentación

Cuando el niño es sedentario, conviene tener en cuenta ciertas recomendaciones para evitar que gane peso. Ni mucho menos se trata de realizar restricciones o prohibiciones, sino de poner límites a las calorías extra, considerando que se encuentra en pleno periodo de crecimiento y desarrollo.

  • Snacks: evitar el picoteo entre horas, sobre todo si se trata de alimentos como las patatas de bolsa u otros aperitivos salados y fritos que aportan mucha energía pero que no alimentan. Se recomienda dejar estos alimentos para un consumo ocasional, y no como rutina diaria.

  • Dulces: reducir el consumo de golosinas (gominolas y caramelos), azúcar y otros dulces. Si se toman de vez en cuando no hay ningún inconveniente. El problema es cuando se toman como tentempié o con demasiada frecuencia.

  • Bollería: reservar la bollería para ocasiones especiales y preferir siempre la repostería casera que la bollería industrial envasada.

  • Refrescos: tomarse un vaso de refresco equivale a ingerir un vaso de agua con 5 o 6 terrones de azúcar. Así, conviene que el agua sea la bebida de elección y que se presente a diario en la mesa, dejando los refrescos para ocasiones especiales.

  • Comida rápida: pizzas, hamburguesas, bocadillos, etc. Hay que evitar que la comida rápida se convierta en un hábito, tanto por motivos de peso como de salud. Esta comida no es negativa si se toma de vez en cuando. Además, si no se presenta demasiado a menudo en su dieta, el niño la disfrutará mucho más.

  • Fibra: los alimentos ricos en fibra como frutas, verduras, legumbres y cereales integrales proporcionan una elevada sensación de saciedad. Si el niño se siente lleno con las distintas comidas del día, incluyendo en cada una la cantidad adecuada de estos alimentos, será más fácil evitar que coma otros entre horas.

  • Desayuno: un desayuno completo se compone de un lácteo, un cereal y una fruta, lo que contribuye a controlar mejor el peso.

  • Postres: después de comidas y cenas conviene elegir postres ligeros como yogures o fruta, y sólo de forma ocasional repostería o helados.

  • Grasas de adición: hay que controlar la cantidad de grasa que se añade a las comidas (aceites, mantequilla, nata o quesos).

  • Distribución de las comidas: para evitar picar entre horas y equilibrar la alimentación, es preferible realizar cinco comidas de poco volumen en lugar de tres muy copiosas.

Factores que favorecen el ejercicio

La ausencia de ejercicio en los niños no justifica que se deba adaptar la alimentación a dicha situación de un modo permanente. La clave está en transmitirles la necesidad de moverse más y comer mejor. Se exige, por tanto, introducir poco a poco el hábito del ejercicio para que el niño se vaya acostumbrando a un estilo de vida saludable. Para lograrlo, es necesario que toda la familia se involucre, aunque también la escuela y el entorno más cercano del niño juegan un papel fundamental. Si ya desde niño adquiere buenos hábitos, le resultará mucho más fácil mantenerlos en el futuro.

La clave está en transmitir al niño la necesidad de un estilo de vida saludable que incluya el deporte, involucrando tanto a la familia como a la escuela

Con la primavera comienza el buen tiempo, época ideal para que el niño tenga una buena toma de contacto a la hora de comenzar a introducirle el hábito del ejercicio. Interesa cualquier actividad deportiva que suponga cierto desgaste físico y que, al mismo tiempo, ofrezca una satisfacción para el niño. Las actividades al aire libre permiten disfrutar del deporte en plena naturaleza. Hacer senderismo, subir un monte, ir a patinar, andar en bicicleta, jugar con los amigos, practicar natación o ir a sus destinos preferidos andando son algunas de las posibilidades.

Hay que evitar a toda costa situaciones que promuevan el abandono de este buen hábito. Por ejemplo, conviene no forzar demasiado al niño, además de cuidar su alimentación antes de la actividad para evitar la fatiga temprana que podría desanimarle (hay que evitar la temida pájara). Bastaría con que el niño tomase un bocadillo, galletas o frutos secos. De esta manera, el deporte permite mantener las comidas de siempre añadiendo algún extra o tentempié antes de la actividad.

Orientarlo en una multitud de opciones

Además de las excursiones y de las actividades puntuales que se pueden realizar, los deportes que pueden elegir los más pequeños son innumerables. Hay que orientar al niño a la hora de elegirlo, respetando siempre sus gustos y sus preferencias y evitando así que se abandone el mismo en un corto espacio de tiempo.

Cuando se decide animar a un niño a practicar un deporte de forma regular se deben tener en cuenta también sus cualidades y constitución corporal, ya que no es lo mismo hacer atletismo que jugar a baloncesto. Para que el deporte no suponga una carga importante se aconseja practicarlo con carácter lúdico, sin que suponga disgustos ni sufrimientos.

Beneficios del deporte y de una buena alimentación

El ejercicio físico es saludable para el niño y para toda su familia. Además, mejora el estado de ánimo. Cuando se realiza ejercicio se segregan endorfinas, unas sustancias químicas que proporcionan esa sensación de bienestar que se siente después de cada sesión.

La actividad física que se realiza de forma regular, acompañada de una alimentación saludable, evita la aparición o ayuda a resolver problemas de obesidad u otras enfermedades. También se ha demostrado que los jóvenes que practican deporte con regularidad se mueven en ambientes más sanos que otros que no lo practican. Otro beneficio del deporte, concretamente de aquellos que se realizan en equipo, es que fomenta las relaciones del niño con su entorno más cercano.

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