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Como recuerda la Organización Mundial de Gastroenterología, el único tratamiento de la enfermedad celíaca es seguir una dieta de la que se elimine estrictamente el gluten, evitándolo incluso en cantidades mínimas. Ahora bien, no toda persona con celiaquía experimenta la misma gravedad o intensidad en los síntomas. De hecho, hay incluso quienes ni siquiera los experimentan. ¿Cómo es posible entonces que no haya diferentes grados?
Batalla intestinal: sistema inmunitario vs. gluten
La celiaquía es una enfermedad autoinmune, lo que significa que es el sistema inmunitario de la persona con este diagnóstico el que “ataca” por error a las células sanas de sus propios órganos y tejidos. Un gol en propia puerta.
En este caso, el proceso comienza al comer algo que contiene gluten. Al entrar en contacto con esta proteína, el sistema inmunitario la percibe como una amenaza para su salud. Es entonces cuando se “activa”: ataca al intestino delgado y daña las vellosidades intestinales, unos pequeños filamentos que lo recubren y absorben los nutrientes de los alimentos.
De ahí que, si esta “batalla” continúa a largo plazo (si una persona con celiaquía sigue consumiendo gluten), pueda generar una atrofia en estos filamentos (atrofia vellositaria) con la dificultad que esto supone para aprovechar los nutrientes necesarios para nuestra salud.

Los síntomas son diferentes en cada persona, pero no por ser “más o menos celíacas”
El daño que genera el sistema inmunitario “a la caza” del gluten no supone los mismos síntomas para todas las personas con enfermedad celíaca. Es más, puede haber casos en los que ni siquiera se experimenten síntomas, de ahí la confusión sobre los supuestos “grados” en la celiaquía. “Es cierto que la sintomatología y su intensidad varían entre pacientes; sin embargo, la lesión intestinal siempre está presente”, explica Teresa Bermejo, técnico del departamento de comunicación y divulgación científica de la Federación de Asociaciones de Celiacos de España (FACE).
Habitualmente, como recuerda la Sociedad Española de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica, los síntomas de esta reacción son la pérdida de apetito y peso, diarrea, dolor abdominal, abdomen prominente con extremidades delgadas y musculatura blanda, alteraciones en el carácter (irritabilidad, tristeza, apatía…) o anemia. Pero estos no siempre ocurren. “La variabilidad de los síntomas puede deberse a la variabilidad de respuesta inmunitaria de cada paciente, su edad, el grado de daño intestinal y otros factores genéticos y ambientales”, añade la experta.
Diversas consecuencias
“Si las transgresiones ocurren de forma reiterada, las consecuencias irán más allá de los síntomas habituales. Hablamos de infertilidad, osteoporosis y anemia (asociados a déficits nutricionales por malabsorción intestinal), dermatitis herpetiforme y otras manifestaciones neurológicas (pues la enfermedad celíaca está asociada a otras patologías autoinmunes) e incluso cáncer en el intestino delgado y el esófago (asociado a procesos de inflamación y activación del sistema inmunitario crónicos)”, advierte la especialista. En conclusión: sentir menos molestias no significa tener un grado de celiaquía menor.
La única necesidad de hacer referencia a ‘grados’ relacionada con la enfermedad celíaca es para indicar si existe mayor o menor grado de daño intestinal en el momento del diagnóstico. A pesar de ser algo necesario para dar una valoración de la enfermedad, “en ningún caso es atribuible a la definición de enfermedad celíaca”, añaden. “No se puede ser ‘más’ o ‘menos’ celiaco. La enfermedad celiaca no tiene grados: o se es celíaco o no se es”, subraya Bermejo.
No hay grados, ¿y tipos?
Los grados de celiaquía no existen, pero sí hay diferentes tipos de enfermedad celíaca. “No todos los diagnósticos son iguales. Existen diferentes formas o presentaciones clínicas de la enfermedad”, indica la experta. Estas variedades se definen en el consenso de Oslo.
🔹 Celiaquía asintomática
Entre ellas, se encuentra precisamente la celiaquía asintomática en la que, como su propio nombre indica, el paciente no experimenta síntomas, aunque sí daño intestinal. Además, sí se detectan en sangre anticuerpos dirigidos contra las proteínas del gluten y contra enzimas intestinales. “Es común detectarla en familiares de primer grado de pacientes celiacos tras realizar un cribado”, añade Bermejo.
🔹 Celiaquía sintomática
Por el contrario, la celiaquía sintomática sí se relaciona con síntomas como distensión, dolor abdominal, diarrea o fatiga asociados a la ingesta de gluten. La sintomática, a su vez, puede ser:
- clásica, con síntomas intestinales típicos y la más conocida.
- atípica con otros síntomas, tanto intestinales (de intestino irritable, malestar intestinal persistente, alteración de pruebas de función hepática) como extraintestinales (anemia, infertilidad, osteoporosis, dermatitis herpetiforme con protuberancias y ampollas…).
“Ambas presentan serología positiva (anticuerpos contra las proteínas del gluten) y daño en las vellosidades intestinales”, señala Bermejo.

🔹 Celiaquía potencial
Otro de los tipos es la celiaquía potencial, en la que también se detectan estos anticuerpos y existe genética compatible, aunque todavía no se haya desarrollado daño intestinal, como se comprueba a través de la muestra obtenida con una biopsia de la zona.
🔹 Celiaquía latente
En la celiaquía latente, otro de los tipos, el paciente recibe el diagnóstico en la infancia y sigue una dieta sin gluten durante un largo periodo de tiempo, pero después permanece en un estado subclínico, aun consumiendo gluten. Estos dos tipos suelen confundirse.
🔹 Celiaquía resistente o refractaria
Por último, el tipo más grave y menos común, la celiaquía resistente o refractaria, en la que se observa un daño intestinal constante, aun siguiendo una alimentación sin gluten. “En estos casos es necesario un tratamiento farmacológico complementario”, comenta la experta.