Jóvenes sin hogar: una realidad que aumenta con la crisis

Distintas ONG advierten de que los jóvenes en situación de vulnerabilidad se han incrementado en los últimos años debido a la crisis
Por Azucena García 16 de mayo de 2014
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Imagen: ontourwithben

Cumplir la mayoría de edad no siempre trae ventajas. A los 18 años, los jóvenes dejan de beneficiarse de sistemas de protección y, en ciertos casos, las posibilidades de quedarse sin hogar aumentan. La crisis ha agudizado esta realidad. Desde los albergues y centros de acogida se advierte de que las personas a quienes atienden son cada vez más jóvenes. ¿Pero a qué se debe esta situación? ¿Con qué ayudas cuentan estas personas? Un programa de la ONG Rais Fundación apoya a los jóvenes en esta circunstancia para facilitar su autonomía y la mejora de sus condiciones de vida. Así se explica a continuación.

Más personas jóvenes sin hogar

Se acabaron los estereotipos. Las personas sin hogar también son jóvenes y están formadas. La crisis económica, combinada con una red de apoyo deficiente, ha aumentado el número de jóvenes sin recursos que acuden a albergues y centros de acogida en busca de alojamiento y ayuda. Es una realidad que no siempre está en las calles porque varias ONG se encargan de atenderla. Pero es una realidad. La «Encuesta a las personas sin hogar 2012», del Instituto Nacional de Estadística (INE), calcula que en España hay 4.434 jóvenes de 18 a 29 años sin casa (el 19,3% del total de personas sin hogar contabilizadas) y 8.817 de 30 a 44 años (el 38,4%).

La pérdida de familiares, del empleo y de la red de apoyo en general ha incrementado el número de personas jóvenes sin hogar

«Un nuevo perfil de personas sin hogar se suma al colectivo tradicional», advierte Cruz Roja. Esta entidad alerta de un problema estructural, agudizado por el aumento de la tasa de paro, que despoja de una situación económica estable a las personas desempleadas. Incluso a las más jóvenes. Se pierde el trabajo, la pareja, la vivienda… Es una cadena de acontecimientos.

Rais Fundación describe esta situación a través de una nueva campaña: «Conoce la historia de Juan…». Así se presenta a un personaje ficticio, que bien puede ser real, cuya vida transcurre en un ambiente normalizado. Juan se traslada a otra ciudad a trabajar y se enamora. Con el tiempo, su vida comienza a cambiar. Su familiar más querido fallece, pierde el empleo, su pareja le abandona, se deprime, se queda sin ahorros, no puede pagar su casa y se queda en la calle. La campaña invita a colaborar con el envío de un SMS solidario al 28014 con la palabra SINHOGAR.

En Madrid, en Barcelona, en Murcia… Cada vez más ciudades registran un aumento de las personas jóvenes sin hogar. Fundación Arrels ha advertido de la mayor vulnerabilidad a la que se enfrentan, agravada por la indiferencia y juicios de valor de los transeúntes. «Algunas personas aseguran que quienes viven entre cartones no quieren salir de esa situación y no aceptan los ofrecimientos que les hacen los servicios sociales. Yo siempre les digo que, de niños, nadie sueña con ser indigente», subraya Enrique Richard, voluntario de Arrels. 

Por su parte, Daniel Fábregas, gerente de alojamiento de RAIS Fundación en la Comunidad de Madrid, señala que «durante el periodo de crisis se han cerrado o disminuido diversidad de servicios de atención». Esto ha favorecido que se perciba que cada vez más jóvenes acuden a la red de atención a personas sin hogar. «Es posible que antes pudieran ser atendidos desde otras redes, minimizando el volumen de jóvenes que acababan en la red de personas sin hogar, habituada a personas con una edad media superior a 45 años y trayectorias más largas de exclusión», matiza Fábregas, para quien es esencial contar con «una atención temprana, preventiva y adaptada a las necesidades de los jóvenes».

Quiénes son las personas jóvenes sin hogar

Los jóvenes sin hogar carecen de una red de apoyo o familiar, así como de recursos económicos. Han cumplido la mayoría de edad y no pueden beneficiarse del sistema de protección, aunque las historias cambian de acuerdo a quienes las protagonizan. «Son tantos y variados los itinerarios para acabar en esta situación, como los jóvenes que terminan en ella», explica Daniel Fábregas. A grandes rasgos, se distinguen tres grupos:

  • Los procesos migratorios suponen el desplazamiento de menores o jóvenes inmigrantes no acompañados que viajan sin sus familiares «persiguiendo el sueño europeo, con expectativas de lograr un empleo y poder colaborar con su familia en su país de origen, ahorrar y poder volver al cabo de unos años», precisa Fabregas. Sin embargo, la realidad no siempre termina de este modo. Al ser menores de edad, no pueden trabajar, carecen del permiso de trabajo o bien de oportunidades laborales. En estos casos, «pasan al sistema de protección de menores hasta que cumplen su mayoría de edad», pero una vez que alcanzan los 18 años, la situación de vulnerabilidad se mantiene.

  • Los jóvenes extutelados son otro grupo de riesgo, como en el caso anterior, una vez que cumplen la mayoría de edad «sin haber desarrollado las competencias necesarias para la transición a la autonomía y a la vida adulta», precisa Fábregas. Carecen de un empleo y, por lo tanto, de recursos económicos propios o bien disponen de un trabajo remunerado «muy precario e inestable».

  • El tercer grupo de riesgo está compuesto por jóvenes que, por distintos motivos, han roto con sus redes de apoyo y/o familiares y, «aunque no hayan pasado por los recursos de protección, se encuentran en situación de exclusión o vulnerabilidad», detalla Fábregas.

La realidad común en todos los casos es «la falta de apoyo, de redes y de una familia que pueda cubrir las necesidades más básicas en la transición a la vida adulta», recalca el técnico de Rais Fundación. La mayoría cuenta con familiares, pero estos «no pueden apoyarles, ni tampoco los jóvenes quieren preocuparles en la distancia sobre su situación real», como en el caso de los jóvenes inmigrantes. En otras circunstancias, las relaciones con los familiares son buenas pero puntuales o bien se registran medidas de alejamiento.

Un proyecto para facilitar la autonomía de los jóvenes sin hogar
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Imagen: Rais Fundación

El paso a la mayoría de edad preocupa entre los jóvenes vulnerables. Para ellos, Rais Fundación ha puesto en marcha el proyecto “Transición a la Autonomía”, con el objetivo de “evitar que la falta de vivienda sea un factor de exclusión y garantizar su estabilidad”. Se dirige a jóvenes entre 18 y 25 años, usuarios de la red de atención a personas sin hogar en situación de extrema exclusión. “Cuando los jóvenes llegan a esta red, están inmersos en una situación de vulnerabilidad extrema, ya que antes han intentado buscar apoyos en su entorno más cercano y o bien no los han encontrado o ya han agotado esas posibilidades”, detalla Daniel Fábregas.

Se contemplan acciones individualizadas y específicas para cada joven en el ámbito social, formativo-laboral, jurídico, sanitario, de participación y de ocio. Con este fin, se asignará a cada joven un profesional de referencia que tejerá con él una red social normalizada. El proyecto cuenta con 11 plazas residenciales y la estancia media de los jóvenes se prolongará de 9 a 12 meses, “aunque siempre depende de la evolución de su itinerario”, precisa Fábregas. “Una vez que salen del recurso residencial, se les ofrece continuar con el acompañamiento desde su propia vivienda, durante otros 12 meses. Por tanto, el volumen de jóvenes beneficiados por el proyecto es de unos 25 al año”, añade.

Los jóvenes recibirán acompañamiento en tareas de gestión doméstica, así como relacionadas con el empleo y la ampliación de redes de apoyo. Así se construye un itinerario formativo-laboral y de ciudadanía para cada uno. No obstante, Rais Fundación mantiene el apoyo a los jóvenes hasta que sea necesario, “ya que en su nueva situación pueden seguir surgiendo dificultades y queremos evitar que estas les devuelvan a su situación de partida”, remarca Daniel Fábregas. “No disponemos de plazos de tiempo cerrados y podemos programar la fase de emancipación para cuando el joven reúna las mejores condiciones”, aclara, aunque confía en que, tras la intervención, los jóvenes sean autónomos y “cuenten con los servicios comunitarios, como el resto de la ciudadanía”.

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