Excluir un grupo de alimentos de nuestra dieta no es algo que se deba hacer a la ligera. Mucho menos cuando la exclusión es para siempre, como ocurre con las personas que padecen enfermedad celíaca o sensibilidad al gluten no celíaca. En estos casos, el único tratamiento eficaz pasa por olvidarse por completo del gluten, algo que no es tan sencillo, puesto que esta proteína está presente en muchos alimentos de consumo cotidiano. Suprimir el gluten, aun cuando se tiene un diagnóstico médico que lo indique, es un paso muy serio que debe contar con la ayuda de un profesional, en concreto, de un dietista-nutricionista, tal y como se explica a continuación.
¿Enfermedad celíaca o sensibilidad al guten no celíaca?
La celiaquía, o enfermedad celíaca, es una dolencia con un fuerte componente genético y en la que está implicada el sistema inmunitario. El fallo inmunológico genera una inflamación del intestino delgado cuando se ingiere gluten, una proteína presente en tres cereales muy utilizados en nuestra dieta habitual: la cebada, el centeno y, sobre todo, el trigo. La avena también es habitual que se excluya de la dieta de las personas con enfermedad celíaca, dado que su consumo no es seguro en un porcentaje de pacientes, según ha apuntado en junio de 2014 la Sociedad Británica de Gastroenterología. También se puede encontrar el gluten en otros cereales como el kamut, el triticale o la espelta. Cuando un celíaco ingiere esta proteína, además de la inflamación intestinal, se observa una pérdida de la estructura de las microvellosidades, fallos en la absorción intestinal e incluso malnutrición.
La Academia Europea de Alergia e Inmunología Clínica o la Organización Mundial de Alergia consideran que la enfermedad celíaca no debería denominarse «intolerancia al gluten» dado que en la patología está implicado un mecanismo inmunológico (debería clasificarse como una alergia). En todo caso, se trata de una terminología que, aunque no se recomienda, es muy usada en el ámbito académico.
Sea como fuere, el médico puede considerar la posibilidad de valorar la implementación de una dieta sin gluten en pacientes con una condición que se denomina «sensibilidad al gluten no celíaca». Se observa en personas que presentan una predisposición genética (aunque su base hereditaria no es tan marcada como en el caso de la enfermedad celíaca) y genera reacciones anormales tras ingerir alimentos con gluten. Es preciso conocer y estudiar mejor esta condición «antes de dar mensajes contradictorios y de establecer dietas injustificadas». Así lo advirtieron en marzo de 2013 la doctora Victoria María Díaz y sus colaboradores en la revista Evidencias en Pediatría.
Si quitas el gluten de tu dieta, pon un dietista-nutricionista en tu vida
Una vez que se ha diagnosticado con acierto la enfermedad, el único tratamiento efectivo es seguir una dieta sin gluten de por vida, ya que hoy por hoy no existen fármacos, tratamientos médicos o enfoques alternativos que prevengan el daño que genera el gluten en estos pacientes. Eliminar el gluten de la dieta no es algo fácil de llevar a cabo y hay pruebas de que después del diagnóstico muchos pacientes con enfermedad celíaca no excluyen del todo el gluten de su alimentación. Los lapsus dietéticos se ven influidos por diversos factores como la edad del paciente en el momento del diagnóstico, el conocimiento de la dolencia (los profesionales sanitarios no siempre valoran si el paciente ha entendido bien la enfermedad) y factores psicológicos.
Por eso, el Colegio Americano de Gastroenterología (CAG) señaló en mayo de 2013 (Am J Gastroenterol) que las personas con enfermedad celíaca deben ser derivadas a un dietista-nutricionista conocedor de la enfermedad. El documento del CAG, coordinado por el doctor Alberto Rubio-Tapia, indicó que el dietista-nutricionista debe hacer una evaluación nutricional completa y educar al paciente sobre la dieta libre de gluten, en base a las recomendaciones de la Academia de Nutrición y Dietética de Estados Unidos.
La Organización Mundial de Gastroenterología, por su parte, publicó en febrero de 2013 una guía sobre la enfermedad celíaca (J Clin Gastroenterol) en la que listó las tareas que es preciso que realicen los dietistas-nutricionistas cuando estén frente a un paciente con esta enfermedad:
- Evaluar el estado nutricional actual de la persona.
- Identificar la ingesta de macronutrientes y micronutrientes para detectar deficiencias o excesos.
- Analizar los hábitos alimenticios y los posibles factores que afectarán a la nueva dieta.
- Proporcionar la información necesaria para iniciar la dieta sin gluten.
- Ofrecer una educación alimentaria para que la alimentación sea equilibrada.
- Controlar y evaluar el cumplimiento de la dieta y reforzar el asesoramiento alimentario.
La guía, que se puede consultar en español, hace constar que si los pacientes no se adhieren a la nueva dieta, es aconsejable que reciban asesoramiento psicológico. Los dietistas-nutricionistas, mediante escalas analógicas visuales y registros dietéticos, deben poder valorar la adherencia a la dieta, según puntualiza la Sociedad Británica de Gastroenterología.
Los riesgos de suprimir el gluten sin fundamentos
El artículo de EROSKI CONSUMER ‘Dieta sin gluten: ¿un consejo imprudente?‘ apunta que es muy frecuente hallar promesas de mejoras en la salud mediante la exclusión dietética del gluten. Se estima que la enfermedad celíaca está infradiagnosticada (muchas personas no saben que la padecen), pero cada vez hay más individuos que eliminan todos los alimentos con gluten de su vida, aconsejados por un «terapeuta alternativo» o porque lo han leído en Internet, siempre sin consultar a un especialista. Y esto puede desequilibrar la dieta, sobre todo en niños.
Existen falsos gurús que, sin justificación suficiente, llegan a afirmar que quitar el trigo de la dieta provoca una «reversión de la osteoporosis», la curación de la psoriasis y de las úlceras bucales, la desaparición de la calvicie y mejoras en la artritis reumatoide o en la colitis ulcerosa. Tal y como aseguró Christopher Hitchens, «lo que puede ser afirmado sin pruebas, puede ser rechazado sin pruebas».
En realidad, no hay datos que sustenten que seguir una dieta sin gluten aporte beneficios a quien no padece enfermedad celíaca (o, como se ha indicado antes, «sensibilidad al gluten no celíaca»), según señalaron Gaesser y Angadi en septiembre de 2012. Los investigadores apuntaron también evidencias científicas que sugieren que una dieta sin gluten podría incluso perjudicar la salud intestinal en personas que no sufren enfermedad celíaca o «sensibilidad al gluten no celíaca».