La alimentación de los ancianos en las residencias

Su estado nutricional mejora cuanto más individualizada es la dieta y mayor es su implicación en todo lo relacionado con la comida
Por María Manera 1 de diciembre de 2010
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Imagen: Mee Lin Woon

Se ha comprobado que la implicación de las personas mayores en su proceso de alimentación mejora su estado nutricional. Cuando los mayores viven en una residencia, esto no siempre es posible, pero al menos, se les debe integrar en la toma de decisiones. Ha de evitarse la desnutrición de los adultos mayores y no obviar el respeto a sus deseos, es decir, que puedan escoger los platos o alimentos que más les apetezcan. Un aspecto importante es poder individualizar las dietas para adaptarse a las peculiaridades de cada uno, con el fin de hacerlas menos restrictivas y evitar por sistema que sean “bajas en sal”, “bajas en grasas”, “turmix”, etc. Estos puntos contribuirán a una mejor ingesta, más satisfacción, y por lo tanto, mejor estado nutricional y mejor esperanza y calidad de vida.

El envejecimiento de la población, característico de los países industrializados, supone una mayor preocupación de instituciones y organismos sanitarios por la mejora de la calidad de vida de estos ciudadanos, entre quienes se promociona un envejecimiento activo, encabezado por la práctica habitual de actividad física y el seguimiento de hábitos alimentarios saludables, tanto entre los ancianos que viven en sus casas como entre quienes lo hacen en residencias.

La alimentación en los centros residenciales

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La alimentación en los centros residenciales

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A pesar de las dificultades para cuantificar las personas que viven en residencias para la tercera edad, se estima que en España lo hacen el 1,2% de los mayores de 65 años. En nuestro país, más de siete millones de personas superan esta edad, un 16,7% de la población, según el último informe “Las personas mayores en España”, del Ministerio de Sanidad y Política Social. Hoy en día, la esperanza de vida a los 65 años, es decir, el promedio del número de años que se espera que viva una persona de esa edad, es de 19,3 años más (17,2 si es varón y 21,1 si es mujer).

La malnutrición y la escasa actividad física son problemas frecuentes en la población institucionalizada. Al abordarlos, hay que tener en consideración los múltiples elementos que rodean al anciano y que tienen un papel central en su estado nutricional y en su salud en general: el propio proceso de envejecimiento, el diagnóstico de una o más enfermedades, la polimedicación, la soledad y la depresión, entre otros tantos factores. Todos ellos juegan un papel central en el diseño de las pautas alimentarias, aunque es posible establecer unas generales, aplicables a la práctica totalidad de los ancianos sanos.

Se estima el aporte energético idóneo para servir en los centros geriátricos en unas 2.000-2.200 kcal/día

Numerosas guías dietéticas sitúan el aporte energético idóneo para servir en los centros geriátricos en unas 2.000-2.200 kcal/día, siempre que se mantengan las normas de una alimentación saludable de suficiencia, variedad y equilibrio, además de apetitosa. Una manera sencilla para comprender los criterios de dieta equilibrada es visualizar la pirámide de la alimentación saludable adaptada a la población anciana.

Pirámide alimentación saludable para mayores de 70 años (SENC)

<h2>La alimentación en los centros residenciales</h2></p>«> </p><p> Otros aspectos genéricos que contribuyen a facilitar una ingesta adecuada por parte de los ancianos que viven en residencias es el fraccionamiento de la ingesta en cuatro o más comidas, la inclusión de propuestas gastronómicas relacionadas con las fiestas y tradiciones religiosas, la adaptación de las <a href=texturas de los platos a las dificultades más habituales para tragar, una adecuada iluminación del espacio y el uso de utensilios adaptados, entre otros.

El estado nutricional de los abuelos

<h2>El estado nutricional de los abuelos</h2></p>«> </p><p>La dieta de los mayores españoles se acerca más a las recomendaciones alimentarias que la del resto de la población: un 82,4% de los mayores toman fruta fresca a diario, frente al 54% de la población entre 16 y 44 años, según los resultados de la Encuesta Nacional de Salud. El consumo diario de carne se registra en un 8,7% de las personas de edad, mientras que en la población más joven supera el 15%. Los ancianos también ingieren más verduras y hortalizas (ricas en fibras, vitaminas y minerales) y menos embutidos y fiambres (ricos en grasas y sal). </p><p> Casi la mitad de la población con edades comprendidas entre 65 y 74 años alcanzaba, según datos de 2006, un Índice de Masa Corporal (IMC) comprendido entre 25 y 29,99 kg/m2, es decir, padecía sobrepeso. Hasta los 75 años, el porcentaje de personas obesas (IMC igual o superior a 30 kg/m2) aumenta, pero a partir de esta edad disminuye y el número de ancianos con peso insuficiente asciende. </p><p>Varones y mujeres registran patrones de obesidad diferentes: hasta los 54 años, la obesidad es un problema más frecuente en hombres y, a partir de esa edad, el porcentaje de mujeres con obesidad supera al de los varones (debido, al menos en gran parte, a los cambios hormonales) y alcanza su diferencia máxima a partir de los 75 años. En edades más avanzadas, la prevalencia de obesidad disminuye en ambos sexos a causa, entre otros factores, de la disminución de la ingesta alimentaria y el peor estado de salud. Algunas encuestas autonómicas sitúan el porcentaje de varones y mujeres ancianos desnutridos en el 16% y el 19%, respectivamente, si bien el 61% de los hombres y el 64% de las mujeres están en situación de riesgo. </p><p> Los datos facilitados por el Instituto de Mayores y Servicios Sociales (IMSERSO) indican que gran parte de la población mayor de 65 años está diagnosticada de alguna o algunas enfermedades relacionadas con la alimentación: un 52% de hipertensión, un 18% de diabetes, un 30% de hipercolesterolemia, un 12% de estreñimiento crónico y hemorroides y un 15% de <a href=osteoporosis.

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