El aumento del tiempo libre, el calor y las fiestas estivales propician que la alimentación se descuide durante el verano y eso puede pasarle factura al hígado. La ingesta excesiva de comida y bebida, sobre todo de alcohol, incrementa la presencia de sustancias tóxicas en el organismo, lo que genera un trabajo adicional al hígado. Si la sobrecarga de toxinas llega a saturar a este órgano, nuestra salud global puede llegar a sufrir daños.
Durante esta época, es habitual que se incremente el consumo de alcohol y alimentos calóricos y que se reduzca la ingesta de agua, que se sustituye a menudo por otro tipo de bebidas. Además, se relajan los horarios de las comidas e incluso se puede llegar a prescindir de alguna de ellas.
Expertos en nutrición señalan que la ingesta de determinados alimentos puede ayudar al hígado a sobrellevar mejor sus funciones ante estos excesos. Por ejemplo, está demostrado que el rábano negro previene las disquinesias biliares, la hepatitis y las transaminasas elevadas. El cardo mariano es otro producto que también posee funciones hepatoprotectoras, al igual que la alcachofa, que incrementa la secreción de bilis y el riego sanguíneo del hígado, lo que mejora la digestión de los alimentos.