Soporte nutricional tras el trasplante renal

Un estricto programa nutricional aplicado antes del trasplante a los pacientes en diálisis ayuda a prevenir complicaciones tras la intervención
Por Maite Zudaire 19 de septiembre de 2008
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Imagen: Paul Grant

Se estima que el trasplante renal es el tratamiento de elección para un 30-50% de las personas que padecen insuficiencia renal crónica terminal y que están asistidas por diálisis. Con respecto a la dietoterapia, la pérdida lenta, progresiva e irreversible de la función renal obliga a los pacientes a seguir unas indicaciones dietéticas estrictas (control de proteínas, potasio, fósforo y sodio) para prevenir mayores complicaciones y para mantener durante el mayor tiempo posible y de la mejor manera la función renal.

Tras el injerto, las principales complicaciones que no tienen que ver con la cirugía están asociadas a la presencia de factores de riesgo cardiovascular (hiperlipemia, hipertensión arterial) y al riesgo mayor de infecciones. En todas estas situaciones, la dieta juega un papel esencial tanto en su tratamiento coadyuvante como en su prevención.

Primer paso: evaluación nutricional pretrasplante

Una valoración nutricional exhaustiva permite identificar una desnutrición que, si se mantiene tras el trasplante, compromete la supervivencia

La evaluación del estado nutritivo del paciente receptor de un trasplante de riñón es esencial ya que puede mejorar sustancialmente los resultados de la intervención. Una nutrición adecuada previa al trasplante sirve de refuerzo al sistema inmunitario para hacer frente a las infecciones oportunistas, y también para superar con más fortaleza los efectos secundarios -relativamente frecuentes- tanto de la intervención quirúrgica como de la medicación.

La valoración nutricional exhaustiva que incluya la medición de variedad de parámetros (antropometría, análisis de la composición corporal -masa grasa, masa magra-historia clínica y dietética, pruebas de laboratorio, entre otros), permite identificar a tiempo una desnutrición, que si se mantiene tras el trasplante compromete seriamente la supervivencia.

La insuficiencia renal crónica conduce a una pérdida lenta, progresiva e irreversible de la función renal, y obliga a los pacientes al tratamiento sustitutivo con diálisis y, en ocasiones, a un trasplante renal. El control estricto de las proteínas, el fósforo, el potasio y el sodio en la dieta de los pacientes con insuficiencia renal crónica, así como la disminución en la absorción intestinal de hierro asociada al trastorno, conduce en muchos casos a una dieta deficiente que tiene su expresión en el desarrollo de desnutrición proteico-energética, y tampoco es infrecuente la anemia ferropénica. Esto explicaría la elevada prevalencia de desnutrición en personas con insuficiencia renal crónica.

En el polo opuesto está la obesidad, que también se debe tratar antes de la intervención, dado que de otra manera puede disminuir la función del injerto y la supervivencia tras el trasplante.

En esta etapa previa al trasplante, el especialista, junto con el dietista, tras la evaluación nutricional, estimarán la necesidad de añadir un complemento nutricional a la dieta en forma de más vitaminas y minerales, más energía; en caso de que la dieta del paciente no se ajuste a sus requerimientos, o en función de la fase y el tipo de insuficiencia renal.

Nutrición inicial postrasplante

La clave durante lo que se considera la fase aguda postrasplante es garantizar la nutrición óptima del sistema inmunitario para prevenir las infecciones oportunistas, promover la cicatrización de las heridas y apoyar las demandas del organismo, superiores tras el estrés metabólico que supone hacer frente a una intervención quirúrgica.

El aporte de aminoácidos esenciales por medio de los alimentos de alta calidad proteica como son carnes, pescados, huevos y lácteos es primordial. Los aminoácidos sirven al anabolismo, es decir, promueven la recuperación de los tejidos dañados durante la intervención quirúrgica, la cicatrización de las heridas y nutren al sistema inmunitario. En algunos casos se pauta la ingesta de complementos dietéticos específicos de aminoácidos esenciales.

Una de las complicaciones no quirúrgicas que suceden los primeros días de convalecencia tras el trasplante es la fiebre provocada en muchas ocasiones por diversas infecciones (de la herida o del tracto urinario, entre otras). Según datos estadísticos, más del 90% de las infecciones suceden en el primer mes tras el trasplante. La elevación de la temperatura suele acompañarse de una disminución del apetito y de mayor sudoración, por lo que habrá que garantizar el aporte de líquidos para evitar que se agrave aún más el estado de fiebre. Para estos casos se tendrán a mano todo tipo de alimentos apetecibles, fáciles de tomar y nutritivos como son zumos, leche, batidos, yogures, flanes, natillas…, además de agua.

La hiperglucemia, o aumento de los niveles de glucosa en plasma, también es una situación relativamente frecuente tras el trasplante (e incluso antes); muchas veces por la alteración metabólica previa al trasplante y otras, como efecto secundario de los medicamentos inmunosupresores. El consumo racionado y racional de los azúcares y de los alimentos dulces, así como una adecuada distribución en las distintas comidas del día, de los alimentos ricos en carbohidratos (pan, arroz, pasta, patatas, legumbres) es esencial para controlar la glucemia y evitar la elevación brusca del azúcar en sangre.

A medida que la función renal comienza a funcionar, la dieta no tiene por qué ser necesariamente tan estricta, si bien se ha de seguir una alimentación sana de prevención cardiovascular. Por otra parte, la medicación con corticoides, que se suele emplear para frenar el rechazo, lleva asociado un aumento de la retención de líquidos y del apetito, que conduce a un incremento del peso corporal. Esta circunstancia deberá ser tratada con el plan dietético más adecuado, una vez que se han superado las complicaciones de la fase aguda postrasplante.

Dieta de prevención cardiovascular

Gran parte de las complicaciones asociadas al riesgo cardiovascular están relacionadas con la medicación inmunosupresora para prevenir o tratar el rechazo. Por tanto, el planteamiento dietético cardiosaludable antes y después del injerto va a ser decisivo para lograr una mejor calidad de vida y mayor probabilidad de vivir mucho años.

Por otra parte, existe una alta prevalencia de hipertensión arterial en personas con insuficiencia renal crónica, trastorno que hay que tratar antes del trasplante adecuadamente con medicamentos, si fuera preciso, y con dieta, para no comprometer más la función renal. Los análisis bioquímicos suelen mostrar con frecuencia niveles elevados de triglicéridos y, a menudo, bajos de HDL colesterol (colesterol bueno). Como primera instancia se tratará de aumentar con la dieta el HDL colesterol y de mantener a raya la hipertensión arterial.

En el ámbito nacional, los resultados del estudio intervención PREDIMED, “Efectos de la dieta tipo mediterráneo en la prevención primaria de la enfermedad cardiovascular”, confirman la evidencia que se tiene en todo el mundo del papel protector de la alimentación en la enfermedad cardiovascular. En esta investigación se constata cómo, en comparación con una dieta baja en grasa, la dieta mediterránea (abundante en pan, pasta, verduras, ensaladas, legumbres, frutas, con un mayor consumo de pescado y aves que de carnes rojas), complementada con aceite de oliva y/o frutos secos tiene efectos beneficiosos sobre los factores de riesgo cardiovascular. Por tanto, esta será la directriz en cuanto a tratamiento dietético que se seguirá como prevención cardiovascular.

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