Entrevista

«Hay que humanizar la educación y hacerla igualitaria»

César Bona, maestro y candidato español al Global Teacher Prize
Por Inma Garrido 10 de julio de 2020
cesar bona educacion

Salió a la palestra cuando su manera de dar clase le supuso, en 2014, una candidatura al Global Teacher Prize, el premio nobel de los maestros. Desde entonces, César Bona, profesor de primaria, se ha convertido en un referente de la educación en España. Licenciado en Filología Inglesa y diplomado en Magisterio de Lengua Extranjera por la Universidad de Zaragoza, Bona habla con nosotros sobre el futuro de la educación tras estos meses de confinamiento.

La educación no presencial puede ser una realidad a partir de septiembre, ¿estamos preparados?

Se nos acumulan todas las incógnitas y, a la vez, todas las respuestas. Cada uno ha vivido en su circunstancia, y basándose en ella tiene una opinión. Pero más allá de dar una opinión, es necesario que las cosas se calmen y que funcionen. Sobre todo, es delicado porque estamos hablando de menores. Un adulto puede entender su responsabilidad y las reglas que debe seguir y no puede saltar. Los niños y las niñas son pura curiosidad, están en permanente movimiento. A ver cómo se puede realizar. Antes de lanzar una opinión, lo necesario es acertar en el sistema. Si esta enfermedad nos ha cambiado a todos, ojalá cambie la educación, que es fundamental.

¿Cree entonces que la covid-19 representa realmente una oportunidad para cambiar el sistema?

Cuando se habla de educación, las palabras que más se escuchan son “evaluar” y “examinar”. Lo que hay que valorar ahora mismo es el sistema, porque nos hacemos muchísimas preguntas y no se trata de buscar diferentes respuestas, sino de cambiar la reflexión. ¿El sistema educativo actual funciona? ¿Tiene éxito? Hay miles de docentes deseando formarse e intentando dar lo mejor de sí a niños y niñas y también, miles de familias deseando una educación mejor. Pero mantenemos un sistema inmovilista en el que la realidad debe adaptarse al currículo y no al revés. Se educa en la vida, no ya para la vida. La escuela no es una burbuja, y hay herramientas fundamentales para llevar la educación a distancia, pero también estamos detectando muchas carencias. La pregunta que debemos formularnos es: ¿para qué sirve la educación?

¿Para qué debe preparar a los niños el sistema educativo?

Todas las decisiones que se toman son desde el punto de vista de los adultos: pensamos en los niños, pero no pensamos como niños. Es hora de ponerse en su lugar. Si pensamos en antes de la pandemia y sus consecuencias, nos damos cuenta de que la resiliencia, la gestión de las emociones, de los miedos, de la ira y de la frustración son claves. Eso hay que educarlo y forma parte del ser humano. No podemos fundamentar la educación solo en los contenidos, que parece que es lo único que importa estos días.

¿Qué es necesario para mejorar la educación?

No es fácil explicar la resiliencia, como tampoco es fácil explicar la empatía, el respeto hacia uno mismo, hacia los demás, las diversas culturas, el respeto al medio ambiente… Tampoco es sencillo educar en el compromiso social, pero son asuntos absolutamente fundamentales. Estas son las herramientas de los contenidos trasversales, pero son tan importantes que hay que tratarlas en todas las materias. Las asignaturas tienen tanto contenido que, muchas veces, lo que es fundamental no se trata por falta de tiempo. Es también clave que los alumnos entiendan que las diferencias son un regalo, no un inconveniente. A nuestro alrededor queremos gente que se implique, que dé un paso más allá, que se comprometa a hacer nuevas cosas. Eso también se educa.

¿Qué es lo que hace el sistema educativo actual?

Lo de siempre. Someter a una presión extraordinaria a niños y a docentes. Hay tanto contenido que impartir para que los chicos lleguen formados a Bachillerato que ya no se pueden tener en consideración otras necesidades, y eso es absurdo. Lo más importante en estos tiempos es la salud. ¿Y cuánto tiempo se le dedica en las escuelas? Muchas cosas que se dan por hechas no se hacen. Interpretar la hipoteca o el recibo de la luz, controlar y hacer cuentas para llegar bien a fin de mes… Eso debería estar en la escuela, más allá de la cerrazón del currículo.

¿Cómo ha sido la educación durante el confinamiento?

Hay muy buenos maestros. Hemos estado confinados, pero viviendo experiencias increíbles. Las familias también han hecho que esto se mueva. A los docentes y padres solo se le puede exigir lo que puedan dar. La presencia, la manera de estar en clase y la convivencia son claves. Pero si no hay tiempo para explicar todos los contenidos, ¿cómo lo podemos solucionar?

¿Es la educación el verdadero ascensor social?

Hay una escuela que piensa que es el reflejo de la sociedad. Y tenemos que mejorar la sociedad. En esta situación extraordinaria, se ha debatido si debían pasar o no todos los niños de curso. Muchos piensan que la escuela sí debería ser el mejor ascensor social. Sería justo que pasaran de curso los que iban bien, pero para los que llevan una gran mochila a las espaldas es más complicado. Hay que parar y reforzar. La noche que surgió ese debate yo no pude dormir, porque me venía continuamente la palabra ‘justicia’ a la mente, con distintas preguntas.

¿El sistema educativo puede atender las distintas necesidades de los alumnos?

La educación supone dar la formación necesaria para que sigan relacionándose bien consigo mismos, con las personas que les rodean y con el mundo en el que viven. Y si no, ¿para qué estamos educando? Porque representa un derroche de energía brutal. Lo injusto sería que, si cuando esto pase no cambiáramos, no serviría de nada. La vida nos está dando una oportunidad. Tenemos que dar una educación mejor y más igualitaria.

¿Qué opina del método seguido durante el estado de alarma, en el que los padres han tenido que asumir un papel más activo en la educación de sus hijos?

Hay muchas familias que no han tenido recursos, y la educación no para: se lleva por delante a quien no se agarre. Ha habido muchos chicos a los que no les llegaban las tareas o sus padres no podían solucionárselas. Esto es un gran problema. No tenemos un proyecto referente. He conocido escuelas en crisis, porque sus alumnos no iban demasiado bien y estaban a punto de cerrar, pero dieron un giro drástico y se invitó a participar más a las familias y a sus hijos con una visión más humana. Consiguieron la transformación. No es cuestión de incluir más contenidos, sino de humanizar la educación.

Siempre se nos habla de Finlandia o los países del norte como referentes, donde el fracaso o el absentismo escolar son menores que los nuestros.

Son contextos diferentes. Seguro que se puede aprender algo de Finlandia y de alguna escuela de Argentina… Seguimos hablando de ejemplos, pero no nos los aplicamos. En nuestro país, uno de cada cuatro alumnos no termina sus estudios. Y no es culpa de la educación secundaria, sino de todo el sistema. Obviamente, algo falla. Sería necesario hacer analogías entre la edad adulta, la niñez y la adolescencia. En la escuela, cada 45 minutos, durante ocho horas, vamos cambiando de materia, y la anterior no tiene nada que ver con la siguiente. Para eso hace falta una mentalización importante. Esto lo hemos hecho siempre. Y si no hay relación entre los diversos contenidos en arte, literatura o matemáticas, ¿para qué sirven estas materias? Solo son una enumeración de datos para evaluar, y es el sistema el que necesita una reevaluación.

¿Qué falla, en general?

Ha desaparecido el estudio de la Filosofía, de fomentar el estudio crítico. Y tienen poco peso el arte, el estudio de la música o el de la salud, incluida la emocional. Si se dedican solo 30 segundos a la educación en los debates políticos… no podremos avanzar. Es una inversión a largo plazo. Pero el futuro en educación empieza hoy.

¿Por qué no ha habido un modelo educativo en España, un gran pacto nacional sobre educación?

Tengo un pensamiento muy básico. Siempre frena el mismo tema: si entra o no en el plan de estudios Religión. Parece la única materia de interés en el mundo. O si nos convienen los colegios concertados o públicos. Ahí se acaba el debate. Chocan políticamente, y no se ponen a reflexionar más. La clase política tiene que escuchar a docentes, familias y niños. El punto de vista adulto tiene que acabar. Necesitamos escuelas que recuerden que somos seres sociales y que hay que educar en el diálogo, en la convivencia y en la participación. Lo que me temo, cuando todo acabe, es que las administraciones se agarren a la inercia y volvamos a lo de siempre. Si una palabra está asociada con la esperanza, esa es la educación.

¿Para qué enviamos a nuestros hijos a la escuela?

Para que aprendan a convivir, a relacionarse, para que se conviertan en seres íntegros y que sean felices. Hay que luchar por estos objetivos. Los contenidos son muy importantes, pero hay que dar tiempo para que los chicos se conozcan entre ellos y que los profesores les conozcamos también. Las materias tienen que estar relacionadas entre sí y con la vida de los niños y niñas.

¿Cuál debe ser el papel de los padres en la educación?

Existe una gran preocupación por la salud, por lo económico y social, y también se debería tener por la educación. Hay una gran incertidumbre. Es importante que los niños sepan, y que los padres lo comuniquen, que cuando esto termine los profesores vamos a estar ahí. La conciliación entre el trabajo y la escuela se ha convertido en pieza clave. Para tomar decisiones sobre la infancia, antes tienes que recuperar al niño que fuiste; si no, te dejas matices muy importantes por el camino. Es un ejercicio de empatía global. No me imagino una escuela en la que los niños salgan sin ser capaces de dialogar, convivir o sin tener respeto por el medio ambiente o por las personas que los rodean.

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