La autoestima en los niños pequeños: cómo fomentarla

Recibir cariño y afecto desde recién nacido hace que un niño se sienta querido y tenga una buena autoestima
Por Montse Arboix 25 de mayo de 2012
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Imagen: Tony Alter

La autoestima de los pequeños depende en gran parte de las relaciones afectivas, sobre todo, con sus padres. Ellos deben estar atentos de su confianza y de su propio respeto para que, según crezcan y se desarrollen, se acepten a sí mismos. Baja autoestima, temor a ser abandonado o problemas de aprendizaje en la etapa escolar son los riesgos que corre un niño que no se siente valorado. Este artículo explica por qué es importante buscar el equilibrio y cómo identificar la baja autoestima en los niños. Además, ofrece diez consejos prácticos para fomentar la autoestima de los hijos.

La autoestima: buscar el equilibrio

Desde la Sociedad de Psiquiatría Infantil de la Asociación Española de Pediatría, AEPED, afirman que los niños que tienen una gran autoestima, además de sentirse bien consigo mismos, aprenden a discernir qué cosas hacen bien y cuáles mal. Los expertos también aseguran que una buena autoestima queda reflejada en la manera o la capacidad que tienen los pequeños para comunicarse con los demás, para participar en actividades, afrontar retos, ser autosuficientes, creativos, alegrarse de sus logros, tener empatía y ser asertivos (esto es, la capacidad de autoafirmar los propios derechos de una manera amable, franca, abierta, directa y adecuada, sin dejarse manipular ni atentar contra los demás). También son más responsables.

Un niño con una buena autoestima será capaz de experimentar confianza, ánimo e interés en aprender y realizar sus sueños. Pero para ello es necesario ayudarlo desde el principio. Los expertos apuntan que el cariño y afecto del recién nacido con sus progenitores son un buen punto de partida: el bebé necesita sentirse querido y abrazado.

La autoestima de los pequeños depende en gran parte de la relación con los adultos más importantes en su vida, que suelen ser los padres. Ellos deben estar atentos de su confianza y estimular su propio respeto para que, según crezcan y se desarrollen, se quieran y acepten a ellos mismos. El niño que en su más tierna infancia siente que no es valorado puede desarrollar temor a ser abandonado.

Niños con baja autoestima: cómo identificarla a tiempo

Cuando un niño se siente bien consigo mismo, está más motivado para aprender. Y de la misma manera, el que recibe reconocimiento desde la escuela y desde casa, ve reforzada su autoestima. Durante las distintas etapas del desarrollo infantil es habitual, y entra dentro de los márgenes establecidos, que la conducta sufra variaciones. No obstante, hay comportamientos que se cronifican.

Algunas señales pueden indicar al adulto que el pequeño sufre baja autoestima. Estas son:

  • cuando no quiere participar en actividades deportivas, intelectuales o sociales por miedo a no estar a la altura.
  • cuando engaña y culpa a los demás.
  • si no confía en él mismo.
  • si presenta conductas agresivas o demasiado tímidas.
  • si se siente frustrado frente a cualquier situación.
  • cuando lo que piensan los demás rige siempre su toma de decisiones.

Por otro lado, un cúmulo de fracasos puede tener como resultado una baja autoestima. Desde la «American Academy of Childs and Adolescent Psyshiatry», AACAP, los especialistas afirman que cuando un niño se esfuerza en aprender y los resultados no son los esperados y no se ve protegido por su entorno, se frustra cada vez más y puede manifestar otros problemas emocionales, además de baja autoestima. De hecho, algunos problemas de aprendizaje quedan enmascarados por problemas de conducta: los niños prefieren jugar el papel de «malos» antes de que sus compañeros vean sus limitaciones «intelectuales».

Diez consejos para fomentar la autoestima de nuestros hijos

Para expertos como Laia Margarit, psicoterapeuta infantil del centro de psicología Nuval, de Sant Celoni (Barcelona), hay unas claves que ayudan a los adultos a fomentar la autoestima de los niños:

  1. Aceptarlo y respetarlo como es, porque solo así aprenderá a aceptarse y respetarse.
  2. Transmitirle que es una persona única e irremplazable.
  3. Crear un clima que permita la comunicación y que se sienta escuchado. Huir, a su vez, de buscar momentos solemnes para hablar.
  4. La serenidad, el afecto y la estabilidad de los adultos permiten establecer una situación de seguridad.
  5. Ofrecerle y fomentar su autonomía e independencia para que gane seguridad en sí mismo, y no busque de forma constante la reprobación del adulto.
  6. No sobreprotegerlo; hay peligro de anularlo como persona.
  7. Enseñarle a marcarse objetivos asumibles. El adulto también debe pedírselos según sus capacidades, que no sean desmesurados. Es importante motivarlo a que tome decisiones, asuma riesgos y se responsabilice de ellos. No privarle de cometer errores.
  8. No fijarnos solo en aquello que no nos gusta o el pequeño hace mal. Hay que utilizar el refuerzo positivo: dar importancia a aquello que hace bien.
  9. No hacer juicios de tipo despreciativo (“eres tonto”), ni tampoco generalizaciones (“siempre lo haces mal”). Las aprobaciones y críticas deben ir dirigidas a su conducta y comportamiento, nunca a su persona. Es más importante, y más útil, que comprendan las consecuencias de lo que han hecho, que imponer un gran castigo, que no es más que una reacción de impotencia del adulto.
  10. Poner límites claros y mantenerlos, de manera firme pero siempre con actitud serena, no excesivamente autoritaria.
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