Qué es la microinyección espermática

Es un tipo específico de fecundación in vitro en el cual, mediante una aguja microscópica, el espermatozoide se introduce en el óvulo
Por Cristian Vázquez 19 de enero de 2012
Img espermatozoides
Imagen: frostnova

La inyección espermática introcitoplásmica, más conocida como microinyección espermática o ICSI ( Intra Cytoplasmic Sperm Injection), es una técnica de reproducción asistida que consiste en introducir un espermatozoide directamente en el ovocito mediante el uso de una microaguja. Es decir, es un tipo específico de fecundación in vitro (FIV), que incrementa sus grados de precisión y eficacia.

Uno de los principales avances que ha representado esta técnica radica en que los hombres que padecían problemas causantes de esterilidad (y que, por tanto, carecían de opciones de procrear), ahora sí pueden tener hijos. Hasta la FIV tradicional, estos hombres solo podían aspirar a tener hijos por medio de donaciones de semen. Con esta técnica, las opciones se amplían. Solo quedan descartados de la posibilidad de dejar descendencia genética los hombres que carecen de espermatozoides, tanto en el semen como en el interior de los testículos (lo cual es muy poco frecuente). La ICSI se considera como la última alternativa de lograr un embarazo: se apela a ella cuando han fracasado los procedimientos llamados «no invasivos».

Cuándo recurrir a la ICSI

La ICSI se recomienda cuando la concentración de espermatozoides está por debajo de los mínimos necesarios para lograr la fecundación, incluso «in vitro», o bien cuando estos experimentan una mala movilidad o morfología, un problema denominado teratozoospermia. También cuando se está ante el caso de una «muestra de semen valiosa». Se llama así al semen criopreservado de hombres que se han sometido a una vasectomía o a radio o quimioterapia: puesto que el número de espermatozoides es limitado, conviene maximizar las probabilidades de eficacia del método. Lo mismo ocurre cuando la cantidad o calidad de ovocitos son bajas tras la punción ovárica.

Esta técnica se sugiere cuando se ha realizado algún proceso de fecundación in vitro y no ha dado resultado

Otros casos en los que se sugiere la ICSI se registran cuando se ha realizado algún proceso de fecundación in vitro y no ha dado resultado. Además, por medio de esta técnica, pueden disminuir muchos riesgos quienes sufren alguna enfermedad infecciosa, como la hepatitis o el VIH.

Los casos en que el semen carece de espermatozoides son poco frecuentes, pero los hay. Es un problema denominado zoospermia, ante el cual es necesario realizar una pequeña incisión en los testículos para obtener los espermatozoides directamente de allí. En estos casos, la ICSI -mediante la microinyección realizada en el citoplasma del ovocito- suple la maduración que la célula experimenta al pasar por el tracto genital masculino y que le da la capacidad de fecundar por sí misma.

El porcentaje de casos en que no se desarrolla la fecundación por medio de ICSI es bajo. En general, se deben a la escasa calidad del ovocito o el espermatozoide, así como a algún problema oculto en alguna de las dos partes.

Un estudio reciente, presentado en julio de 2011 por el Centro de Medicina Reproductiva de Bruselas en la Sociedad Europea de Reproducción Humana y Embriología, señala que las mujeres sometidas a tratamientos de fertilidad tienen más probabilidades de dar a luz después del proceso de ICSI si son menores de 38 años o si en el proceso de estimulación ovárica se han obtenido 11 o más óvulos. Este estudio -que recoge el análisis de 23.354 ciclos de estimulación ovárica realizados entre 1992 y 2009- ha sido el primero en relacionar la tasa de nacimiento después de la ICSI con el número de óvulos recuperados.

La leyenda urbana de los espermatozoides

Algunos especialistas destacan una contraindicación para esta técnica en el supuesto hecho de que, durante la concepción natural, los espermatozoides que consiguen penetrar la membrana del óvulo para fecundarlo son los más sanos y fuertes, mientras que con esta técnica, por el contrario, no hay manera de que se impongan los de mayor calidad. Esto -según esta hipótesis- provocaría el nacimiento de bebés con problemas congénitos de índole diversa.

El especialista Isidoro Bruna, jefe de la Unidad de Medicina de la Reproducción del Hospital Universitario Montepríncipe de Madrid, lo niega de manera enfática. “Es una leyenda urbana -califica-. Las técnicas de selección que hoy en día se utilizan en el laboratorio son muy eficaces, de modo que es posible identificar y seleccionar los mejores espermatozoides”. Además, no siempre el mejor espermatozoide es el que penetra al óvulo: a menudo, lo hace un espermatozoide que no tiene una calidad óptima, lo cual en ocasiones da como resultado un embarazo que se autolimita en el tiempo, es decir, que acaba en un aborto. “Han nacido millones de niños por ICSI en los últimos 20 años y podemos afirmar que es una técnica extraordinariamente segura”, señala Bruna.

Posibles problemas que sí se han señalado radican en la posibilidad de que un niño nacido como fruto de una ICSI herede los problemas de fertilidad de su padre o que se produzca un embarazo ectópico, esto último en el caso de que la mujer hubiera sufrido dificultades para quedarse embarazada. El citado estudio del Centro de Medicina Reproductiva de Bruselas aporta, sin embargo, un dato alentador: el porcentaje de embarazos ectópicos fue similar en todos los rangos etarios, lo cual niega la creencia de que ese riesgo aumenta a mayor edad de la mujer.

Por lo demás, el principal aspecto negativo está relacionado con el precio: en España, el coste mínimo de un tratamiento, incluidas todas sus etapas, ronda los 4.500 euros. Lo positivo es que si se conservan muestras criopreservadas de semen y el primer intento no resulta exitoso, en el segundo se puede utilizar esa muestra, lo cual reduce de manera sustancial el valor económico del tratamiento.

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