Un insecticida sistémico está especialmente elaborado para atacar y atajar una determinada plaga que amenace nuestros ejemplares, sin dañar el ecosistema circundante ni matar o dañar a otro tipo de insectos que convivan con nuestras plantas.
Lo más recomendable es emplear estos productos como último recurso, porque si se usan muy a menudo hacen que las plagas se vuelvan más resistentes y pueden llegar a ser incluso inmunes al veneno o necesitar una mayor cantidad de insecticida para notar sus efectos.
Por lo tanto es recomendable utilizar los insecticidas cuando apreciemos que la plaga está haciendo acto de presencia y métodos tradicionales, como la retirada manual de los insectos, muy útil cuando son pocos los que atacan, no son efectivos o fáciles de poner en práctica.
Un ejemplo claro de esta situación lo constituye la plaga de pulgones. Empleando un insecticida no sistémico podremos eliminarla, y además mataremos también a las hormigas, que son sus aliadas, porque las colonias cercanas a las plantas que pueden contraer esta plaga les ayudan a acceder a su alimento preferido, los brotes tiernos situados en las regiones superiores de las plantas. Sin embargo, erradicaremos también a uno de sus predadores, las mariquitas, cuyo alimento favorito son los pulgones y sus larvas, aunque tampoco hacen ascos a otros pobladores del jardín como ácaros o arañas.
Si emplea un insecticida sistémico eliminará a los pulgones sin perjudicar a otros insectos que pueden ser beneficiosos para la planta.