Aerosoles

Un reciclaje correcto de estos envases puede ayudar a mejorar el medio ambiente
Por Alex Fernández Muerza 25 de enero de 2006

Los aerosoles son sistemas de envasado que en la actualidad se han convertido en un elemento cotidiano, existiendo una amplia variedad de productos en sectores tan diversos como el hogar, el cuidado personal, las aplicaciones industriales, la alimentación o los usos aerfarmacéuticos.

Según la Asociación Española de Aerosoles (AEDA), la industria mundial del aerosol ha establecido desde sus inicios normas y estándares que han permitido un amplio margen de seguridad, lo que ha supuesto que sean de los utensilios del hogar que menos accidentes provocan. Asimismo, AEDA indica que los fabricantes de aerosoles se han comportado históricamente de manera ecológica. A principios de los 80, la preocupación de que la utilización de Clorofluorocarbonos (CFC’s) en varios productos de consumo, entre ellos los aerosoles, llevó a que los fabricantes dejaran de utilizar estos propelentes a partir de 1989, por lo que en la actualidad ningún producto de consumo en aerosol contiene CFC’s. En cuanto a los envases, son fabricados con materiales totalmente reciclables, siendo además una parte importante del metal usado en su fabricación procedente de materiales reciclados.

Los consumidores también pueden contribuir a mejorar el medio ambiente utilizando de manera ecológica los aerosoles. Los envases vacíos deben ser tratados como cualquier otro envase metálico, por lo que deben ser depositados en los puntos de recogida selectiva de residuos domésticos (iglús, contenedores o bolsas de color amarillo). Los aerosoles llenos o no utilizados totalmente deben ser considerados según la clasificación de su contenido -en general, clasificados extremamente inflamables-, y por tanto, deben ser depositados en puntos «limpios», «verdes» o de recogida especial.

Además de estos envases, existen otras fuentes de aerosoles. En definitiva, el término «aerosol» se refiere en general a las diminutas partículas de polvo y pequeñas gotas que se encuentran en el aire. En este sentido, la naturaleza produce muchos de estos aerosoles, como la arena de las tormentas del desierto, las partículas de sal del océano, los cristales de hielo o las cenizas de incendios y erupciones volcánicas. Por su parte, la actividad humana también contribuye a aumentar la cantidad de aerosoles en la atmósfera, como aquellos producidos por las centrales eléctricas que emiten hollín negro y dióxido de azufre, las chimeneas de las fábricas, los gases de escape de los automóviles o los motores de las aeronaves. Estos aerosoles son tan pequeños que pueden propagarse por todo el mundo y pueden causar diversos efectos negativos en el medio ambiente y en la salud humana, como lluvia ácida o asma. Además, se cree que desempeñan un papel importante en los cambios climáticos, porque absorben y dispersan la luz solar

Desempeñan un papel importante en los cambios climáticos, porque absorben y dispersan la luz solar
Incluso tienen diversos efectos negativos en las nubes. Por ejemplo, al disminuir el tamaño de las gotas, se reduce la eficacia de las precipitaciones, lo que a su vez modifica el contenido del agua en estado líquido, el espesor de las nubes y su tiempo de vida.

No obstante, las observaciones de los efectos de los aerosoles son bastante limitadas y hará falta más tiempo y más medios técnicos para llegar a conocer sus consecuencias reales, como recuerda el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC). Los datos enviados por los satélites facilitan la tarea de los científicos que estudian la propagación de los aerosoles y sus repercusiones sobre nuestro planeta. Por ejemplo, el satélite Envisat de la Agencia Espacial Europea (ESA) puede detectar las columnas de aerosoles y agentes contaminantes que cubren las grandes ciudades o los incendios de bosques y también puede reconocer las estelas de humo de las aeronaves.

Su origen

En los años 20 y 30, un ingeniero noruego llamado Erik Andreas Rotheim patentó diversos mecanismos similares a los aerosoles de hoy en día. Las primeras producciones comerciales de aerosoles tuvieron lugar en Noruega, pero no tuvieron éxito. No fue hasta finales de los 40 cuando comenzó la fabricación masiva de aerosoles.

La fabricación masiva de aerosoles comenzó a finales de los años 40
Se trataba de un insecticida utilizado por los soldados norteamericanos para combatir las enfermedades causadas por insectos en el área del Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial. El excedente de este producto fue vendido en el mercado norteamericano, y tras el éxito obtenido se comenzaron a comercializar diversos productos como desodorantes o lacas para el cabello, que llegaron al mercado europeo a principios de los 50. En 1957 se inició la producción en España.

En décadas posteriores, los aerosoles fueron incrementando su popularidad, apareciendo todo tipo de productos, algunos de ellos poco usuales y a menudo de corta duración, como los concentrados de café, chocolate o whisky. A finales de los 70, tras la publicación del informe que alertaba sobre la disminución de la capa de ozono, los aerosoles se pusieron en el punto de mira por contener CFCs. Finalmente, la industria cambió los CFCs por otros propelentes alternativos, y pondría de moda el etiquetado “sin CFC”.

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