
¿Hasta qué punto se debería limitar el uso de los transgénicos, la telefonía móvil o los productos químicos? El principio de precaución está presente en varias normas de la Unión Europea que afectan al medio ambiente y la salud de los consumidores, pero su aplicación genera polémica y posturas enfrentadas. Carolina Moreno, profesora de periodismo científico de la Universidad de Valencia, ha estudiado junto con otros colegas cómo perciben la sociedad y los medios de comunicación este dilema.
“La prohibición sólo es una de las posibles medidas del principio de precaución”Este principio trata de evitar que la falta de certeza sobre los efectos de una sustancia sirva como excusa para que no se regule su uso si hay algún conocimiento (aunque no sea completo) de que puede causar daños importantes.
La prohibición sólo es una de las posibles medidas. También lo son las regulaciones pre y post comercialización, la creación de inventarios de productos con ciertas características, los programas de seguimiento, etc. El principio no dicta medidas concretas y, por ello, su aplicación está abierta al debate. Los colectivos ecologistas lo invocan en muchas ocasiones para solicitar la prohibición de alguna sustancia o de algún proceso productivo, pero en realidad puede tener una mayor influencia en las políticas públicas de protección del ambiente y de la salud pública.
“La Comisión Europea pretende evitar el uso generalizado del principio”
En el año 2000 la Comisión Europea trató de formular una interpretación oficial: “El recurso al principio de precaución presupone que se han identificado los efectos potencialmente peligrosos derivados de un fenómeno, un producto o un proceso, y que la evaluación científica no permite determinar el riesgo con la certeza suficiente…”. Está claro que la Comisión pretende evitar su uso generalizado y que numerosos colectivos sociales no están de acuerdo con esta interpretación.
En el caso de los transgénicos, la regulación europea es consecuencia directa de la aplicación del principio de precaución. Por un lado, se reconoce la incertidumbre sobre los posibles efectos ambientales de estos cultivos. Por otro, se señala que si hay efectos negativos, podrían llegar a ser graves e incluso irreversibles. En el caso de los móviles, no hay acuerdo respecto a la segunda condición, y es ahí donde se centra la controversia.
“La regulación europea sobre transgénicos es consecuencia directa del principio de precaución”El principio de precaución se aplica principalmente en situaciones de incertidumbre, en las que no se conoce la probabilidad de un determinado impacto. Pero además es necesario tener alguna sospecha de que se puede causar un daño importante. Y es en este punto en el que no parece haber un acuerdo en el caso de la telefonía móvil. Los sociólogos la denominan una tecnología atrincherada: limitar su uso es cada vez más complicado si no se consigue una evidencia muy clara sobre los posibles problemas. En la actualidad, la sugerencia que se puede extraer del principio de precaución es promover la investigación objetiva y neutral sobre los posibles daños para la salud pública.
No conozco los detalles del problema. Si se cultiva algún transgénico es porque la legislación española y europea lo ha aprobado. Si hay transferencia génica, debería evitarse mediante las prácticas pertinentes.
“Si se cultiva algún transgénico en España es porque la legislación lo ha aprobado”
Respecto de muchos temas importantes del ambiente y de la salud, la evidencia científica no es concluyente. Es por ello importante que haya fuentes de información objetivas y neutrales (como las universidades) y que no oculten las limitaciones del conocimiento disponible. A su vez, las asociaciones de consumidores y de protección del entorno también deberían ser lo más objetivas y transparentes posible.
La población española apoya de manera mayoritaria el principio de precaución, si bien hay personas más estrictas y más moderadas. Los datos proceden de dos estudios realizados por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) sobre percepción pública de la ciencia y la tecnología.
“Respecto de muchos temas importantes del ambiente y de la salud, la evidencia científica no es concluyente”
El principio tiene diferentes usos en los debates sociales y políticos. En unos casos se utiliza para oponerse de manera general a ciertos desarrollos tecnológicos y defender otros, como los cultivos transgénicos. En este sentido, el principio tiene un uso ideológico claro. Otras veces tiene una función más instrumental, como cuando asociaciones vecinales cuestionan a las compañías de telefonía móvil o a Red Eléctrica Española para oponerse a una aplicación concreta en un lugar concreto y enrolan aliados, como asociaciones ecologistas o la Administración local.
No creo que se pueda hablar de un uso incorrecto, puesto que el mismo principio no prescribe una única interpretación. En el uso instrumental es muy útil porque sirve para cuestionar los argumentos de la Administración o de las empresas y para que los vecinos enrolen a actores sociales más poderosos. Ayuda a compensar las asimetrías de poder que se generan en estos conflictos.
“La población española apoya de manera mayoritaria el principio de precaución”La nueva regulación europea de los productos químicos, REACH. Es una normativa inspirada en el principio de precaución (curiosamente en una aplicación retroactiva y no proactiva como se ha considerado siempre). Pero eso no significa que haya acuerdo. Como en el caso de la biotecnología, unos actores eran partidarios de cautelas más estrictas y otros de no adoptar ninguna cautela.
La adopción del principio de precaución en la UE no ha eliminado el conflicto político sobre los modelos de desarrollo tecnológico adecuados. Este conflicto ahora se expresa en relación con dicho principio, cómo ha de interpretarse, qué medidas han de adoptarse, sobre qué desarrollos, etc. Su adopción en la legislación europea no puede resolver un conflicto político tan profundo.
“El principio ayuda a compensar las asimetrías de poder”
Su aplicación se plasma primero en directivas europeas que después se transponen en la legislación nacional. Ahora bien, es posible hablar del uso del principio en sí, como en el caso de la gripe A. Se ha criticado a la ministra de Sanidad el desembolso en un gran número de vacunas contra esta epidemia. Ahora hay un consenso respecto a que no es en esencia distinta a la gripe estacional y el uso de las vacunas ha sido muy inferior al previsto. Pero la decisión había que tomarla cuando no se sabía su alcance.
Dos cosas básicas. En primer lugar, desarrollar argumentos convincentes y defendibles de forma pública sobre la necesidad de dicha aplicación. En segundo lugar, enrolar a otros ciudadanos y agentes sociales en la defensa de su causa.
“El caso de la gripe A fue un uso correcto del principio a pesar de las críticas”La regulación europea de la biotecnología y de las sustancias químicas son dos buenos ejemplos. En todo caso, hay que recordar que su aplicación es reversible. En un momento se puede considerar oportuna su aplicación y después se puede concluir que ya no está justificado y se puede relajar la regulación.
Debería aplicarse siempre que haya sospecha de que alguna aplicación tecnológica puede causar daños graves e irreversibles.
“El modelo que habría que seguir es el de los países nórdicos”Toda aplicación del principio conlleva la elaboración de regulaciones, o la modificación de las normas vigentes, de manera concreta en un ámbito particular.
Como en casi todo, el modelo es el de los países nórdicos.
Carolina Moreno (Bilbao, 1967) es profesora de Periodismo Científico y Directora del Departamento de Teoría de los Lenguajes y Ciencias de la Comunicación de la Universitat de València. Su línea de investigación se centra en diversos aspectos de la comunicación científica. Entre sus publicaciones destaca en 2009 la edición del libro “Comunicar los riesgos. Ciencia y Tecnología en la Sociedad de la Información” (Biblioteca Nueva/OEI) o el artículo “The context(s) of precaution: ideological and instrumental appeals to the Precautionary Principle” (Science Communication, 2010, 32: 76-92), en el que se analiza el uso del principio de precaución en la prensa española. Es miembro de la Unidad de Investigación en Cultura Científica del CIEMAT y colaboradora habitual de la OEI y de la FECYT.