¿Cuántos peces hay en la mar?

Con la colaboración de la flota, los científicos muestrean y extrapolan los datos recogidos sobre las especies a fin de aportar la información necesaria para gestionar el recurso pesquero
Por María Santos, AZTI 28 de octubre de 2015
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Contar la cantidad de peces que habitan nuestros mares puede parecer una gesta de esas que solo se encuentran en los antiguos libros de historia. Pero la ciencia y la tecnología se han puesto de acuerdo para responder a este interrogante. Hoy en día es posible calcular cuánta biomasa hay en un área determinada de una especie explotada por una flota, es decir, cuánto (en número de ejemplares o en peso) chicharro, anchoa, cigala, lenguado, etc. hay en una zona. En este artículo se explica por qué los científicos calculan la cantidad de peces que hay en el mar, cómo lo hacen y qué es la gestión ecosistémica de las pesquerías.

Por qué se calcula la cantidad de peces del mar

Imagen: AZTI. Iñigo Onandia

Hoy en día es posible calcular cuántas toneladas hay de una especie concreta

La cantidad de peces del mar se calcula con la denominada evaluación del recurso (saber cuántas toneladas hay de una especie). Para las especies comercialmente más importantes este proceso se realiza cada año.

¿Y para qué queremos saber esto? El fin de la evaluación pesquera es proporcionar consejo científico a los gestores. Es decir, los científicos proponemos diferentes alternativas sobre cuánto se podría pescar (TAC: Total Admisible de Captura), dónde sería aconsejable y dónde no lo sería o a partir de qué talla de pez sería conveniente pescar. Todo ello lo hacemos para lograr una explotación sostenible del recurso. Pero son los gestores los que establecen esas medidas de gestión. La decisión final de cuánto, dónde o el tamaño que se puede capturar se determina cada mes de diciembre en Bruselas en el Consejo de Ministros de Pesca. Los científicos proponemos y los gestores toman las decisiones basadas en información científica objetiva sumada a consideraciones socio-económicas.

¿De dónde viene la información? Recolección de los datos

Lo primero que necesitamos para conocer la abundancia de una especie en un área determinada es recoger datos de esa especie.

Se puede hacer de la flota pesquera. La abundancia de una especie se calcula a través de la información procedente de la pesquería. Sería una evaluación indirecta del recurso. Los patrones de los barcos de pesca facilitan a los científicos algunos datos de su actividad (el tiempo y la zona de pesca, las características del buque y de los motores), así como datos sobre el peso total de la captura por cada especie.Con estos datos los científicos calcularíamos una abundancia de la especie.

Pero se podría mejorar si tuviéramos más información como, por ejemplo, los datos obtenidos por observadores en los barcos comerciales y muestreadores en las lonjas de pescado. La captura que llega a la cubierta del barco o a la lonja pesquera puede ser enorme, incluso de varias toneladas. ¡Es imposible tomar datos de todos los ejemplares! Peso, talla del pez, sacar los otolitos para conocer la edad, analizar el estado de las gónadas para descubrir su sexo y maduración… ¡no acabaríamos nunca! Por eso, lo que hacen los observadores a bordo de los barcos y los muestreadores en las lonjas es coger al azar un grupo de ejemplares llamado muestra y obtener de esta la información biológica necesaria (talla, peso, sexo, extracción del otolito de cada individuo). Con esta información podemos calcular la abundancia en la zona donde faena la flota.

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Imagen: AZTI. Javier Larrea

Puede ser que la especie objetivo no solo ocupe el área donde faena la flota, sino que se extienda a un sector más amplio. En este caso, para obtener más información de la población que estamos evaluando (muestras representativas), realizaríamos una campaña científica que cubra toda la zona que habita la población. De esta forma, se consiguen muestras del área donde se encuentra la especie objetivo, no solo del lugar donde pesca la flota. Sería una evaluación directa del recurso independiente de la pesquería.

Cómo se calcula: modelos de evaluación

Con toda la información obtenida, ya sea de lo capturado por la flota pesquera, de las muestras obtenidas en las campañas de investigación o de ambas, alimentamos un modelo matemático que dará las toneladas que hay en la zona de estudio de la especie objetivo, lo que denominamos la biomasa.

¿Cómo funcionan los modelos? Un modelo es un conjunto de ecuaciones que describen la relación entre unos pocos factores que se consideran los más definitorios para la dinámica de población. Representan, de forma simplificada, el funcionamiento del mundo real. Introducimos información en estos modelos y así podemos calcular cuánto podemos pescar, bajo tales o cuales condiciones, manteniendo la abundancia del stock dentro de unos rangos de variación controlados.

En el caso de que no tengamos muchos datos de la población que se quiere evaluar, no podremos obtener la biomasa, pero, al menos, sabremos cómo evoluciona la abundancia de la población, es decir, si tiende a aumentar o a disminuir.

Proyecciones de explotación pesquera

Una vez estimada la abundancia, podemos proyectar las diferentes alternativas de explotación para el futuro. Así, calculada la abundancia de una especie, predeciremos qué probabilidad hay de que la cantidad de peces descienda por debajo de un límite de seguridad establecido, en función de las cantidades que se pesquen el año próximo.

Estas diferentes alternativas de explotación y sus impactos esperados son proporcionados a los gestores. Y estos últimos aprueban medidas de gestión más o menos conservadoras sobre la población que hemos evaluado, en función del riesgo que quieren asumir.

Gestión ecosistémica: un nuevo enfoque para la gestión de las pesquerías

¿Qué sucede a las especies que se alimentan de sardina o anchoa cuando se aumenta el número de capturas de estas? Además, ¿cómo les afectará a estas especies, si la temperatura del agua sube un grado?

La gestión ecosistémica ha surgido para dar respuesta a la necesidad de gestionar las especies objetivo como elementos conectados con otras especies y con el medio ambiente. Se tiene en cuenta el efecto del medio ambiente en los recursos marinos y, a la inversa, el efecto de la explotación de los recursos marinos en el medio ambiente. Se trata de gestionar ecosistemas, y no especies.

Un aspecto importante en la gestión ecosistémica es asumir que es muy difícil pronosticar cómo resistirán los ecosistemas y cuáles serán los efectos generados por el ser humano y distinguirlos de los cambios naturales. En este escenario, se hace imprescindible la aplicación del «principio precautorio«. Este principio postula que, cuando haya peligro de daño grave o irreversible, la falta de certeza científica absoluta no deberá utilizarse como razón para retrasar la toma de medidas eficaces que impidan que el medio ambiente se degrade. Es decir, por si acaso, más vale prevenir.

Este enfoque ya ha sido adoptado para las pesquerías en el acuerdo de las Naciones Unidas sobre las poblaciones de peces y en el Código de Conducta de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura).

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