El ecoturismo puede entrañar peligro para los ecosistemas naturales, según Naciones Unidas

Esta práctica, muy en boga, surgió como una forma de paliar los impactos negativos del turismo convencional
Por EROSKI Consumer 25 de septiembre de 2002

Cada vez más la gente huye de los típicos destinos vacacionales para pasar sus días de asueto rodeados de naturaleza. Desde los safaris para observar los animales salvajes en las sabanas africanas, pasando por el buceo en las aguas turquesas del Caribe y sus arrecifes de coral, hasta las excursiones guiadas en la selva húmeda tropical brasileña, el turismo de naturaleza está en boga. Una tendencia que comenzó en la década pasada cuando las autoridades y expertos en materia de turismo, así como los ecologistas propusieron el ecoturismo como una forma de paliar algunos de los impactos negativos del turismo convencional y, al mismo tiempo, generar ingresos, crear puestos de trabajo y atraer la inversión.

Según datos del Banco Mundial, el valor del turismo mundial supera los 440.000 millones de dólares (casi 433.000 millones de euros), y se estima que el de la naturaleza podría representar entre el 40 y el 60% de ese gasto total. Un porcentaje que induce a pensar que no todo lo que se vende como turismo ecológico es tal. Así, la definición adoptada por la Sociedad Internacional de Ecoturismo es «una manera responsable de viajar a zonas naturales, que conserva el medio ambiente y contribuye a sostener el bienestar de los lugareños». Un concepto al que Naciones Unidas (ONU) mostró su apoyo al declarar este año como Año Internacional del Ecoturismo. Sin embargo, la propia ONU reconoce en su informe «Recursos mundiales 2002» que, «en su mayor parte, el turismo de naturaleza no llega a cumplir los ideales de responsabilidad social» implícitos en esa definición.

Asimismo, asegura que «es posible que los destinos y viajes que se comercializan como oportunidades de ecoturismo se centren más en ofrecer alojamientos más favorables al medio ambiente que en el desarrollo comunitario, la conservación o la educación turística». Por tanto, la realidad de estos viajes es que pueden sostener los ecosistemas y degradarlos al mismo tiempo. Teniendo en cuenta que la mayor parte de los ecoturistas proceden de América del Norte y Europa y que la mayoría de los destinos están en el mundo en desarrollo, se estaría haciendo un flaco favor a estos países si no se consigue que el turismo de naturaleza sea compatible con la conservación.

Pero la ONU también reconoce que «incluso algunos de los ecosistemas que se manejan cuidadosamente bajo los principios del ecoturismo muestran signos de degradación». Para ilustrar los peligros que el ecoturismo puede entrañar para los ecosistemas naturales, el informe de la ONU toma como ejemplo a las islas Galápagos, un paraíso natural y punto neurálgico de diversidad biológica. No en vano, la mitad de las aves, el 32% de las plantas y el 90% de los reptiles que allí habitan no existen en ninguna otra parte del mundo. A primera vista, dice el informe, las islas Galápagos ejemplifican la promesa del ecoturismo. Cada año el archipiélago atrae a más de 62.000 visitantes que pagan por bucear y pasear entre las 120 islas volcánicas y ecosistemas que, entre otras especies exóticas, contienen las tortugas que toman el nombre de las islas.

Según los datos de la ONU, el turismo en Galápagos produce hasta 60 millones de dólares al año y constituye la fuente de ingreso del 80% de sus residentes. Desde 1970, el número de visitantes se ha multiplicado por diez, contribuyendo a ampliar los recursos del servicio de parques de Ecuador y crear un modelo de ecoturismo de alta calidad y bajo impacto. Sin embargo, cuando la situación se mira más de cerca aparecen las contraprestaciones que conlleva.

Así, la población permanente de las islas se ha triplicado en los últimos 15 años debido al flujo de inmigrantes que buscan trabajo en la economía turística de las islas, lo que acarrea además una mayor contaminación y explotación de los recursos pesqueros. Y, en contra de lo que persigue el ecoturismo, se estima que tan sólo el 15% del capital que se ingresa por turismo va directamente a la economía de Galápagos.

Algunos ejemplos sobre financiación del ecoturismo que se recogen en el último informe del Worldwatch Institute, organismo cuyo fin es promover una sociedad sostenible, demuestran hasta qué punto en algunas zonas no se respeta que los ingresos provenientes de estos espacios naturales reviertan en ellos o bien las tasas que cobran no alcanzan ese objetivo. En Costa Rica, por ejemplo, las tasas que pagan los visitantes por entrar en los parques sólo proporcionan una cuarta parte del presupuesto anual para gestión, conservación y protección.

En algunos casos no se reinvierte ni un solo dólar turístico en la conservación o gestión de parques, sino que el dinero va a parar a las arcas gubernamentales o a manos de las autoridades corruptas del parque. Un estudio revela que ni un céntimo de los 3,7 millones de dólares pagados por los turistas por visitar las islas frente a Baja California, en 1993, se destinó a la gestión y protección de estas zonas.

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