El Ayuntamiento de Denia, en Alicante, acaba de poner en marcha una planta de compostaje pionera en Europa, que ha costado 1,8 millones de euros. El objetivo: convertir en abono orgánico las miles de toneladas de algas que cada año retira de sus playas. La planta ocupa 16.300 metros cuadrados y tiene capacidad para tratar 165.000 metros cúbicos de residuos verdes y 8.000 toneladas de algas al año.
El destino habitual de las algas suele ser el vertedero o la incineración, actividades prohibidas ya en muchas comunidades autónomas, al tratarse de un residuo contaminante, según la Unión Europea (UE). Por esta razón, Denia pidió un estudio a la Universidad Politécnica de Valencia, que aportó la solución de mezclar las algas, una vez desecadas y liberadas de la sal marina, con otros residuos vegetales procedentes de las podas de mantenimiento en agricultura, limpieza de parques y jardines municipales y privados, para producir abono. Esta iniciativa ha necesitado una inversión de 1,8 millones de euros, de los cuales un 22% ha sido aportado por la Generalitat de Valencia y otro 33% por el programa comunitario Life-Medio Ambiente, ya que este proyecto sirve de demostración al resto de localidades europeas del litoral mediterráneo que sufren el problema de las algas.
En principio, la cantidad de algas y residuos vegetales que se recogen en el municipio alicantino parecen suficientes para garantizar el suministro a la planta, aunque el Ayuntamiento tiene previsto recurrir a los residuos de localidades vecinas si hiciera falta. La planta proporcionará un abono totalmente vegetal muy demandado en la zona y que, por lo general, se suele importar.