La población del oso pardo en España se reduce a 90 ejemplares

Medio Ambiente y la Fundación Oso Pardo acaban de firmar un convenio para impedir que esta especie desaparezca
Por EROSKI Consumer 26 de junio de 2003

El oso pardo en España está en peligro de extinción. Solamente quedan unos 90 ejemplares de este plantígrado. Este número tan escaso constituye por sí mismo un peligro para la especie, pues hace que la extinción pueda producirse simplemente por azar. Contra este peligro no se puede luchar, pero sí contra otros más acuciantes con los que el oso pardo se enfrenta cada día.

Además de la fragmentación de su hábitat, las limitaciones demográficas y la pérdida de diversidad genética, la amenaza del furtivismo, sobre todo en forma de trampeo ilegal, impiden la recuperación de la especie. «Tenemos que combatir la amenaza de la extinción -asegura Guillermo Palomero, presidente de la Fundación Oso Pardo- si queremos lograr la recuperación de una de las especies más escasas, hermosas y emblemáticas del planeta».

Para hacerse una idea de lo que los lazos furtivos suponen para este animal, baste decir que entre 1980 y 1994, se registraron 36 muertes de oso en la población occidental -que se extiende por Asturias, Castilla y León y Galicia, desde los Ancares de Lugo, por el oeste, hasta el Puerto de Pajares, por el este-, de los que trece (el 36%) murieron atrapados en lazos. Además, y por poner otro ejemplo, sólo durante el otoño e invierno del año 2000/2001, las patrullas de la Fundación Oso Pardo del Alto Sil (León) y del Alto Narcea (Asturias) retiraron cerca de 200 lazos.

Medidas contra el furtivismo

Ante esta situación, que impide que dé sus frutos el Plan de Recuperación del Oso Pardo aprobado en 1999 por la Dirección General de Conservación de la Naturaleza, el Ministerio de Medio Ambiente, a través de la Fundación Biodiversidad, y la Fundación Oso Pardo, firmaron la semana pasada un convenio de colaboración para salvar la especie. «Un paso esencial», en palabras de la ministra de Medio Ambiente, Elvira Rodríguez, y que supondrá la puesta en marcha de medidas concretas para luchar contra el furtivismo, de dos formas.

Una es la creación de un equipo de vigilancia que controlará la caza furtiva, especialmente el trampeo ilegal con lazos de acero. Este equipo estará formado por cuatro vigilantes seleccionados entre la población rural de las zonas oseras y su misión será controlar la caza furtiva y el trampeo, y colaborar en el seguimiento demográfico del núcleo de osos. La otra forma de combatir el furtivismo será la protección de cultivos y pastizales con electrificadores de cercado -«pastores eléctricos»-, pues así se evita que los propietarios de las fincas coloquen lazos ilegales para evitar los daños que provoca el jabalí, y donde pueden quedar atrapados los osos. Estos «pastores eléctricos» se instalarán en las épocas y lugares de las zonas oseras donde los daños del jabalí sean más habituales.

En este aspecto, las sociedades de cazadores, responsables de los cotos regionales de caza y de las indemnizaciones por los daños que el jabalí causa en los cultivos, participarán en la iniciativa actuando de intermediarios con los propietarios de los terrenos, a los que se les cederán los «pastores eléctricos» de forma gratuita. Y es que, según Palomero, son necesarias «altas dosis de consideración y de diálogo» para salvar a la especie, pues «nuestras montañas tienen una gran actividad humana».

Poblaciones incomunicadas

La situación actual del oso pardo se define por un área de distribución diferenciada en dos poblaciones incomunicadas desde el punto de vista genético. Esta área abarca cerca de 5.500 kilómetros cuadrados, aunque localizaciones de ejemplares erráticos ampliarían la zona hasta 7.000 kilómetros cuadrados.

La población occidental mantiene un censo superior a 60 osos, y «dentro de lo malo -dice Palomero- hay un rasgo positivo y es que en los últimos cuatro años ha habido muy buena reproducción». Así, entre 1999 y 2001 se han contabilizado un mínimo de 25 nuevas camadas. Sin embargo, preocupa la situación de la población oriental, que se extiende desde Campoo de Suso (Cantabria), al este, hasta el Puerto de Vegarada (Asturias), por el oeste. La población de este núcleo se ha estimado, mediante técnicas moleculares, en 23-25 ejemplares. El número de camadas ha sido bajísimo en los últimos años, si bien entre 1999 y 2001 se localizaron cinco nuevas familias.

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