Cómo debe ser un sistema alimentario sostenible en la ciudad

Las ciudades desempeñan un papel protagonista en la lucha contra la emergencia climática, y esto incluye también al sistema alimentario
Por EROSKI Consumer 16 de octubre de 2021
ciudades y alimentación sostenible

Los alimentos que elegimos y la manera de consumirlos afectan a nuestra salud y la del planeta. La dieta repercute en el entorno y en la manera de funcionar de los sistemas agroalimentarios. En la actualidad, más del 40 % de la población mundial no puede permitirse llevar una dieta saludable y, según afirma la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), nuestras elecciones de hoy tienen el poder de cambiar esta realidad y construir un futuro con suficientes alimentos nutritivos, inocuos y asequibles para todos.

El sistema agroalimentario no es algo ajeno a nuestra vida cotidiana. Cada vez que comemos, participamos en él. Los alimentos que elegimos y la forma en que han sido producidos, así como el modo en que los almacenamos, conservamos y cocinamos, influyen de manera directa en la sostenibilidad.

Qué es un sistema agroalimentario sostenible

Un sistema agroalimentario sostenible, según la FAO, es aquel capaz de proporcionar seguridad alimentaria y nutrición para todos, sin comprometer las bases económicas, sociales y medioambientales para las generaciones venideras.

Se trata de un sistema en el que todas las personas disponen de una variedad de alimentos suficientes, nutritivos e inocuos a un precio asequible, y en el que nadie tiene hambre ni sufre ninguna otra forma de malnutrición. Los mercados y las tiendas de alimentación están abastecidos, pero se desperdician menos alimentos y la cadena de suministro es más resiliente ante crisis bruscas (como los fenómenos meteorológicos extremos, los repuntes de precios o las pandemias). Y todo ello mientras se limita, en lugar de empeorar, la degradación medioambiental o el cambio climático.

La descripción puede parecer utópica, sobre todo si tenemos en cuenta que unos 3.000 millones de personas no pueden permitirse seguir una dieta saludable, que hay zonas donde el acceso a la comida es deficiente y que, en paralelo, las cifras de obesidad y sobrepeso continúan aumentando en todo el mundo. Sin embargo, construir un sistema sostenible es un objetivo primordial que requiere impulsar cambios desde hoy.

El papel de las ciudades en la alimentación sostenible

Las ciudades desempeñan un papel protagonista en la lucha contra la emergencia climática, y esto va más allá de cuestiones como el transporte o el consumo de energía: atañe también al sistema alimentario. Así lo plantean desde Barcelona, que este año es la Capital Mundial de la Alimentación Sostenible y que ha puesto sobre la mesa una serie de debates y actividades relacionados con esta cuestión.

Esta vez, las políticas alimentarias se colocan en el centro de este gran reto global. «Los entornos urbanos concentran más de la mitad de la población del planeta y el impacto de la alimentación en la salud de las personas y de los ecosistemas exige un compromiso firme por parte de las ciudades», indican desde el Consistorio de la Ciudad Condal. Esto va en consonancia con el sexto informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas, que subraya la necesidad de cambiar nuestro modelo alimentario para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030. Las metrópolis son, de hecho, las grandes consumidoras de un sistema alimentario que provoca entre el 21 % y el 37 % de las emisiones globales.

Objetivos para mejorar el sistema alimentario

La Organización de las Naciones Unidas es clara: el cambio climático y las condiciones meteorológicas extremas están aumentando las dificultades en la producción de alimentos, pero nuestros sistemas alimentarios también son parte del problema. En este momento, se desperdicia el 35 % de todos los alimentos producidos, mientras que el 29 % de las emisiones de gases de efecto invernadero procede de la cadena de suministro que lleva los alimentos de la granja a la mesa.

Renovar la relación entre el campo y la ciudad, favorecer el consumo de alimentos de proximidad y promover una dieta saludable son tres ejes fundamentales para modificar esta situación.

«Es necesario combatir la emergencia climática, evitar el despilfarro de los alimentos y crear un sistema alimentario resiliente ante las amenazas globales», exponen desde Barcelona, uno de los grandes centros europeos de consumo y comercialización alimentaria. En el año de la capitalidad mundial, esta ciudad quiere ser una palanca para impulsar una transición alimentaria hacia la sostenibilidad con el fin de fortalecer las economías locales sostenibles y mejorar la salud de las personas, así como la del conjunto del planeta. Entre sus objetivos principales, se encuentran estos:

  • Impulsar dietas más saludables y sostenibles, así como facilitar que todo el mundo pueda acceder a ellas.
  • Generar más oportunidades económicas para los sectores de proximidad, como son los comercios de los barrios, los mercados municipales o los pequeños y medianos productores y el campesinado local, impulsando la producción agraria ecológica y local.
  • Combatir la emergencia climática en la metrópolis y facilitar, a su vez, una transición agroecológica en la ciudad con la promoción de la agricultura urbana y la protección de la periurbana.
  • Generar resiliencia ante los riesgos globales y las desigualdades sociales en el ámbito alimentario.

En opinión de la FAO, los gobiernos deben reconvertir las políticas antiguas y adoptar políticas nuevas que fomenten la producción sostenible de alimentos nutritivos asequibles y que promuevan la participación de los agricultores. «Dichas políticas —detalla la institución— deben promover la igualdad y el aprendizaje, impulsar la innovación, estimular los ingresos rurales, ofrecer redes de seguridad a los pequeños agricultores y desarrollar la resiliencia climática».

No solo eso. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura también subraya que es preciso tener en cuenta otras áreas que afectan los sistemas alimentarios, como la educación, la salud, la energía, la protección social, las finanzas y demás, y hacer que las soluciones encajen. En otras palabras, se trata de un proyecto global, multinivel y que afecta a diversos sectores de la sociedad, incluida la ciudadanía de a pie. El futuro de la alimentación, insiste, está en nuestras manos.

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