Dieta de salud planetaria: cómo cuidar la tierra desde el plato

Esta propuesta de alimentación sostenible busca combatir los efectos nocivos de la contaminación y del cambio climático, como el calentamiento global o la extinción de especies
Por Nacho Sánchez 7 de septiembre de 2021
sostenibilidad dieta
Imagen: GettyImages

El agotamiento de recursos naturales y el exceso de gases de efecto invernadero están dañando el corazón de tierra. La reorganización del sistema alimentario es la clave para mejorar la salud de la humanidad y la conservación del medio ambiente. Pero ¿cómo llevarla a cabo? Expertos de diversos países han dado con la fórmula: el consumo mundial de frutas, vegetales, frutos secos, semillas y legumbres deberá duplicarse, y el de alimentos como la carne roja y el azúcar, reducirse en más del 50 %. Es la “Dieta de salud planetaria”. Te contamos en qué consiste, sus beneficios y las estrategias necesarias para lograr un sistema alimentario más sostenible.

La adopción global de dietas saludables a partir de sistemas alimentarios sostenibles salvaguardaría nuestro planeta y mejoraría la salud de miles de millones de personas. Esta es la principal conclusión del estudio presentado en 2019 por la comisión EAT-Lancet, formada por una treintena de investigadores de 16 países que, desde distintas aproximaciones (la agricultura, la salud pública, la política o la sostenibilidad ambiental, entre otras), buscaban un consenso científico para precisar cómo debe ser una alimentación que sea tan buena para el ser humano como para el planeta. Lo encontraron en la que han denominado “Dieta de salud planetaria”, una propuesta de alimentación sostenible que busca combatir los efectos nocivos de la contaminación y del cambio climático, como el calentamiento global, la pérdida de ecosistemas, la desaparición de especies y la falta de disponibilidad y el encarecimiento de los alimentos.

Cómo afecta nuestra alimentación al medio ambiente

Nuestra alimentación tiene un efecto en nuestra salud, pero también en el medio ambiente. El sector alimentario alcanza el 30 % del total de emisiones de gases de efecto invernadero. Según datos del Ministerio de Transición Ecológica, la agricultura y la ganadería son responsables del 12 % de estos gases en España, cifra que organizaciones como Greenpeace o Ecologistas en Acción elevan hasta el 25 % porque, dicen, en los datos oficiales no se incluyen todas las emisiones indirectas de la industria, como el transporte o la transformación de los alimentos.

Pero su impacto en el medio ambiente va más allá. Por ejemplo, la expansión de monocultivos –especialmente por su demanda para la ganadería, como la soja– está provocando la deforestación en masa. El desarrollo de la cabaña ganadera industrial contamina acuíferos por nitratos, emite gran cantidad de gases nocivos y reduce la variedad de especies animales: según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la quinta parte de las razas de ganado en el mundo está en peligro de extinción.

El sector de la alimentación es, además, una de las industrias que más plásticos de un solo uso utiliza, muchos de los cuales acaban contaminando mares y océanos. “Los datos son lo suficientemente sólidos como para justificar una acción inmediata”, dice el informe elaborado por EAT-Lancet.

Dieta planetaria: en qué consiste

Entre los principales beneficios para el medio ambiente de la dieta planetaria son la minimización de emisiones de gases de efecto invernadero, el uso eficiente del agua, evitar la desaparición de ecosistemas para conseguir una mayor riqueza de la biodiversidad y mejorar la calidad de la tierra agrícola.

Más vegetales, menos animales

La dieta planetaria se basa principalmente en alimentos de origen vegetal, en la que opcionalmente se pueden incluir cantidades modestas de pescado, carne y productos lácteos. Resumida en un solo plato sobre la mesa, tendría la mitad repleta de verduras y frutas, mientras que la otra mitad estaría formada principalmente por granos enteros como el trigo, el arroz o el maíz, proteínas de origen vegetal –básicamente, legumbres–, así como frutos secos y semillas. En una esquina, apenas rondando el 10 % de todo nuestro plato, habría un poco de carne, algo de pescado, queso y leche.

fruta sostenibilidad cambio climaticoImagen: Aleza

“El consumo mundial de frutas, vegetales, frutos secos, semillas y legumbres deberá duplicarse. Y el de alimentos como la carne roja y el azúcar deberá reducirse en más del 50 %. Una dieta rica en alimentos de origen vegetal y con menos de origen animal confiere una buena salud y beneficios ambientales”, afirma Walter Willet, uno de los investigadores del estudio y profesor de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard.

Además de aumentar la diversidad de los vegetales, el estudio destaca la importancia de reducir drásticamente la ingesta de granos refinados, alimentos ultraprocesados y los azúcares añadidos.

Otros dos conceptos defendidos por la comisión EAT-Lancet son la temporalidad y proximidad. “No es necesario consumir fresas en diciembre ni naranjas en agosto ni bananas de Brasil habiendo plátano de Canarias”, explica María Teresa Nestares, directora del Máster en Alimentación y Deporte para la Salud y profesora titular del Departamento de Fisiología de la Universidad de Granada. Tampoco tiene sentido sustituir las legumbres locales como las lentejas por soja importada desde otro continente.

Culturas y tradiciones

Los especialistas en alimentación recuerdan que la dieta de salud planetaria no habla de productos concretos (arroz, maíz, garbanzos), sino de términos más generales (legumbres, grano, semillas) porque cada parte del mundo tiene sus propios productos de cercanía. Es fácil de entender: el clima o la disponibilidad de suelo no es el mismo en la región mediterránea, los países nórdicos o Japón y, sin embargo, cada área tiene su propia dieta planetaria. Esta se adapta a cada territorio, pero desde unos criterios comunes. Por eso existen similitudes con la pirámide alimenticia tradicional.

La gran diferencia entre ambas es que la tradicional ha dado más protagonismo a la carne, sobre todo en los países en desarrollo que aspiran a aumentar el consumo de proteínas en sus mesas a través de productos de origen animal. A medida que una sociedad se enriquece consume más carne, sobre todo de vacuno y cerdo. Luego, al alcanzar un cierto nivel de renta, debería parar, pero no es así, ya que seguimos pensando que nuestra dieta cojea por falta de proteínas.

“No puede haber una dieta universal porque cada parte del mundo es diferente. No sería justo, ni inclusivo ni socioculturalmente razonable”, apunta Elisa Oteros, doctora en Ecología. “Hay quienes necesitamos reducir el consumo de ciertos productos y quienes necesitan incrementarlo. Lo importante es acoplar la alimentación a la disponibilidad de recursos locales lo máximo que sea posible. Y si falta algo para satisfacer las necesidades de carbohidratos, nutrientes, proteínas o vitaminas, incorporarlos en su justa medida”, añade.

Estrategias para lograr un sistema alimentario más sostenible

La adaptación al territorio de esas dietas saludables es tan importante como la producción sostenible de alimentos, que debe incluir la descarbonización del sistema energético mundial, es decir, el abandono de los combustibles fósiles como el carbón, el petróleo o el gas natural y su sustitución por energías renovables.

Para conseguir un sistema alimentario más sostenible, la comisión propone cinco estrategias:

1. Compromiso internacional y nacional para la transformación

“No podemos cargar toda la responsabilidad en el consumidor: hay que visibilizar la presión que ejerce la industria agroalimentaria para evitar cambios que afecten a su producción. Es necesaria una gestión y un compromiso político para que, finalmente, se considere la alimentación como un derecho y no como un negocio. Ello facilitará cambiar el sistema productivo”, explica Oteros. Los gobiernos tienen mucho que decir y hacer. En ese sentido, el plan de recuperación europeo, con los llamados fondos Next Generation, deben servir de impulso para el sector agroalimentario y acelerar un proceso que, de una u otra forma, la ciencia dice que debe producirse.

sostenibilidad alimentos ecologicosImagen: sphaeroid

2. Reorientación de las prioridades agrícolas

Otras estrategias mencionadas por los investigadores para mejorar la salud planetaria y humana es la reorientación de las prioridades agrícolas para, en vez de producir grandes cantidades del mismo alimento con técnicas contaminantes que expriman los nutrientes del suelo hasta ahogarlo, hacerlo desde una producción más diversa, nutritiva, saludable y sostenible. Un buen ejemplo es la apuesta por la agricultura ecológica, como impulsa ya de manera decidida la Unión Europea. La reducción del consumo de carne también incluiría una menor necesidad de alimento para la cabaña ganadera y, por tanto, esas tierras se pueden reorientar al consumo humano.

3. Intensificar de forma sostenible la producción de alimentos

Igualmente, la innovación y el uso de tecnología permitirán un mayor rendimiento por hectárea, así como mejoras radicales en la eficiencia del uso de agua y fertilizantes, reciclaje de fósforo, redistribución del uso global de nitrógeno y fósforo, implementación de opciones de mitigación del clima, incluidos cambios en la gestión de cultivos y piensos, y la mejora de la biodiversidad dentro de los sistemas agrícolas.

4. Gestión firme y coordinada de la tierra y los océanos

El documento subraya que hay que mejorar la gestión de la tierra y los océanos. En el primer caso, con políticas que impidan la “expansión de nuevas tierras agrícolas dentro de los ecosistemas naturales y bosques ricos en especies”, así como restaurando las zonas ya degradadas y con mecanismos internacionales que ayuden a conservar la biodiversidad. En el segundo caso, garantizando que la industria pesquera sea compatible con la conservación de la población de peces.

5. Luchar contra el desperdicio de alimentos

Otra de las estrategias planteadas es reducir al menos a la mitad la pérdida y desperdicio de alimentos –actualmente se pierden entre el 30 % y 40 % de lo que se produce–, algo que implica un mayor cuidado del planeta y, de paso, de la economía personal. Todo ello facilitará que todo el planeta –que en 2050 superaría los 10.000 millones de habitantes– se pueda alimentar correctamente.

Los países ricos debemos evitar seguir despilfarrando tanto alimento y, para ello, los expertos destacan la importancia de realizar una buena gestión. En ese sentido, apuntan a la mejora del transporte de alimentos, el procesamiento y envasado, aumentar la colaboración a lo largo de la cadena de suministro, capacitar y equipar a los productores o educar a los consumidores. “Eso permitiría dar de comer a todo el planeta y eliminar cualquier debate sobre superpoblación”, analiza Lucía Vázquez, formadora y especialista en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Alcanzarlos en 2030, así como cumplir los Acuerdos de París, son dos de los objetivos prioritarios de los investigadores de la comisión EAT-Lancet, porque permitirán crear “un mundo más justo e inclusivo, donde animales, vegetales y seres humanos podamos vivir en plena armonía”, apunta Vázquez.

La experta cree que la pandemia ha servido de revulsivo para recordarnos la importancia de proteger el medio ambiente y cambiar de raíz el sistema de consumo. “No se puede modificar con rapidez un sistema que lleva dos siglos basado en la explotación, el individualismo y la quema de combustible fósil. Estamos avanzando en la transformación de los valores y eso es lo importante”, afirma. La salud de las personas no solo depende de nosotros mismos, también lo hace del entorno en el que vivimos: mientras más degradada esté la salud del medio ambiente, más lo estará la nuestra. Esto tiene que ver principalmente con cómo producimos alimentos y cómo los consumimos. “Hay que ser optimistas, el cambio es posible, aunque no de manera inmediata. Como consumidores,  debemos exigir más información a los productores y a los gobiernos, pero también hacer un ejercicio de responsabilidad”, concluye Rodrigo Peña. Cuanto antes transformemos nuestros platos, mejor.

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