Alimentos de cercanía para una dieta más sostenible

Los alimentos de cercanía, también llamados locales o de proximidad y hasta de kilómetro 0, no solo reducen la huella ambiental del transporte, también impulsan la economía local
Por EROSKI Consumer 22 de junio de 2021
kilometro cero alimentos sostenibles
Imagen: jf-gabnor

Optar por alimentos que han sido producidos lo más cerca posible de nuestra mesa deja una menor huella ambiental al minimizar las emisiones de su  transporte. Además, elegir para nuestra dieta productos de proximidad e incluso de kilómetro cero también ayuda a tejer la red social, gracias al apoyo económico a los agricultores y ganaderos. Y por supuesto, esta decisión también contribuye a mantener la cultura gastronómica de cada zona. En las siguientes líneas, además de ahondar en estas ventajas de los alimentos de cercanía, abordamos qué implica una dieta más sostenible y damos un repaso al coste que nos supone el viaje que hacen los alimentos que consumimos.

Si nos fijamos en el país de origen de los productos que conforman nuestra cesta de la compra, veremos que los alimentos son, en su mayoría, grandes viajeros. Como muchos lugares en el mundo, España importa cantidades significativas de productos variados, desde lácteos, carne, y pescados hasta cereales, té y especias, desde países y continentes lejanos. La globalización del mercado permite disponer de alimentos fuera de temporada aprovechando la estacionalidad de otros entornos, al tratarse de un sector muy dependiente del clima y de las condiciones meteorológicas. También da la posibilidad de disfrutar de productos que por nuestro clima no pueden cultivarse o producirse en nuestras fronteras.

Pero esta amplia disponibilidad tiene un alto precio que se traduce en emisiones de CO2 derivadas del transporte por mar, aire o tierra. A tenor de los datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el sector de la alimentación es responsable de un tercio de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, incluyendo los cambios del uso de suelo para cultivar hasta su movilidad y los residuos que genera su empaquetado. Además, la deslocalización de la producción saca partido de las peores condiciones salariales de otros países y contribuye a la desigualdad.

Impulso europeo para un sistema alimentario sostenible

Consumir productos traídos de unos pocos kilómetros de distancia en lugar de un continente lejano puede marcar la diferencia en la sostenibilidad social, ambiental y económica de nuestra alimentación.

La sostenibilidad se define como el desarrollo que cubre las necesidades actuales sin comprometer los recursos de las generaciones futuras. Por tanto, las dietas deben ofrecer alimentos de calidad y nutricionalmente adecuados y proteger la biodiversidad y los ecosistemas y optimizar los recursos disponibles, una  definición alejada de la realidad.

Para acercar la situación del sistema alimentario actual hacia uno más sostenible, la Unión Europea (UE) cuenta con la estrategia ‘De la Granja a la Mesa’. Este documento persigue, entre sus objetivos, reducir la huella ambiental y climática del sistema alimentario, liderar una transición mundial hacia la sostenibilidad en la alimentación y crear un sistema alimentario fuerte y resistente.

Por otro lado, la UE también cuenta con la Política Agraria Común, conocida como PAC, una herramienta dotada con recursos económicos para ayudar a los agricultores y garantizar la seguridad alimentaria de Europa. Según la Comisión Europea, en el viejo continente más de 22 millones de personas dependen de la agricultura para subsistir. Además de fijarse en la rentabilidad, la PAC remunera a aquellos agricultores que practican una agricultura respetuosa con el medio ambiente y fomentan medidas para el desarrollo rural.

El coste del viaje de los alimentos

Contar con un mercado global y casi sin límites tiene sus ventajas, pues permite disponer de todo tipo de productos durante todo el año. No obstante, deja un impacto enorme tras de sí. “La primera consecuencia del sistema agroalimentario actual es un efecto ambiental significativo, pues contribuye a la pérdida de  biodiversidad y al cambio climático por sus emisiones de carbono”, explica Xavier Simón, profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Vigo y coautor del estudio ‘Más allá del plato: Analizando la dieta alimentaria de mi entorno’.

kilometro cero sostenibilidad camionImagen: 500photos.com

Aunque la emisión de gases de efecto invernadero es el impacto más evidente, el coste ecológico de estos alimentos viajeros va más allá. Cuando comemos una manzana traída de 100 kilómetros de distancia, el día en que se recoge y en el que lo compramos a menudo coincide. No necesita refrigerarse ni someterse a tratamientos de conservación. Ocurre lo contrario si se trae de 2.500 kilómetros de distancia, pues necesitará ser almacenada para que permanezca fresca hasta el lugar de destino, con el consecuente gasto energético. Además, un mayor transporte requiere un mayor embalaje y, por tanto, deja más residuos a su paso.

Otro coste de la producción a distancia es el económico y social. La deslocalización de la producción agraria saca provecho de las condiciones laborales precarias, los precios de producción bajos y ciertas normativas más laxas en los países de origen para luego vender los alimentos en los países de destino a precios más competitivos que los locales.

Además, el sistema actual causa grandes diferencias territoriales económicas, “pues muy pocas grandes corporaciones se llevan una parte enorme del pastel y los productores familiares quedan expulsados del mercado al no poder competir contra sus precios”, afirma Simón. Por último, también tiene efectos sanitarios, “pues nunca hemos producido tanta cantidad de comida y, a la vez, tampoco se han tenido tantas carencias nutricionales”, asegura este experto.

En ese sentido, las políticas europeas también contribuyen de alguna forma al viaje de los alimentos. Aunque en la teoría la PAC debería apoyar a los pequeños agricultores de las zonas rurales, en la práctica no siempre es así. “La mayor parte del dinero se emplea en apoyar la producción y la agricultura industriales y solo una pequeña cantidad, menos de la tercera parte del presupuesto, a apoyar a la agricultura sostenible”, se critica en el informe ‘El campo en tu mesa’, elaborado por investigadores de la Facultad de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente de la Universidad de Pisa (Italia). “Hasta la fecha, la PAC y las políticas comerciales de la UE se han centrado en la búsqueda de nuevos mercados globales para sus productos agrícolas sin dedicar tantos esfuerzos a apoyar iniciativas que brinden a los agricultores que producen de manera sostenible la oportunidad de vender sus productos localmente”, critican los autores del documento.

Alimentos de proximidad: menos distancia, más ventajas

A pocos kilómetros de casa, hay miles de agricultores y ganaderos que producen alimentos de gran calidad. Los llamados productos locales o de cercanía son aquellos producidos a una distancia próxima del lugar donde se consumen. Hay quienes lo consideran a nivel comarcal, otros regional e incluso nacional. Y si están producidos a una distancia inferior a 100 kilómetros, se denominan “alimentos de kilómetro 0”.

No obstante, tampoco se debe tener la creencia de que todos los productos de proximidad siempre tienen una huella ambiental inferior, pues puede haberse producido con técnicas aún más dañinas para el medio que su transporte. “Además de si es local o global, hay que saber quién lo produce y cómo, porque lo cercano no garantiza que sea sano y sostenible”, advierte Simón. “Lo ideal es encontrar un equilibrio entre lo social y lo ambiental con técnicas de agricultura ecológica, de cercanía y familiar, que estén conectada a la tierra”, reivindica el docente.

Qué opinan los productores locales

“Los alimentos de proximidad tienen grandes virtudes. La principal es el poder nutritivo del alimento recién cortado, su frescor, su textura y el hecho de que conserva todas las propiedades”, cuenta Adolfo Nájera, presidente de la Sociedad Agraria de Transformación (S.A.T.) de frutas y verduras Valle del Rincón (en La Rioja), formada por 200 agricultores en su mayoría de explotaciones familiares. Nájera admite que “a veces no queda más remedio que aprovechar la estacionalidad de cada continente para cubrir una necesidad de alimentos, pero en muchos casos se podría evitar”.

kilometro cero frutasImagen: lumix2004

La crisis sanitaria derivada del coronavirus ha traído una transformación de muchos hábitos, incluido la alimentación. Permanecer encerrados en casa durante semanas, con el foco aún mayor en la importancia de cuidar la salud y la tendencia ya existente hacia lo sostenible ha creado consumidores más comprometidos con su dieta. “Hemos notado que la gente se ha acercado más a buscar producto fresco, frutas y verdura de temporada y, como mínimo,  se han informado más sobre el tema”, cuenta Nájera. “Nos enfrentamos a un mundo donde la palabra sostenibilidad está adquiriendo gran protagonismo. Hay que cuidar entre todos que, además de sano, los alimentos sean sostenibles en transporte, producción y precios”, matiza el presidente de Valle del Rincón.

Un impulso al desarrollo rural

A menudo, el concepto de sostenibilidad se vincula únicamente con lo ambiental. Pero en realidad abarca otros dos aspectos: el social y el económico. Una dieta, un producto o un servicio es sostenible, si garantiza un equilibrio entre el bienestar, el cuidado del entorno y el crecimiento.

Mónica Álvaro es agricultora local en una finca de verduras de temporada ecológicas cerca de Rivas, a unos 15 minutos en coche del centro de la capital, y vicepresidenta de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos de Madrid (UPA). A juicio de esta agricultora, las principales ventajas de este tipo de producción están relacionadas con el desarrollo rural y la conservación y el mantenimiento del campo. “El imaginario colectivo aún cree que un agricultor es un señor mayor con gorra y, en ocasiones, con poca formación, lo que supone un problema para incorporar jóvenes al campo”, lamenta. Por eso, es esencial conocer los productos de proximidad y ponerlos el valor. “Se mejora la red de los pueblos, se crea empleo y se fortalece el tejido social. Donde hay ganaderos y agricultores, van detrás peluqueros, médicos, colegios y camareros”, defiende esta agricultora.

La situación de pandemia actual es para esta agricultora una oportunidad para sentar las bases de una alimentación local y sostenible: “El coronavirus ha traído un aumento de la demanda que esperemos que se quede. Hay que aprovechar la coyuntura como una oportunidad para apreciar el salto de calidad y frescura de los productos”.

Abastecimiento cercano

Los productores de alimentos de proximidad son también una parte integrada en los ecosistemas de la zona. “Los ganaderos locales gestionan más de 25.000 hectáreas de terreno y son los responsables de mantener el entorno tal y como lo conocemos, aprovechando las zonas arbustivas y praderas arboladas y manteniendo el campo limpio”, cuenta José Pablo Larrea, portavoz de Harakai, una cooperativa que reúne a más de 300 ganaderos, desde criadores de vacuno hasta cordero lechal, ubicados en el País Vasco.

Junto a la gestión directa del territorio con un sistema de producción tradicional y extensivo, lo que ofrece ventajas como la fijación de población y protección de la biodiversidad, “también se reducen las emisiones de carbono al mínimo. Nuestra carne se transporta lo mínimo, porque solo se mueve en el País Vasco, y utilizamos placas solares en el matadero para ser autosuficientes”, añade Larrea.

Este experto también pone el valor de la producción de cercanía en situaciones de necesidad, como ocurrió el pasado año. “Los alimentos producidos a nivel local sirvieron para garantizar el abastecimiento cuando se vio comprometido”, recuerda.

Además de su aporte a la sostenibilidad, Harakai está vinculada al sello Eusko Label, que certifica la calidad de los productos. En el caso de la carne, esta etiqueta garantiza que todos los animales han sido nacidos y criados en el País Vasco, certifica el proceso de crianza, asegurando que, por ejemplo, el cordero lechal ha sido alimentado exclusivamente con leche materna, y garantiza que cumple todos los requisitos de bienestar animal.

¿Los productos de cercanía son más caros?

Según el profesor Xavier Simón, en el ámbito alimentario se han extendido conductas similares a las de otros mercados, como la moda, en el que la toma de decisiones de compra de los consumidores se vincula con el precio y no con la calidad. “Hay un alto nivel de desinformación sobre lo que comemos y se piensa erróneamente que comer sano es más caro”, señala el experto.

En esa línea, los productores de cercanía argumentan que sus alimentos son más económicos al prescindir de almacenaje, intermediarios y recorrer menores distancias. No obstante, los alimentos industriales, traídos además en grandes volúmenes, pueden terminar resultando más baratos, especialmente si provienen de zonas del mundo con salarios inferiores. Mientras, en el comercio de proximidad se intenta asegurar un salario justo para los productores, que puede encarecer un poco el producto, pero que contribuye a conseguir el bienestar y la sostenibilidad tan necesaria en el sector. Además, los consumidores que optan por un gasto más responsable suelen tener en cuenta otros factores más allá del precio, como el sabor o la frescura de los alimentos.

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